Gibraltar es la gran vergüenza de España, no sólo porque es la única colonia de Europa, sino porque los políticos españoles la han hecho fuerte y la han tratado mejor que al propio territorio español
Después de principio de acuerdo del 31 de diciembre sobre Gibraltar, Pedro Sánchez merece que los ingleses le construyan un monumento en la londinense Trafalgar Square, al lado del Almirante Nelson, el que derrotó y humilló a España en la triste batalla naval de Trafalgar.
El politólogo Carlos Rodríguez Hurtado explica con claridad meridiana la naturaleza cobarde y traicionera del acuerdo:
"No se habla de soberanía, no se habla de la usurpación de las aguas territoriales, no se habla de la llegada de submarinos nucleares, no se habla del territorio ganado a España al margen del Tratado de Utrecht, no se habla del espacio aéreo, no se habla de la recuperación del peñón a la integridad territorial de España. Se acuerda eliminar la verja, incluir a Gibraltar en espacio Schengen sin pertenecer a la UE, se acuerda que los gibraltareños gocen de la sanidad española, del tránsito y domicilio en España etc. y el Foreign Office acaba de hacer una declaración en la que deja claro que, además de todo esto, queda salvaguardada la soberanía de Gibraltar ¿En qué ha ganado España en la negociación?"
La ministra de Exteriores española anuncia que se «derriba la Verja» de Gibraltar, cuando lo que tenía que haberse derribado es la humillación de España y la existencia de una colonia que amputa parte del territorio español. Los políticos españoles, que son la parte más indecente de nuestra sociedad y de nuestra historia, han vuelto a jugárnosla: Gibraltar queda incorporado a la Europa sin fronteras, por obra y gracia de la España que padece la humillación de tener en su territorio la única colonia existente en Europa.
El Tratado de Utrech entregó a los ingleses, a principios del siglo XVIII, un Gibraltar casi inviable, aislado, sumamente costoso para la metrópolis y sin recursos para sobrevivir, pero los traidores políticos españoles, en lugar de recuperarlo, como era su deber, le regalaron todo lo que necesitaron para convertirse en un paraíso de prosperidad que encandila al depauperado sur de la provincia de Cádiz, donde los políticos españoles sólo han sabido desarrollar un próspero narcotráfico. El escándalo es mayúsculo y repugnante porque es rigurosamente cierto que los políticos españoles han tratado a Gibraltar mejor que a muchos territorios abandonados y maltratados de la propia España.
Los llanitos y sus amos, los ingleses, no han parado de violar el Tratado de Utrech, mediante el cual España cedió Gibraltar, ampliando sus tierras y sus aguas territoriales a costa de la soberanía española, que no ha hecho otra cosa que soportar el agravio y, además, otorgar todo tipo de facilidades a los ladrones.
España lo tenía ahora muy fácil porque sólo exigiendo el cumplimiento del Tratado de Utrech, la colonia caería. Como prostitutas complacientes, en lugar de respetar y hacer respetar aquellos tratados humillantes, les hemos regalado territorios, derechos, facilidades y viabilidad económica. Es el colmo de la imbecilidad ¿o quizás de la traición?
España ha hecho el ridículo en Gibraltar porque después de tres siglos de dominación británica, la colonia ha aumentado su territorio, robando territorio español, ha ganado nuevos derechos y facilidades no contemplados en el Tratado de Utrech (1703), ha convertido la frontera en una mentira escandalosamente permeable y ha conseguido privilegios, ventajas y formas de vida impensables para una colonia, todo por culpa de la torpeza, debilidad y cobardía de la clase política española.
Los políticos españoles han sido, históricamente, los grandes depredadores de la nación y los socialistas se llevan la palma en el triste y humillante asunto de Gibraltar. Felipe González, tras ganar las elecciones de 1982, abrió la verja y más tarde le dio a los gibraltareños todas las facilidades para que operaran un aeropuerto construido en territorio español y tuvieran miles de líneas telefónicas y suministros llevados desde España.
González y el PSOE deberían tener en monumento en el centro de Gibraltar por su vital ayuda a la colonia, siempre en detrimento de España. Pero nadie merece más que Pedro Sánchez ser condecorado como Caballero del Imperio Británico por haber regalado a Inglaterra todo lo que necesitaba en Gibraltar, que se convertirá en un coladero de ingleses privilegiados, por donde ya está entrando el coronavirus infeccioso "made in England".
Si la Corona y las Fuerzas armadas españolas admiten sin rechistar el acuerdo de Sánchez con el eterno enemigo de España, los ciudadanos españoles ya no tenemos nada bueno que esperar de ninguna de nuestras grandes instituciones. Debemos convencernos entonces de que España ha dejado de ser la patria común y no nos pertenece porque nos la han arrebatado los políticos.
El gobierno de Sánchez esgrime la excusa de que el acuerdo beneficia a la economía del campo de Gibraltar, pero no dice que esos beneficios e incluso otros nuevos, también se podían haber conseguido junto a concesiones y ventajas a las que España, cobarde y traidoramente, ha renunciado.
Ya sospechábamos el desastre al conocer la naturaleza de Pedro Sánchez, capaz de todo con tal de conservar el poder, y al contemplar el rostro de la ministra de Exteriores, con aspecto de teresiana retorcida, pero la realidad ha superado todos los temores porque la derrota española no podía haber sido peor.
Francisco Rubiales
El politólogo Carlos Rodríguez Hurtado explica con claridad meridiana la naturaleza cobarde y traicionera del acuerdo:
"No se habla de soberanía, no se habla de la usurpación de las aguas territoriales, no se habla de la llegada de submarinos nucleares, no se habla del territorio ganado a España al margen del Tratado de Utrecht, no se habla del espacio aéreo, no se habla de la recuperación del peñón a la integridad territorial de España. Se acuerda eliminar la verja, incluir a Gibraltar en espacio Schengen sin pertenecer a la UE, se acuerda que los gibraltareños gocen de la sanidad española, del tránsito y domicilio en España etc. y el Foreign Office acaba de hacer una declaración en la que deja claro que, además de todo esto, queda salvaguardada la soberanía de Gibraltar ¿En qué ha ganado España en la negociación?"
La ministra de Exteriores española anuncia que se «derriba la Verja» de Gibraltar, cuando lo que tenía que haberse derribado es la humillación de España y la existencia de una colonia que amputa parte del territorio español. Los políticos españoles, que son la parte más indecente de nuestra sociedad y de nuestra historia, han vuelto a jugárnosla: Gibraltar queda incorporado a la Europa sin fronteras, por obra y gracia de la España que padece la humillación de tener en su territorio la única colonia existente en Europa.
El Tratado de Utrech entregó a los ingleses, a principios del siglo XVIII, un Gibraltar casi inviable, aislado, sumamente costoso para la metrópolis y sin recursos para sobrevivir, pero los traidores políticos españoles, en lugar de recuperarlo, como era su deber, le regalaron todo lo que necesitaron para convertirse en un paraíso de prosperidad que encandila al depauperado sur de la provincia de Cádiz, donde los políticos españoles sólo han sabido desarrollar un próspero narcotráfico. El escándalo es mayúsculo y repugnante porque es rigurosamente cierto que los políticos españoles han tratado a Gibraltar mejor que a muchos territorios abandonados y maltratados de la propia España.
Los llanitos y sus amos, los ingleses, no han parado de violar el Tratado de Utrech, mediante el cual España cedió Gibraltar, ampliando sus tierras y sus aguas territoriales a costa de la soberanía española, que no ha hecho otra cosa que soportar el agravio y, además, otorgar todo tipo de facilidades a los ladrones.
España lo tenía ahora muy fácil porque sólo exigiendo el cumplimiento del Tratado de Utrech, la colonia caería. Como prostitutas complacientes, en lugar de respetar y hacer respetar aquellos tratados humillantes, les hemos regalado territorios, derechos, facilidades y viabilidad económica. Es el colmo de la imbecilidad ¿o quizás de la traición?
España ha hecho el ridículo en Gibraltar porque después de tres siglos de dominación británica, la colonia ha aumentado su territorio, robando territorio español, ha ganado nuevos derechos y facilidades no contemplados en el Tratado de Utrech (1703), ha convertido la frontera en una mentira escandalosamente permeable y ha conseguido privilegios, ventajas y formas de vida impensables para una colonia, todo por culpa de la torpeza, debilidad y cobardía de la clase política española.
Los políticos españoles han sido, históricamente, los grandes depredadores de la nación y los socialistas se llevan la palma en el triste y humillante asunto de Gibraltar. Felipe González, tras ganar las elecciones de 1982, abrió la verja y más tarde le dio a los gibraltareños todas las facilidades para que operaran un aeropuerto construido en territorio español y tuvieran miles de líneas telefónicas y suministros llevados desde España.
González y el PSOE deberían tener en monumento en el centro de Gibraltar por su vital ayuda a la colonia, siempre en detrimento de España. Pero nadie merece más que Pedro Sánchez ser condecorado como Caballero del Imperio Británico por haber regalado a Inglaterra todo lo que necesitaba en Gibraltar, que se convertirá en un coladero de ingleses privilegiados, por donde ya está entrando el coronavirus infeccioso "made in England".
Si la Corona y las Fuerzas armadas españolas admiten sin rechistar el acuerdo de Sánchez con el eterno enemigo de España, los ciudadanos españoles ya no tenemos nada bueno que esperar de ninguna de nuestras grandes instituciones. Debemos convencernos entonces de que España ha dejado de ser la patria común y no nos pertenece porque nos la han arrebatado los políticos.
El gobierno de Sánchez esgrime la excusa de que el acuerdo beneficia a la economía del campo de Gibraltar, pero no dice que esos beneficios e incluso otros nuevos, también se podían haber conseguido junto a concesiones y ventajas a las que España, cobarde y traidoramente, ha renunciado.
Ya sospechábamos el desastre al conocer la naturaleza de Pedro Sánchez, capaz de todo con tal de conservar el poder, y al contemplar el rostro de la ministra de Exteriores, con aspecto de teresiana retorcida, pero la realidad ha superado todos los temores porque la derrota española no podía haber sido peor.
Francisco Rubiales