El PSOE podría haber permitido, con la abstención de algunos de sus miembros, la presidencia de Rajoy, al que podría haber controlado y desgastado desde una oposición que, por primera vez en la España actual, gobernaría tanto o mas que el partido que se sienta en el Consejo de Ministros.
El PSOE podría haber resurgido controlando el poder desde la oposición. Ha sido una oportunidad perdida para demostrar que también se puede gobernar sin ser gobierno.
Esa oportunidad, que seguramente no volverá a presentarse en muchas décadas, habría servido para demostrar que abstenerse no es apoyar, que desbloquear España era un gran servicio a la nación y que se puede gobernar e imponer políticas de valor y regeneración desde una oposición fuerte e inteligente a un gobierno aíslado y débil, como habría sido el minoritario de Mariano Rajoy.
El PSOE de Sánchez pudo haber sido, durante la legislatura, el verdadero poder y el férreo controlador de un Rajoy que, prisionero en un Consejo de Ministros impotente, tendría que pedir favores y concesiones cada vez que quisiera dar un paso.
Hasta el inepto y rechazado Zapatero parece haber descubierto la ruta que debería haber emprendido un Sánchez demasiado obsesionado por el poder y capaz de haber tratado a los españoles como rehenes porque él quiere conseguir, como sea, ser presidente.
La oposición fuerte del PSOE de Sánchez habría sido una nueva experiencia en la democracia española, siempre controlada, hasta ahora, por gobiernos sólidos con o sin mayoría absoluta. La oposición podría haber impuesto condiciones, exigido políticas e impulsado las reformas y la regeneración que el país necesita, provocando el agradecimiento y el apoyo de una ciudadanía española que le premiaría por haber evitado las terceras elecciones y por haber obligado al arrogante PP a poner en práctica medidas de cambio necesarias.
Pero la torpeza de Sánchez es sublime y la cobardía del PSOE y de sus barones ha sido sorprendente, permitiendo que un inepto obsesionado por el poder imponga sus tesis demenciales a todo el partido y que se decepciones millones de sus votantes.
Francisco Rubiales
El PSOE podría haber resurgido controlando el poder desde la oposición. Ha sido una oportunidad perdida para demostrar que también se puede gobernar sin ser gobierno.
Esa oportunidad, que seguramente no volverá a presentarse en muchas décadas, habría servido para demostrar que abstenerse no es apoyar, que desbloquear España era un gran servicio a la nación y que se puede gobernar e imponer políticas de valor y regeneración desde una oposición fuerte e inteligente a un gobierno aíslado y débil, como habría sido el minoritario de Mariano Rajoy.
El PSOE de Sánchez pudo haber sido, durante la legislatura, el verdadero poder y el férreo controlador de un Rajoy que, prisionero en un Consejo de Ministros impotente, tendría que pedir favores y concesiones cada vez que quisiera dar un paso.
Hasta el inepto y rechazado Zapatero parece haber descubierto la ruta que debería haber emprendido un Sánchez demasiado obsesionado por el poder y capaz de haber tratado a los españoles como rehenes porque él quiere conseguir, como sea, ser presidente.
La oposición fuerte del PSOE de Sánchez habría sido una nueva experiencia en la democracia española, siempre controlada, hasta ahora, por gobiernos sólidos con o sin mayoría absoluta. La oposición podría haber impuesto condiciones, exigido políticas e impulsado las reformas y la regeneración que el país necesita, provocando el agradecimiento y el apoyo de una ciudadanía española que le premiaría por haber evitado las terceras elecciones y por haber obligado al arrogante PP a poner en práctica medidas de cambio necesarias.
Pero la torpeza de Sánchez es sublime y la cobardía del PSOE y de sus barones ha sido sorprendente, permitiendo que un inepto obsesionado por el poder imponga sus tesis demenciales a todo el partido y que se decepciones millones de sus votantes.
Francisco Rubiales
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