Por traicionar las ideas y aspiraciones de sus votantes y, como es habitual en los partidos obsesionados por el poder, por anteponer los intereses propios a los de la ciudadanía, el Partido Popular de Cataluña, de la mano de Joseph Piqué, parece herido de muerte y en caída libre, una tendencia que podría llevarle hasta la desaparición en poco más de una legislatura.
La última “gesta” del PPC merece un sitio en la historia del desatino: Ante la intención del partido “Ciudadanos” de que se oiga de nuevo el español en la Cámara, Piqué ha advertido que "hay que evitar la provocación y la confrontación lingüística". "Sería una impostura y una muestra de oportunismo político que yo en el Parlament me pusiera a hablar en castellano", ha dicho el dirigente del PP. Horas después de las declaraciones de Piqué, el nuevo tripartito ha dejado claras sus intenciones en política lingüística, otorgando esa competencia a Carod Rovira.
La irrupción de “Ciudadanos” en el panorama político catalán, aportando frescura, valentía, conexión con la ciudadanía y sentido democrático auténtico, representa una amenaza para el PPC, pero también para el PSC, dos partidos de ámbito nacional que, en Cataluña, han sucumbido a la tentación nacionalista y han sido incapaces de defender los principios y valores básicos de la democracia, como son la libertad individual frente al Estado y los derechos fundamentales del individuo, amenazados en tierras catalanas por una Generalitat autoritaria, intervencionista y con demasiados “tics” prefascistas.
Si el PP se hubiera atrevido a defender el uso del idioma español en Cataluña, ilegalmente marginado y hasta perseguido, los derechos de los padres a que sus hijos reciban una educación bilingüe y, en general, la importancia del ciudadano en una pseudodemocracia catalana que lo margina y en la que los partidos políticos han acaparado más poder de lo que aconseja la prudencia, es probable que hubiera obtenido más de 20 escaños en las últimas elecciones.
La entrada en escena de "Ciudadanos” es, sencillamente, la reacción cívica ante las carencias y vacíos que han dejado los socialistas y populares en Cataluña, donde el complejo y la cobardía les han degradado y desprestigiado.
La última “gesta” del PPC merece un sitio en la historia del desatino: Ante la intención del partido “Ciudadanos” de que se oiga de nuevo el español en la Cámara, Piqué ha advertido que "hay que evitar la provocación y la confrontación lingüística". "Sería una impostura y una muestra de oportunismo político que yo en el Parlament me pusiera a hablar en castellano", ha dicho el dirigente del PP. Horas después de las declaraciones de Piqué, el nuevo tripartito ha dejado claras sus intenciones en política lingüística, otorgando esa competencia a Carod Rovira.
La irrupción de “Ciudadanos” en el panorama político catalán, aportando frescura, valentía, conexión con la ciudadanía y sentido democrático auténtico, representa una amenaza para el PPC, pero también para el PSC, dos partidos de ámbito nacional que, en Cataluña, han sucumbido a la tentación nacionalista y han sido incapaces de defender los principios y valores básicos de la democracia, como son la libertad individual frente al Estado y los derechos fundamentales del individuo, amenazados en tierras catalanas por una Generalitat autoritaria, intervencionista y con demasiados “tics” prefascistas.
Si el PP se hubiera atrevido a defender el uso del idioma español en Cataluña, ilegalmente marginado y hasta perseguido, los derechos de los padres a que sus hijos reciban una educación bilingüe y, en general, la importancia del ciudadano en una pseudodemocracia catalana que lo margina y en la que los partidos políticos han acaparado más poder de lo que aconseja la prudencia, es probable que hubiera obtenido más de 20 escaños en las últimas elecciones.
La entrada en escena de "Ciudadanos” es, sencillamente, la reacción cívica ante las carencias y vacíos que han dejado los socialistas y populares en Cataluña, donde el complejo y la cobardía les han degradado y desprestigiado.