El rey Juan Carlos ha quebrado la imparcialidad y la neutralidad política a la que está obligado por la Constitución, al describir al actual presidente del gobierno y líder de los socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero como "Un hombre muy honesto, muy recto" y como "un ser humano íntegro".
Aunque sus palabras reflejaran la verdad o su honesta percepción del presidente del gobierno, constituyen un grave error del rey, cometido al tomar partido, al debilitar su papel de árbitro en el reino y al abandonar la neutralidad a la que está obligada la Corona, lo que aconseja que pronto abdique en su hijo.
El rey ha prestado a Zapatero un claro apoyo político público que es contrario a la letra y al espíritu de la Constitución, que reserva al rey un papel supremo en la cúspide del Estado y que implica neutralidad política y distancia con respecto al juego de los partidos políticos.
Si el error es grave, el momento elegido por el monarca para apoyar a Zapatero es, probablemente, el más inconveniente, cuando la otra parte de España, la representada por el partido de Rajoy, se debate en una crisis interna grave.
Es difícil entender el error primario del monarca. Quizás la única explicación es la del ministro Rubalcaba, según el cual el rey se encontraba en horas bajas al realizar sus declaraciones al periódico "El Mundo", unas palabras que le enfrentan innecesariamente por lo menos con los más de diez millones de ciudadanos que votaron a Rajoy en las últimas elecciones.
Si Rubalcaba tuviera razón y el rey estuvo con la guardia baja al hacer esas declaraciones, la conveniencia de que abdique en su hijo gana muchos enteros, ya que no conviene a España que la Jefatura del Estado esté en manos de alguien que se deja dominar por sus emociones y que comete deslices que, desde ese alto puesto institucional, pueden tener grandes y peligrosas consecuencias.
Aunque sus palabras reflejaran la verdad o su honesta percepción del presidente del gobierno, constituyen un grave error del rey, cometido al tomar partido, al debilitar su papel de árbitro en el reino y al abandonar la neutralidad a la que está obligada la Corona, lo que aconseja que pronto abdique en su hijo.
El rey ha prestado a Zapatero un claro apoyo político público que es contrario a la letra y al espíritu de la Constitución, que reserva al rey un papel supremo en la cúspide del Estado y que implica neutralidad política y distancia con respecto al juego de los partidos políticos.
Si el error es grave, el momento elegido por el monarca para apoyar a Zapatero es, probablemente, el más inconveniente, cuando la otra parte de España, la representada por el partido de Rajoy, se debate en una crisis interna grave.
Es difícil entender el error primario del monarca. Quizás la única explicación es la del ministro Rubalcaba, según el cual el rey se encontraba en horas bajas al realizar sus declaraciones al periódico "El Mundo", unas palabras que le enfrentan innecesariamente por lo menos con los más de diez millones de ciudadanos que votaron a Rajoy en las últimas elecciones.
Si Rubalcaba tuviera razón y el rey estuvo con la guardia baja al hacer esas declaraciones, la conveniencia de que abdique en su hijo gana muchos enteros, ya que no conviene a España que la Jefatura del Estado esté en manos de alguien que se deja dominar por sus emociones y que comete deslices que, desde ese alto puesto institucional, pueden tener grandes y peligrosas consecuencias.
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