El "zapaterismo" no está muerto en el PSOE, un partido que, a pesar de haber sido humillado en las urnas por los españoles, se resiste a abandonar esa forma de dirigir el partido y de gobernar, que nació como una esperanza de regeneración y como una reacción ante el hundimiento mundial de las izquierdas, pero que ha terminado siendo una de las peores enfermedades del socialismo mundial.
El "zapaterismo", rechazado masivamente por el pueblo español, después de su humillante derrota y de haber sido el causante directo de que el PP haya logrado el poder con mayoría absoluta, parecía estar ya preparado para ser enterrado en España, pero, a juzgar por los movimientos internos del PSOE, un partido que se niega a regenerarse e, incluso, a renovarse, parece que continuará vivo y construyendo la tumba final del socialismo español.
El "zapaterismo es, esencialmente, una forma de dirigir el partido y el gobierno en base al reparto de bienes y privilegios entre los suyos. Es una especie de "clientelismo" a gran escala, que utiliza el dinero público para ganarse la adhesión de aquellos a los que beneficia, empezando por sus propios militantes y cuadros, pero incorporando, también, al movimiento a colectivos que el partido coloniza y protege, como han sido los escritores y artistas de la ceja y la SGAE, los sindicalistas, los gays y las lesbianas, las feministas y los cientos de miles de familias alguno de cuyos miembros fueron generosamente colocados en el sector público. El "Zapaterismo" es, también, un radicalismo socialista con talante, una ingeniería social aguda aplicada con anestesia, cuyo fin es transformar la sociedad creando las condiciones necesarias para que los votos de una izquierda ampliada, subvencionada y dominante, siempre prevalezcan en las urnas y aseguren el poder.
Era una estrategia bien diseñada para triunfar y durar mucho tiempo, que cerraba los ojos ante la corrupción y perdonaba y otorgaba impunidad práctica a los gobernantes y gente influyente sus muchos errores y de abusos, entre los que destacan la utilización del dinero público para comprar voluntades y votos, la concesión de subvenciones, ayudas y ventajas a los amigos, la marginación, incluso ilegal y anticonstitucional, del adversario, la utilización de la Justicia y de l policía en beneficio del partido, el uso reiterado e intenso de la mentira como política de gobierno y una extensión forzosa de lo que ellos llaman "derechos", siempre orientados a beneficiar a sectores afines y colonizados para la izquierda. Sin embargo, cuando el despilfarro de Zapatero le cerró los grifos del crédito mundial y cuando la crisis impidió al Estado recaudar impuestos, todo el edificio se vino abajo con estrépito, causando a los socialistas una derrota humillante en las urnas, la peor de la etapa democrática.
El zapaterismo se expandió a través del tejido social español como un virus y llegó a infecta a capas y sectores que parecían inmunes, como banqueros, grandes fortunas, algunos colegios profesionales, amplios sectores de la Judicatura, funcionarios, enseñantes, etc., hasta que llegó la escasez de dinero y se produjo la debacle, ya que los antiguas apoyos, basados únicamente en el dinero y los privilegios, se volvieron hostiles cuando el partido no pudo asegurarles su dividendos y prebendas.
En la actual batalla para salir del foso, demasiados socialistas siguen adictos al "zapaterismo", practicando el engaño y negándose a reconocer culpa alguna en la derrota, atribuida por completo a la crisis. Los candidatos que contienden por el control del partido han sido cómplices directos de Zapatero y de sus errores y derrotas y no representan cambio alguno. Rubalcaba y Carme Chacón son dos claros discípulos del "zapaterismo", representantes ambos de dos generaciones socialistas que no han tenido la dignidad y la decencia de oponerse a los desmanes y abusos de Zapatero y de su gobierno, causantes de terribles daños y estragos a los españoles y a España, un país que, víctima de la mala gestión gubernamental, hoy se arrastra ante el mundo desarrollado como un pordiosero enfermo.
El "zapaterismo" ha arrebatado al PSOE lo que le quedaba de ideología y de principios, poniendo el partido al entero servicio del poder, único objetivo y única meta en la doctrina de ZP. Una vez perdido el poder, el "zapatrrismo", en buena lógica, carece de sentido y debía ser abandonado porque los españoles lo rechazan y es portador de fracaso y derrota, pero el partido, preso ya de esa estrategia de poder y privilegios, sigue abrazándolo, con lo que está cavando su tumba y apostando por convertirse, en el futuro, en un partido de segundo rango, minoritario dentro de la izquierda española.
El "zapaterismo", rechazado masivamente por el pueblo español, después de su humillante derrota y de haber sido el causante directo de que el PP haya logrado el poder con mayoría absoluta, parecía estar ya preparado para ser enterrado en España, pero, a juzgar por los movimientos internos del PSOE, un partido que se niega a regenerarse e, incluso, a renovarse, parece que continuará vivo y construyendo la tumba final del socialismo español.
El "zapaterismo es, esencialmente, una forma de dirigir el partido y el gobierno en base al reparto de bienes y privilegios entre los suyos. Es una especie de "clientelismo" a gran escala, que utiliza el dinero público para ganarse la adhesión de aquellos a los que beneficia, empezando por sus propios militantes y cuadros, pero incorporando, también, al movimiento a colectivos que el partido coloniza y protege, como han sido los escritores y artistas de la ceja y la SGAE, los sindicalistas, los gays y las lesbianas, las feministas y los cientos de miles de familias alguno de cuyos miembros fueron generosamente colocados en el sector público. El "Zapaterismo" es, también, un radicalismo socialista con talante, una ingeniería social aguda aplicada con anestesia, cuyo fin es transformar la sociedad creando las condiciones necesarias para que los votos de una izquierda ampliada, subvencionada y dominante, siempre prevalezcan en las urnas y aseguren el poder.
Era una estrategia bien diseñada para triunfar y durar mucho tiempo, que cerraba los ojos ante la corrupción y perdonaba y otorgaba impunidad práctica a los gobernantes y gente influyente sus muchos errores y de abusos, entre los que destacan la utilización del dinero público para comprar voluntades y votos, la concesión de subvenciones, ayudas y ventajas a los amigos, la marginación, incluso ilegal y anticonstitucional, del adversario, la utilización de la Justicia y de l policía en beneficio del partido, el uso reiterado e intenso de la mentira como política de gobierno y una extensión forzosa de lo que ellos llaman "derechos", siempre orientados a beneficiar a sectores afines y colonizados para la izquierda. Sin embargo, cuando el despilfarro de Zapatero le cerró los grifos del crédito mundial y cuando la crisis impidió al Estado recaudar impuestos, todo el edificio se vino abajo con estrépito, causando a los socialistas una derrota humillante en las urnas, la peor de la etapa democrática.
El zapaterismo se expandió a través del tejido social español como un virus y llegó a infecta a capas y sectores que parecían inmunes, como banqueros, grandes fortunas, algunos colegios profesionales, amplios sectores de la Judicatura, funcionarios, enseñantes, etc., hasta que llegó la escasez de dinero y se produjo la debacle, ya que los antiguas apoyos, basados únicamente en el dinero y los privilegios, se volvieron hostiles cuando el partido no pudo asegurarles su dividendos y prebendas.
En la actual batalla para salir del foso, demasiados socialistas siguen adictos al "zapaterismo", practicando el engaño y negándose a reconocer culpa alguna en la derrota, atribuida por completo a la crisis. Los candidatos que contienden por el control del partido han sido cómplices directos de Zapatero y de sus errores y derrotas y no representan cambio alguno. Rubalcaba y Carme Chacón son dos claros discípulos del "zapaterismo", representantes ambos de dos generaciones socialistas que no han tenido la dignidad y la decencia de oponerse a los desmanes y abusos de Zapatero y de su gobierno, causantes de terribles daños y estragos a los españoles y a España, un país que, víctima de la mala gestión gubernamental, hoy se arrastra ante el mundo desarrollado como un pordiosero enfermo.
El "zapaterismo" ha arrebatado al PSOE lo que le quedaba de ideología y de principios, poniendo el partido al entero servicio del poder, único objetivo y única meta en la doctrina de ZP. Una vez perdido el poder, el "zapatrrismo", en buena lógica, carece de sentido y debía ser abandonado porque los españoles lo rechazan y es portador de fracaso y derrota, pero el partido, preso ya de esa estrategia de poder y privilegios, sigue abrazándolo, con lo que está cavando su tumba y apostando por convertirse, en el futuro, en un partido de segundo rango, minoritario dentro de la izquierda española.