Después del fracaso y el ridículo cosechados en Buenos Aires, donde la candidatura española fue despreciada y derrotada de manera contundente por los representantes del deporte mundial, reflejando así el escaso aprecio que se le tiene a España en el mundo, Rajoy, en lugar de hablar de regeneración y de empujar a su partido hacia la decencia, habla de ganar elecciones, demostrando asñi que los grandes partidos de la falsa democracia española carecen de ideología y de valores y que no tienen otra meta que el disfrute del poder y de sus privilegios.
Aunque las causas de la derrota española ante el COI pueden ser múltiples, lo razonable es concluir que nuestro país, marcado por la ruina económica, el desempleo y la corrupción, carece del peso y del prestigio internacional necesarios para recibir el premio de organizar unos juegos olímpicos. Haber otorgado a Madrid la organización de las Olimpiadas del 2020 habría significado premiar una forma pervertida de hacer las cosas y una gestión política que los mismos ciudadanos repudian, marcada por el despilfarro, el endeudamiento vertiginoso, el escaso respeto a la verdadera democracia, el engaño y la marginación ciudadana.
Rajoy, ante el durísimo desgaste de su partido por el caso Bárcenas y por sus incumplimientos electorales, un desgaste que será todavía más intenso después del fracaso olímpico, se ha apresurado a dar instrucciones al PP para que se movilice ya ante las elecciones europeas de mayo y haga lo posible por ganarlas, frenando el voto de castigo que amenaza al partido gobernante en España.
La verdad es que no es, precisamente, una movilización para ganar elecciones lo que necesita el Partido Popular, sino una revolución interna, que incluya una renovación profunda y un cambio de rumbo, para adecentarse y poder presentarse ante los españoles como un partido democrático, limpio y capaz de devolver la ilusión y la esperanza que ha arrebatado a los ciudadanos con su mal gobierno, sus mentiras, corrupciones y abuso de poder.
Es cierto que el PSOE necesita la misma renovación y un cambio igual o mas profundo para recuperar la confianza de los españoles, perdida ante la estupidez de Zapatero, su persistente destrucción de la nación y la nula democracia de los anteriores gobiernos socialistas, que han convertido la política en un ejercicio degradado por la injusticia, el abuso de poder y la corrupción, pero las quejas y exigencias de los ciudadanos, en este momento, son mas intensas con el PP, el partido que gobierna y el que maneja el presupuesto y todos los grandes poderes y recursos del Estado, un partido que en campaña prometió renovación, regeneración, limpieza, austeridad e impuestos bajos, desplegando tras su victoria electoral una política diametralmente opuesta, que ha servido para decepcionar, desmoralizar y empujar más todavía a España hacia su postración y derrota.
Los ciudadanos no deberíamos permitir tanta decadencia y degradación. Son los ciudadanos y no los políticos los que deben movilizarse para que las urnas no vuelvan a otorgar poder a partidos que han demostrado hasta la saciedad su incompetencia para gobernar, su desprecio a los valores, su inmensa distancia de la democracia y su nulo respeto al ciudadano y a la patria.
Aunque las causas de la derrota española ante el COI pueden ser múltiples, lo razonable es concluir que nuestro país, marcado por la ruina económica, el desempleo y la corrupción, carece del peso y del prestigio internacional necesarios para recibir el premio de organizar unos juegos olímpicos. Haber otorgado a Madrid la organización de las Olimpiadas del 2020 habría significado premiar una forma pervertida de hacer las cosas y una gestión política que los mismos ciudadanos repudian, marcada por el despilfarro, el endeudamiento vertiginoso, el escaso respeto a la verdadera democracia, el engaño y la marginación ciudadana.
Rajoy, ante el durísimo desgaste de su partido por el caso Bárcenas y por sus incumplimientos electorales, un desgaste que será todavía más intenso después del fracaso olímpico, se ha apresurado a dar instrucciones al PP para que se movilice ya ante las elecciones europeas de mayo y haga lo posible por ganarlas, frenando el voto de castigo que amenaza al partido gobernante en España.
La verdad es que no es, precisamente, una movilización para ganar elecciones lo que necesita el Partido Popular, sino una revolución interna, que incluya una renovación profunda y un cambio de rumbo, para adecentarse y poder presentarse ante los españoles como un partido democrático, limpio y capaz de devolver la ilusión y la esperanza que ha arrebatado a los ciudadanos con su mal gobierno, sus mentiras, corrupciones y abuso de poder.
Es cierto que el PSOE necesita la misma renovación y un cambio igual o mas profundo para recuperar la confianza de los españoles, perdida ante la estupidez de Zapatero, su persistente destrucción de la nación y la nula democracia de los anteriores gobiernos socialistas, que han convertido la política en un ejercicio degradado por la injusticia, el abuso de poder y la corrupción, pero las quejas y exigencias de los ciudadanos, en este momento, son mas intensas con el PP, el partido que gobierna y el que maneja el presupuesto y todos los grandes poderes y recursos del Estado, un partido que en campaña prometió renovación, regeneración, limpieza, austeridad e impuestos bajos, desplegando tras su victoria electoral una política diametralmente opuesta, que ha servido para decepcionar, desmoralizar y empujar más todavía a España hacia su postración y derrota.
Los ciudadanos no deberíamos permitir tanta decadencia y degradación. Son los ciudadanos y no los políticos los que deben movilizarse para que las urnas no vuelvan a otorgar poder a partidos que han demostrado hasta la saciedad su incompetencia para gobernar, su desprecio a los valores, su inmensa distancia de la democracia y su nulo respeto al ciudadano y a la patria.