Quisieron que el gran mensaje de la Convención fuera "El partido popular ha vuelto", pero los mensajes que se quedarán grabados son otros dos: "El PP copia a VOX" y "Rajoy debe ser defenestrado".
José María Aznar fue el segundo gran protagonista del acto, después de Casado, y el tercero fue Juan Manuel Moreno Bonilla, flamante presidente de Andalucía, cuya conquista el PP considera como el primer escalón de su ascenso hacia la Moncloa. Rajoy, que ni siquiera estuvo presente en la jornada de clausura, se movió como un fantasma entre los suyos, mientras que la lejanía de Susana Saenz de Santamaría fue todavía mayor.
Nadie lo dijo, ni fue condenado en público, pero resulta evidente que el nuevo PP casi ha roto con Rajoy, que, acusado hasta con la mirada de permisividad con la corrupción, de debilidad con la rebelión catalana y de deslizamiento hacia la cobardía, la indolencia y la socialdemocracia, no es bienvenido en su partido.
La idea, patrocinada por Aznar, de que el PP debe abandonar la socialdemocracia, ser el gran partido de la derecha y aglutinar en su entorno, como satélites, a Ciudadanos y a VOX, se impuso en la convención, capitaneada por un Casado ilusionado y fortalecido.
Ahora llega el gran desafío, que consiste en domesticar a Ciudadanos y a VOX, dos partidos que no están dispuestos a someterse al PP.
VOX estuvo flotando en el ambiente de la Convención todo el tiempo y fue la gran referencia en la que el nuevo PP se mira y se inspira. Casado, siempre bajo la bandera de España que VOX ha rescatado, ha sabido ser lo bastante inteligente para asumir que la línea de VOX es la que España quiere y necesita, la única que podría conducirle a la Moncloa en una España cansada de izquierdas y asqueada de un Pedro Sánchez que va está dejando al PSOE hecho pedazos y sin opción alguna de ganar el poder en las urnas.
Sin embargo, la operación de atraer y controlar de alguna manera a VOX y a Ciudadanos, trazada por el PP en su Convención, parece imposible por dos razones: porque esos partidos no se van a dejar dominar y porque imitar a VOX no les va a resultar viable. El PP, en su carrera hacia la derecha que España quiere, tiene dos grandes obstáculos: el primero es que la mitad del PP no quiere parecerse a VOX y el otro es que VOX puede hacer lo que hace con libertad, desparpajo y credibilidad, porque está limpio y parte en la carrera sin el lastre de la corrupción y de la culpabilidad en el desastre de España, dos dramas que sí frenan y agobian al PP, un partido que antes de nada tiene que recuperar su credibilidad, seriamente dañada.
Así que en adelante, si todo funciona según la lógica, veremos a un PP que avanza muy despacio, a un Ciudadanos estancado y a VOX volando hacia el triunfo, llevado en volandas por unos españoles que están aprendiendo a imponer su voluntad a los políticos y que, con razón, recelan de los que les han conducido hasta la actual cloaca nacional: la izquierda, plasmada en el PSOE, Unidos Podemos y otros partidos minúsculos, y el PP, mientras que odian abiertamente a los nacionalismos que quieren romper España, una nación a la que desean ver resurgiendo y siendo próspera, respetada y valorada en el mundo.
Francisco Rubiales
José María Aznar fue el segundo gran protagonista del acto, después de Casado, y el tercero fue Juan Manuel Moreno Bonilla, flamante presidente de Andalucía, cuya conquista el PP considera como el primer escalón de su ascenso hacia la Moncloa. Rajoy, que ni siquiera estuvo presente en la jornada de clausura, se movió como un fantasma entre los suyos, mientras que la lejanía de Susana Saenz de Santamaría fue todavía mayor.
Nadie lo dijo, ni fue condenado en público, pero resulta evidente que el nuevo PP casi ha roto con Rajoy, que, acusado hasta con la mirada de permisividad con la corrupción, de debilidad con la rebelión catalana y de deslizamiento hacia la cobardía, la indolencia y la socialdemocracia, no es bienvenido en su partido.
La idea, patrocinada por Aznar, de que el PP debe abandonar la socialdemocracia, ser el gran partido de la derecha y aglutinar en su entorno, como satélites, a Ciudadanos y a VOX, se impuso en la convención, capitaneada por un Casado ilusionado y fortalecido.
Ahora llega el gran desafío, que consiste en domesticar a Ciudadanos y a VOX, dos partidos que no están dispuestos a someterse al PP.
VOX estuvo flotando en el ambiente de la Convención todo el tiempo y fue la gran referencia en la que el nuevo PP se mira y se inspira. Casado, siempre bajo la bandera de España que VOX ha rescatado, ha sabido ser lo bastante inteligente para asumir que la línea de VOX es la que España quiere y necesita, la única que podría conducirle a la Moncloa en una España cansada de izquierdas y asqueada de un Pedro Sánchez que va está dejando al PSOE hecho pedazos y sin opción alguna de ganar el poder en las urnas.
Sin embargo, la operación de atraer y controlar de alguna manera a VOX y a Ciudadanos, trazada por el PP en su Convención, parece imposible por dos razones: porque esos partidos no se van a dejar dominar y porque imitar a VOX no les va a resultar viable. El PP, en su carrera hacia la derecha que España quiere, tiene dos grandes obstáculos: el primero es que la mitad del PP no quiere parecerse a VOX y el otro es que VOX puede hacer lo que hace con libertad, desparpajo y credibilidad, porque está limpio y parte en la carrera sin el lastre de la corrupción y de la culpabilidad en el desastre de España, dos dramas que sí frenan y agobian al PP, un partido que antes de nada tiene que recuperar su credibilidad, seriamente dañada.
Así que en adelante, si todo funciona según la lógica, veremos a un PP que avanza muy despacio, a un Ciudadanos estancado y a VOX volando hacia el triunfo, llevado en volandas por unos españoles que están aprendiendo a imponer su voluntad a los políticos y que, con razón, recelan de los que les han conducido hasta la actual cloaca nacional: la izquierda, plasmada en el PSOE, Unidos Podemos y otros partidos minúsculos, y el PP, mientras que odian abiertamente a los nacionalismos que quieren romper España, una nación a la que desean ver resurgiendo y siendo próspera, respetada y valorada en el mundo.
Francisco Rubiales