El Partido popular empieza a sentirse a gusto "aislado" en la política española, a juzgar por las opiniones de los expertos y estrategas al servicio del partido, según los cuales la política de "todos contra el PP", impulsada por Zapatero, les beneficia.
Los estrategas populares sostienen que la soledad del PP empieza a ser electoralmente beneficiosa porque está despertando el sentimiento de "protección al débil" en la sociedad española y se está volviendo en contra de los que la impulsaron y patrocinaron, especialmente de Zapatero, su más entusiasta defensor.
"Los socialistas también se han dado cuenta ya que el aislamiento y el acoso nos benefician y están haciendo esfuerzos desesperados por incorporarnos a su estrategia frente al terrorismo o a cualquier otro de sus proyectos políticos", me comenta un alto dirigente andaluz del PP.
Otro síntoma de que el PSOE está imprimiendo un giro a su estrategia y un urgente "marcha atrás" en su intento de aislar al PP y dejarle sólo en la política española, para impedirle que pueda alcanzar el poder, es que los dirigentes socialistas acusan ahora al PP de querer aislarse, cuando han sido ellos los que llevan dos años aislándolo.
El electorado español empieza a percibir que España está política dividida en dos bandos: en una parte el Partido Popular y en la otra todos los demás, lo cual es bueno para el "solitario", que empieza a adquirir perfiles de héroe acosado, y peligroso para el paquete de "los demás", cuya imagen tiene a ser la de los pandilleros y matones que abusan del "débil".
Las sociedades suelen reaccionar siempre en política amparando al débil frente al fuerte. Ese es un principio archiconocido en marketing político. El mejor ejemplo en España de ese fenómeno quizas fuera el ocurrido en pleno "escándalo Guerra", en tiempos del Felipismo, cuando la popularidad de Alfonso Guerra, acosado por los excesos de su hermano Juan en la Delegación del Gobierno de Andalucía, aumentó en lugar de hundirse, impulsada por una fuerte corriente de apoyo popular.
Lo mismo está ocurriendo con el PP, al que muchos ciudadanos ven como un "baluarte" antiterrorista frente a la permisividad y el "pasteleo" de los demás partidos, capaces de pactar entre ellos a pesar de que les separan enormes diferencias ideológicas y hasta diferentes conceptos del Estado y de la unidad de España.
Los estrategas populares sostienen que la soledad del PP empieza a ser electoralmente beneficiosa porque está despertando el sentimiento de "protección al débil" en la sociedad española y se está volviendo en contra de los que la impulsaron y patrocinaron, especialmente de Zapatero, su más entusiasta defensor.
"Los socialistas también se han dado cuenta ya que el aislamiento y el acoso nos benefician y están haciendo esfuerzos desesperados por incorporarnos a su estrategia frente al terrorismo o a cualquier otro de sus proyectos políticos", me comenta un alto dirigente andaluz del PP.
Otro síntoma de que el PSOE está imprimiendo un giro a su estrategia y un urgente "marcha atrás" en su intento de aislar al PP y dejarle sólo en la política española, para impedirle que pueda alcanzar el poder, es que los dirigentes socialistas acusan ahora al PP de querer aislarse, cuando han sido ellos los que llevan dos años aislándolo.
El electorado español empieza a percibir que España está política dividida en dos bandos: en una parte el Partido Popular y en la otra todos los demás, lo cual es bueno para el "solitario", que empieza a adquirir perfiles de héroe acosado, y peligroso para el paquete de "los demás", cuya imagen tiene a ser la de los pandilleros y matones que abusan del "débil".
Las sociedades suelen reaccionar siempre en política amparando al débil frente al fuerte. Ese es un principio archiconocido en marketing político. El mejor ejemplo en España de ese fenómeno quizas fuera el ocurrido en pleno "escándalo Guerra", en tiempos del Felipismo, cuando la popularidad de Alfonso Guerra, acosado por los excesos de su hermano Juan en la Delegación del Gobierno de Andalucía, aumentó en lugar de hundirse, impulsada por una fuerte corriente de apoyo popular.
Lo mismo está ocurriendo con el PP, al que muchos ciudadanos ven como un "baluarte" antiterrorista frente a la permisividad y el "pasteleo" de los demás partidos, capaces de pactar entre ellos a pesar de que les separan enormes diferencias ideológicas y hasta diferentes conceptos del Estado y de la unidad de España.