¿Adversarios o cómplices?
La imagen de Feijóo, empeñado en una fuga hacia el centro que le otorgue mayoría para gobernar, al mismo tiempo que proyecta una lamentable imagen de tiranía antidemocrática creando un cinturón sanitario en torno a un partido legal y respetuoso con el orden democrático, como VOX, tiene como punto débil su blandura, su hipocresía y su falta de coraje a la hora de hacer frente al sanchismo, que es el mayor drama destructor de España cien veces más que VOX.
El PP exhibe ante los españoles un recital de cobardía a la que llama moderación. En Andalucía, por ejemplo, Juanma Moreno, experto en querer curar el cáncer con tiritas y paños calientes, es desesperantemente lento a la hora de liquidar la mafia de chiringuitos subvencionados heredada de los socialistas, a la mayoría de los cuales no se atreve a destituir de los puestos claves que todavía ocupan.
Aunque el PP está ganando una elección tras otra, en Galicia, Madrid, Castilla León y Andalucía, se trata más de derrotas del sanchismo que de victorias claras del PP. Los votos son prestados y no serán del PP hasta que los españoles no vean a ese partido sólidamente opuesto al socialismo depredador de Sánchez, realmente libre de corrupción y sin la actual contaminación socialdemócrata.
Los españoles tienen que ver con claridad que el PP es adversario real del totalitarismo y de la pandilla de enemigos de España que acompañan a Sánchez en su gobierno, desde antiguos etarras asesinos a totalitarios comunistas, sin olvidar a golpistas y mercenarios vascos, dispuestos a vender su alma a cambio de poder y dinero.
En el pasado, los españoles han visto demasiadas conspiraciones y comportamientos similares entre el PP y el PSOE: acoso a VOX, tolerancia con los corruptos, negociaciones con los vascos y catalanes para comprar votos, subidas de sueldos para los políticos, acordadas entre ambos, incremento de privilegios y hasta sólidas sospechas de alternancia pactada en en la ocupación de la Moncloa.
Las sospechas de "tongo" entre el PP y el PSOE es una de las razones que han potenciado a VOX y a Podemos, partidos aupados por los indignados que no se fiaban de socialistas y peperos.
En el presente, ante el asalto demoledor contra España que está protagonizando el histérico y enloquecido Pedro Sánchez, que ve llegar su derrota, la oposición del PP, con Feijóo al frente, es débil, cobarde y poco creíble. Es tanto el daño que Sánchez está haciendo a España, que la predisposición a pactar y a negociar de Feijóo representa una traición para muchos españoles de bien, que creen con razón que la única solución frente a un monstruo devorador es acabar con él.
El criterio de que los del PP amagan pero no dan y al final compadreo con el Gobierno Frankenstein está siendo asumido por millones de españoles indignados, en su mayoría demócratas, bien informados y cultos. Lo ocurrido en Tribunal de Cuentas es una prueba, pero hay otras decenas de ejemplos de compadreo y acuerdos que se esconden a la opinión pública.
El gesto de Rajoy, al ser elegido por los españoles con mayoría absoluta para que acabara con lo construido por el nefasto Zapatero, al que condecoró en lugar de condenarlo y cuyas leyes más miserables, incluyendo la de Memoria Histórica, dejó intactas, es el ejemplo más evidente de que el PP y el PSOE son "íntimos amigos" en demasiadas suciedades.
Cada vez que el PP salva al PSOE con su voto, ya sea dando la cara o con la equivocación de un diputado insignificante, millones de españoles sienten asco compartido por los dos grandes partidos, ambos culpables en realidad de la actual decadencia, empobrecimiento y postración de esta gran nación.
Francisco Rubiales
El PP exhibe ante los españoles un recital de cobardía a la que llama moderación. En Andalucía, por ejemplo, Juanma Moreno, experto en querer curar el cáncer con tiritas y paños calientes, es desesperantemente lento a la hora de liquidar la mafia de chiringuitos subvencionados heredada de los socialistas, a la mayoría de los cuales no se atreve a destituir de los puestos claves que todavía ocupan.
Aunque el PP está ganando una elección tras otra, en Galicia, Madrid, Castilla León y Andalucía, se trata más de derrotas del sanchismo que de victorias claras del PP. Los votos son prestados y no serán del PP hasta que los españoles no vean a ese partido sólidamente opuesto al socialismo depredador de Sánchez, realmente libre de corrupción y sin la actual contaminación socialdemócrata.
Los españoles tienen que ver con claridad que el PP es adversario real del totalitarismo y de la pandilla de enemigos de España que acompañan a Sánchez en su gobierno, desde antiguos etarras asesinos a totalitarios comunistas, sin olvidar a golpistas y mercenarios vascos, dispuestos a vender su alma a cambio de poder y dinero.
En el pasado, los españoles han visto demasiadas conspiraciones y comportamientos similares entre el PP y el PSOE: acoso a VOX, tolerancia con los corruptos, negociaciones con los vascos y catalanes para comprar votos, subidas de sueldos para los políticos, acordadas entre ambos, incremento de privilegios y hasta sólidas sospechas de alternancia pactada en en la ocupación de la Moncloa.
Las sospechas de "tongo" entre el PP y el PSOE es una de las razones que han potenciado a VOX y a Podemos, partidos aupados por los indignados que no se fiaban de socialistas y peperos.
En el presente, ante el asalto demoledor contra España que está protagonizando el histérico y enloquecido Pedro Sánchez, que ve llegar su derrota, la oposición del PP, con Feijóo al frente, es débil, cobarde y poco creíble. Es tanto el daño que Sánchez está haciendo a España, que la predisposición a pactar y a negociar de Feijóo representa una traición para muchos españoles de bien, que creen con razón que la única solución frente a un monstruo devorador es acabar con él.
El criterio de que los del PP amagan pero no dan y al final compadreo con el Gobierno Frankenstein está siendo asumido por millones de españoles indignados, en su mayoría demócratas, bien informados y cultos. Lo ocurrido en Tribunal de Cuentas es una prueba, pero hay otras decenas de ejemplos de compadreo y acuerdos que se esconden a la opinión pública.
El gesto de Rajoy, al ser elegido por los españoles con mayoría absoluta para que acabara con lo construido por el nefasto Zapatero, al que condecoró en lugar de condenarlo y cuyas leyes más miserables, incluyendo la de Memoria Histórica, dejó intactas, es el ejemplo más evidente de que el PP y el PSOE son "íntimos amigos" en demasiadas suciedades.
Cada vez que el PP salva al PSOE con su voto, ya sea dando la cara o con la equivocación de un diputado insignificante, millones de españoles sienten asco compartido por los dos grandes partidos, ambos culpables en realidad de la actual decadencia, empobrecimiento y postración de esta gran nación.
Francisco Rubiales