Si quiere ser una alternativa real de gobierno, si quiere evitar que cientos de miles de votantes emigren hacia otras opciones más democráticas y firmes como UPyD, si quiere ganar las próximas elecciones, el Partido Popular necesita democratizarse. El PSOE puede eludir ese compromiso porque la izquierda española jamás se ha sentido democrática, pero el PP no puede.
En la coyuntura actual, el PP está obligado a optar no entre Rajoy y otro presidente, sino a decidir si se convertirse en un partido democrático o sigue siendo lo que hoy es: una organización vertical, autoritaria, entregada al culto del poder, controlada férreamente por la élite profesional que ocupa la cúspide y con su militancia marginada y sometida.
Aunque los políticos profesionales y "hooligans" que se sienten a gusto en la partitocracia actual se nieguen a verlo, la lucha no es ya entre derecha e izquierda sino entre demócratas y totalitarios. Si el PP se democratiza, tiene ganado el futuro.
El PP se ha desideologizado en los últimos años e, imitando a la izquierda, se ha convertido en una maquinaria sin más ideas que la conquista y el control del poder, olvidando que la verdadera derecha posee rasgos propios, principios firmes y tradiciones de enorme riqueza, como la liberal, creadora de la moderna democracia.
Quizás la clave de ese asesinato de las ideología perpetrado por las élites del PP esté en que muchos de sus actuales dirigentes tienen un pasado de transfugas, tras haber militado antes en otros partidos, desengañados y con el firme propósito de profesionalizarse, escalar puestos en la cúspide y vivir de la política.
El problema de la derecha española no es que sea la heredera del Franquismo, sino que hoy no es heredera de nada y que cada día se parece más a su gran adversario, el PSOE, con el que comparte la responsabilidad de tutelar en España una democracia degradada que ha marginado a los ciudadanos y que, desde los grandes partidos, ha sido traicioneramente transformada en una oligocracia.
Aquel "dedazo" de Aznar designando a Rajoy su sucesor, al final de su mandato, fue la última cacicada que la derecha española pudo soportar. A partir de entonces, la sociedad española, sobre todo la parte que es más proclive a votar a la derecha, ha tomado conciencia de que, ante el horroroso declive político que afecta al país, lo más urgente es regenerar la democracia, convertida por los partidos en un basurero.
Rajoy, aunque quiera, no puede seguir dirigiendo a su partido como si fuera "el jefe" indiscutible. No tiene más remedio que democratizarlo. Si no lo hace, el PP, que hoy es un gran partido, perderá dos millones de votos en las próximas elecciones, casi todos recogidos por UPyD, un partido que ya defiende con más fidelidad que Rajoy los postulados de la democracia y la decencia política.
Por lo pronto, algunos militantes del PP están moviendo el timón hacia la democracia, empezando por internet, donde hay dos páginas nuevas que apuestan por la democracia y el debate: la primera es democracia en el pp y la segunda es esperanza 2012
Que los Rajoy, Arenas, Acebes, Camps y otros baluartes del autoritarismo en la derecha empiecen a tomar nota.
En la coyuntura actual, el PP está obligado a optar no entre Rajoy y otro presidente, sino a decidir si se convertirse en un partido democrático o sigue siendo lo que hoy es: una organización vertical, autoritaria, entregada al culto del poder, controlada férreamente por la élite profesional que ocupa la cúspide y con su militancia marginada y sometida.
Aunque los políticos profesionales y "hooligans" que se sienten a gusto en la partitocracia actual se nieguen a verlo, la lucha no es ya entre derecha e izquierda sino entre demócratas y totalitarios. Si el PP se democratiza, tiene ganado el futuro.
El PP se ha desideologizado en los últimos años e, imitando a la izquierda, se ha convertido en una maquinaria sin más ideas que la conquista y el control del poder, olvidando que la verdadera derecha posee rasgos propios, principios firmes y tradiciones de enorme riqueza, como la liberal, creadora de la moderna democracia.
Quizás la clave de ese asesinato de las ideología perpetrado por las élites del PP esté en que muchos de sus actuales dirigentes tienen un pasado de transfugas, tras haber militado antes en otros partidos, desengañados y con el firme propósito de profesionalizarse, escalar puestos en la cúspide y vivir de la política.
El problema de la derecha española no es que sea la heredera del Franquismo, sino que hoy no es heredera de nada y que cada día se parece más a su gran adversario, el PSOE, con el que comparte la responsabilidad de tutelar en España una democracia degradada que ha marginado a los ciudadanos y que, desde los grandes partidos, ha sido traicioneramente transformada en una oligocracia.
Aquel "dedazo" de Aznar designando a Rajoy su sucesor, al final de su mandato, fue la última cacicada que la derecha española pudo soportar. A partir de entonces, la sociedad española, sobre todo la parte que es más proclive a votar a la derecha, ha tomado conciencia de que, ante el horroroso declive político que afecta al país, lo más urgente es regenerar la democracia, convertida por los partidos en un basurero.
Rajoy, aunque quiera, no puede seguir dirigiendo a su partido como si fuera "el jefe" indiscutible. No tiene más remedio que democratizarlo. Si no lo hace, el PP, que hoy es un gran partido, perderá dos millones de votos en las próximas elecciones, casi todos recogidos por UPyD, un partido que ya defiende con más fidelidad que Rajoy los postulados de la democracia y la decencia política.
Por lo pronto, algunos militantes del PP están moviendo el timón hacia la democracia, empezando por internet, donde hay dos páginas nuevas que apuestan por la democracia y el debate: la primera es democracia en el pp y la segunda es esperanza 2012
Que los Rajoy, Arenas, Acebes, Camps y otros baluartes del autoritarismo en la derecha empiecen a tomar nota.
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