La corrupción es la peor pesadilla de los partidos políticos españoles porque todos han caído en sus garras. Hasta ahora han podido ocultar ante el pueblo sus grandes pecados, pero el silencio nunca es eterno y la verdad termina siempre por aflorar. El Partido Popular, con el caso Bárcenas estallándole en las manos, tiene dos opciones: la primera es ocultar su gran pecado y protagonizar una huida hacia adelante, prorrogando su agonía y desafiando la indignación ciudadana; la segunda es hacerle frente a su propia pesadilla e iniciar la regeneraración del partido, un proceso que los españoles le agradecerían, pero que tal vez signifique diezmar las filas del partido y "liquidar" políticamente a por lo menos una veintena de cuadros del partido con mucho poder.
Es evidente que los españoles quieren la segunda opción, la única decente y digna en una sociedad libre y democrática, y que por fin alguien se atreva a abrir de par en par las puertas de la decencia y la regeneración para que penetre aire fresco y detergente en esa inmensa pocilga que son los partidos políticos españoles.
Todo indica que es cierto que dirigentes del PP han estado recibiendo sobres de dinero negro durante muchos años. Al parecer, era una práctica arrastrada desde los tiempos de Alianza Popular, que, según se dice, Rajoy y Cospedal han querido suprimir. Era dinero sucio, procedente de comisiones, donaciones y del cobro de un "impuesto revolucionario" que moralmente se diferenciaba poco del que cobraba ETA a los empresarios. Bárcenas, implicado en el caso Gürtel y con un claro horizonte carcelario, parece dispuesto a revelar miserias y suciedades de su partido si no le ayudan a librarse de las mazmorras. Es así de simple y así de sucio.
Pero que nadie se confunda. El PP no tiene la exclusiva de esa terrible corrupción que invalida la democracia interna y convierte a los partidos en lo peor de toda la sociedad y la nación. El PSOE, Izquierda Unida y los partidos nacionalistas tienen sus alforjas igualmente llenas de inmundicia: terrorismo de Estado, comisiones ilegales, apropiación de fondos reservados, venta de contratos públicos, recalificaciones, concesiones y subvenciones a cambio de dinero, EREs mafiosos y un largo etcétera que ha hecho de España el país más decadente, inmoral, antidemocrático y nauseabundo del mundo occidental.
España entera es un lodazal inmundo, pero existen diferencias notables entre el caso español y otros casos notables de corrupción registrados en el mundo desarrollado. En países como Italia y Grecia, la corrupción de la clase política podría ser un reflejo de la corrupción de la sociedad, pero en España es justo al revés: la sociedad, que era limpia y honrada, ha sido infectada desde las instituciones y los partidos políticos por una de las clases políticas mas indecentes y antidemocráticas del planeta, que se ha cargado sistemáticamente los valores y las buenas costumbres del pueblo. El contagio de la indecencia a la sociedad es otro "pecado" más de la casta política española, que se agrega a fechorías ya conocidas, como el despilfarro, el endeudamiento brutal, la pobreza, el desempleo, el mal gobierno generalizado, la injusticia y el mantenimiento de un Estado monstruoso e incosteable, plagado de amiguismo y nepotismo, donde sobran mas de 300.000 enchufados, todos ellos cobrando del erario público, sin aportar nada al bien común y sin otro mérito que poseer un carné de partido.
Los políticos, en España, son el principal obstáculo para la regeneración y el renacimiento de un país que ellos mismos han arruinado, desmoralizado y conducido hacia el fracaso y la infelicidad.
Es evidente que los españoles quieren la segunda opción, la única decente y digna en una sociedad libre y democrática, y que por fin alguien se atreva a abrir de par en par las puertas de la decencia y la regeneración para que penetre aire fresco y detergente en esa inmensa pocilga que son los partidos políticos españoles.
Todo indica que es cierto que dirigentes del PP han estado recibiendo sobres de dinero negro durante muchos años. Al parecer, era una práctica arrastrada desde los tiempos de Alianza Popular, que, según se dice, Rajoy y Cospedal han querido suprimir. Era dinero sucio, procedente de comisiones, donaciones y del cobro de un "impuesto revolucionario" que moralmente se diferenciaba poco del que cobraba ETA a los empresarios. Bárcenas, implicado en el caso Gürtel y con un claro horizonte carcelario, parece dispuesto a revelar miserias y suciedades de su partido si no le ayudan a librarse de las mazmorras. Es así de simple y así de sucio.
Pero que nadie se confunda. El PP no tiene la exclusiva de esa terrible corrupción que invalida la democracia interna y convierte a los partidos en lo peor de toda la sociedad y la nación. El PSOE, Izquierda Unida y los partidos nacionalistas tienen sus alforjas igualmente llenas de inmundicia: terrorismo de Estado, comisiones ilegales, apropiación de fondos reservados, venta de contratos públicos, recalificaciones, concesiones y subvenciones a cambio de dinero, EREs mafiosos y un largo etcétera que ha hecho de España el país más decadente, inmoral, antidemocrático y nauseabundo del mundo occidental.
España entera es un lodazal inmundo, pero existen diferencias notables entre el caso español y otros casos notables de corrupción registrados en el mundo desarrollado. En países como Italia y Grecia, la corrupción de la clase política podría ser un reflejo de la corrupción de la sociedad, pero en España es justo al revés: la sociedad, que era limpia y honrada, ha sido infectada desde las instituciones y los partidos políticos por una de las clases políticas mas indecentes y antidemocráticas del planeta, que se ha cargado sistemáticamente los valores y las buenas costumbres del pueblo. El contagio de la indecencia a la sociedad es otro "pecado" más de la casta política española, que se agrega a fechorías ya conocidas, como el despilfarro, el endeudamiento brutal, la pobreza, el desempleo, el mal gobierno generalizado, la injusticia y el mantenimiento de un Estado monstruoso e incosteable, plagado de amiguismo y nepotismo, donde sobran mas de 300.000 enchufados, todos ellos cobrando del erario público, sin aportar nada al bien común y sin otro mérito que poseer un carné de partido.
Los políticos, en España, son el principal obstáculo para la regeneración y el renacimiento de un país que ellos mismos han arruinado, desmoralizado y conducido hacia el fracaso y la infelicidad.