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El PSOE ya es comunista



España está hoy gobernada por un partido comunista llamado PSOE, que ha cambiado su esencia ideológica bajo los mandatos de Zapatero y Pedro Sánchez. El objetivo de los socialistas no es ya aquel de la socialdemocracia que pretendía empujar la democracia hacia la izquierda dotándola de sentido social y amor a la igualdad, sino el de construir una sociedad nueva, que sustituya a la democracia, con predominio absoluto del Estado sobre el individuo y con una redefinición de las libertades y derechos individuales.

Es cierto que el socialismo español no ha asumido todos los rasgos del comunismo tradicional, como son la tiranía abierta, la supresión de la democracia, el control pleno del poder judicial y la liquidación de todas las libertades individuales, pero también es cierto que comparte los rasgos básicos del comunismo, desde la adoración del Estado al intervencionismo, el acoso a la libertad individual y de empresa, la prostitución de la democracia, la acaparación insaciable de dinero y poder por parte del gobierno y el firme propósito de acabar con el actual sistema para sustituirlo por otro diametralmente opuesto, donde el poder se concentre en el Estado y en un partido hegemónico, dueño permanente del poder.

Eso, aquí y en Pekín, es comunismo en construcción.
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Las alianzas de Pedro Sánchez con los golpistas catalanes que odian a España, con los proetarras de BILDU y con los comunistas totalitarios de Podemos, sólo se explican porque el PSOE está infectado de comunistas y que esos comunistas, travestidos de socialdemócratas, han conseguido alejar al PSOE de la democracia. La transformación del PSOE ha sido tan profunda que hoy el peligro comunista no se identifica con el viejo PC, casi extinguido, sino con un socialismo que ha arrebatado a los viejos comunistas la hoz y el martillo. Si España fuera una democracia y el partido en el poder fuera democrático, las alianzas con los comunistas, los pro-terroristas y los que odian a España habrían sido imposibles. El aberrante gobierno Frankenstein actual es el resultado del asesinato de la socialdemocracia dentro del PSOE y del abrazo al comunismo.

El PSOE renunció formalmente al marxismo después del congreso de Suresnes, impulsado por Felipe González, pero muchos socialistas marxistas mantuvieron su ideología intacta pensando que la postura de González era un gesto electoral. El comunismo vivió larvado dentro del PSOE hasta que el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, sin reconocerlo oficialmente, abrazó de nuevo esa doctrina, considerada por la mayoría de los historiadores y expertos como la más fracasada, cruel y asesina de la Historia.

Con Pedro Sánchez, poseedor de los mismos rasgos ególatras y tiránicos que tuvieron Lenin, Stalin, Mao y otros líderes comunistas, el bautismo comunista del PSOE, aunque nunca reconocido oficialmente porque eso les restaría votos, la inmersión del socialismo español en el comunismo activo es una realidad. Bajo Sánchez, todo está al servicio del poder y de la transformación radical de España, cueste lo que cueste. El resto no cuenta o importa poco.

Nunca han existido diferencias sustanciales entre socialismo y comunismo. La única diferencia es el camino elegido para alcanzar el poder. El comunismo lo hace mediante un golpe de Estado o una toma del poder directa, mientras que el socialismo está obligado a lograr el poder a través de las urnas, lo que le obliga a disimular su verdadera naturaleza. Una vez alcanzado el poder, son la misma cosa: el dominio absoluto del Estado y el fin de la democracia y de las libertades y derechos básicos, sin otro poder de decisión que el de los líderes que se han apoderado del Estado.

El 25 de enero de 2006, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó la Resolución 1481, con el título “Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas“. La resolución señalaba una verdad objetiva: “Los regímenes comunistas totalitarios que gobernaron en Europa central y oriental en el siglo pasado y que todavía están en el poder en varios países del mundo, se han caracterizado, sin excepción, por violaciones masivas de los derechos humanos.” Con esta resolución la Asamblea también condenó “enérgicamente las violaciones masivas de derechos humanos cometidas por los regímenes comunistas totalitarios”, y expresó su “simpatía, comprensión y reconocimiento a las víctimas de estos crímenes”. La resolución fue aprobada con 99 votos a favor, 42 en contra y 12 abstenciones.

Lo sorprendente fue que el PSOE español, comandado entonces por Zapatero, alegó “falta de análisis” para negarse a condenar esos crímenes, una decisión que los medios más próximos al poder ocultaron.

El PSOE pasaba por ser un partido demócrata y constitucionalista sin tacha, pero sorprendió a la opinión pública española e internacional, con Pedro Sánchez como presidente, abrazando a los comunistas de Podemos como socios, apoyados por los golpistas catalanes llenos de odio a España, los proetarras de BILDU y oras fuerzas mercenarias y ávidas de dinero y privilegios, como el PNV vasco.

Ese revoltijo de partidos, llenos de odio, ajenos a la democracia y desprovistos de amor a España, está liderado por el sanchismo, que es marxista pragmático y no tiene más ideología que el ejercicio del poder, sin respeto a obstáculo alguno.

El 2 de abril de 2009, el Parlamento Europeo aprobó una resolución “sobre la conciencia europea y el totalitarismo”, que señalaba lo siguiente: “Europa no estará unida hasta que no sea capaz de establecer una visión común sobre su historia, que reconozca el nazismo y el estalinismo y los regímenes fascistas y comunistas como un legado común, y lleve a cabo un debate honesto y en profundidad sobre todos los crímenes perpetrados por todos estos regímenes en el siglo pasado”. El texto también afirmaba “su convencimiento de que el objetivo final de la divulgación y de la evaluación de los crímenes perpetrados por los regímenes totalitarios comunistas es la reconciliación”.

El PSOE, ya infiltrado por miles de comunistas, luchó por introducir un texto que borraba casi todas las menciones al comunismo. Apoyado por otros partidos socialistas, el PSOE luchó por aprobar una resolución alternativa que omitía casi todas las referencias al comunismo, incluso llegando a afirmar que “a pesar de ciertas analogías, el nazismo y el estalinismo tuvieron un carácter esencialmente distinto“. Finalmente, esta redacción alternativa decayó por falta de apoyos.

Pero no son estos ejemplos los únicos reflejos del deslizamiento del PSOE hacia el comunismo. La principal prueba es su pragmatismo feroz, alejado de todo respeto a la democracia, una doctrina que le ha llevado a la alianza con la parte más desleal y antiespañola del espectro político y a contraer con los partidos antiespañoles compromisos secretos que el propio Sánchez se niega a desvelar, alejándose de ese modo con lo que constituye la esencia de la socialdemocracia, que es el respeto inquebrantable a las leyes democráticas y el deber irrenunciable de someter a ella el socialismo.

El sanchismo avanza, como lo hace el comunismo, cobijado en un Estado fuerte que rechaza controles y límites, hacia la dictadura y el cambio drástico de la sociedad, sin respeto a los frenos y contrapesos que establece la democracia para cerrar el paso, precisamente, a los tiranos. Ni siquiera la Constitución parece ser freno eficaz para detener a los de Sánchez.

En Estados Unidos, cuyos servicios secretos tienen a España infiltrada hasta la médula porque conocen el valor estratégico y geopolítico de la tierra española, saben y han asumido que el sanchismo es tan comunista como los dictadores de Cuba o Venezuela y ya han tomado medidas para aislar a España y hacerle pagar caro su deslizamiento hacia el lado oscuro.

Tanto con Trump como con Biden, España es considerada por Estados Unidos como un país nada fiable y ajeno a los valores y principios comunes que rigen en el bloque occidental democrático.

Francisco Rubiales


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Lunes, 25 de Octubre 2021
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