El "Muro de Despeñaperros" es algo parecido al Muro de Berlín en versión española, el que separa la Andalucía socialcomunista, intervencionista, radical y con fuertes rasgos maxistaleninistas del resto de una España que, por ahora, sigue creyendo en la democracia, la libre empresa y, aunque cada vez menos, en las libertades individuales. Ese muro separa a dos españas distintas, tan diferentes casi como los dos mundos que separaba el por fortuna ya derribado muro berlinés.
El clientelismo, la confusión, la inconsistencia de la oposición de derecha y el sometimiento de muchos andaluces al poder político hicieron posible que las urnas no castigaran en Andalucía a un partido socialista minado por la corrupción, que hasta tiene ya a un consejero y un director general encerrados en la cárcel, mientras que la Justicia apunta con su dedo a buena parte del socialismo que ha gobernado esta tierra durante tres largas décadas, sin moverla del furgón de cola de España y de Europa. La consecuencia ha sido un gobierno socialcomunista, producto de la alianza entre el PSOE e IU, que constituye un anacronismo y un extraño desafío en una Europa que se autoproclama libre y democrática.
El "muro" separa dos mundos demasiado diferentes para que puedan vivir en paz, lo que permite vaticinar que la Andalucía de Griñán y Valderas un papel conflictivo y desestabilizador en el conjunto de España.
Apostar por el estatalismo y por la intervención pública intensa cuando la crisis ha demostrado que es el Estado el que ha fracasado y nos ha llevado hasta la ruina, es un contrasentido y tal vez una locura. Si algo ha quedado claro después de la crisis actual es que los gobiernos han sido ineptos y que la crisis ha estallado porque el Estado se corrompió, creció hasta convertirse en un monstruo incosteable, relajó sus controles, incumplió sus obligaciones, no supo controlar a los banqueros y ni siquiera fue capaz de encontrar recetas que frenaran el desastre.
Andalucía era ya, gracias al "régimen" impuesto por Manuel Chaves y Gaspar Zarrías, la región mas estatalizada de Europa, con una presencia del gobierno en la sociedad y la vida del ciudadano tan intensa y agobiante que habría que remontarse a los tiempos de Leónidas Breznev para encontrar entre las viejas repúblicas soviéticas un ejemplo similar. La Junta de Andalucía, más que un gobierno parece una niebla que lo invade todo, hasta el punto que en Andalucía más de la mitad del PIB depende, directa o indirectamente, del sector público.
Los nuevos "amos" socialcomunistas andaluces pretenden incrementar todavía más esa presencia asfixiante del Estado, subir los impuestos a los ricos, seguir basando la economía en las subvenciones, intervenir en todos los ámbitos de la sociedad, crear un banco público y estatalizar todos los servicios y actividades posibles.
Es cierto que los andaluces les han votado, pero existen dos objecciones claras a esa victoria: la primera es que el pacto PSOE-IU se fraguó después de las elecciones, sin que fuera anunciado previamente al voto, como es preceptivo en democracia; el segundo es que el intenso clientelismo creado por el "régimen" hace mucho tiempo que secuestró a la sociedad andaluza y la sometió, haciéndola tan dependiente del poder político, de los subsidios y de la protección pública que, es escasamente libre a la hora de votar.
Si se cumplen los peores vaticinios y se impone el radicalismo socialcomunista en Andalucía, no tardaremos mucho en contemplar como muchos ciudadanos libres y demócratas cruzan el "Muro de Despeñaperros" en busca de libertad y respeto a la persona y a la empresa. Por el momento es previsible que el Muro sea transparente y que los que decidan cruzarlo no arriesguen su vida, como ocurría en la República Democrática Alemana.
El clientelismo, la confusión, la inconsistencia de la oposición de derecha y el sometimiento de muchos andaluces al poder político hicieron posible que las urnas no castigaran en Andalucía a un partido socialista minado por la corrupción, que hasta tiene ya a un consejero y un director general encerrados en la cárcel, mientras que la Justicia apunta con su dedo a buena parte del socialismo que ha gobernado esta tierra durante tres largas décadas, sin moverla del furgón de cola de España y de Europa. La consecuencia ha sido un gobierno socialcomunista, producto de la alianza entre el PSOE e IU, que constituye un anacronismo y un extraño desafío en una Europa que se autoproclama libre y democrática.
El "muro" separa dos mundos demasiado diferentes para que puedan vivir en paz, lo que permite vaticinar que la Andalucía de Griñán y Valderas un papel conflictivo y desestabilizador en el conjunto de España.
Apostar por el estatalismo y por la intervención pública intensa cuando la crisis ha demostrado que es el Estado el que ha fracasado y nos ha llevado hasta la ruina, es un contrasentido y tal vez una locura. Si algo ha quedado claro después de la crisis actual es que los gobiernos han sido ineptos y que la crisis ha estallado porque el Estado se corrompió, creció hasta convertirse en un monstruo incosteable, relajó sus controles, incumplió sus obligaciones, no supo controlar a los banqueros y ni siquiera fue capaz de encontrar recetas que frenaran el desastre.
Andalucía era ya, gracias al "régimen" impuesto por Manuel Chaves y Gaspar Zarrías, la región mas estatalizada de Europa, con una presencia del gobierno en la sociedad y la vida del ciudadano tan intensa y agobiante que habría que remontarse a los tiempos de Leónidas Breznev para encontrar entre las viejas repúblicas soviéticas un ejemplo similar. La Junta de Andalucía, más que un gobierno parece una niebla que lo invade todo, hasta el punto que en Andalucía más de la mitad del PIB depende, directa o indirectamente, del sector público.
Los nuevos "amos" socialcomunistas andaluces pretenden incrementar todavía más esa presencia asfixiante del Estado, subir los impuestos a los ricos, seguir basando la economía en las subvenciones, intervenir en todos los ámbitos de la sociedad, crear un banco público y estatalizar todos los servicios y actividades posibles.
Es cierto que los andaluces les han votado, pero existen dos objecciones claras a esa victoria: la primera es que el pacto PSOE-IU se fraguó después de las elecciones, sin que fuera anunciado previamente al voto, como es preceptivo en democracia; el segundo es que el intenso clientelismo creado por el "régimen" hace mucho tiempo que secuestró a la sociedad andaluza y la sometió, haciéndola tan dependiente del poder político, de los subsidios y de la protección pública que, es escasamente libre a la hora de votar.
Si se cumplen los peores vaticinios y se impone el radicalismo socialcomunista en Andalucía, no tardaremos mucho en contemplar como muchos ciudadanos libres y demócratas cruzan el "Muro de Despeñaperros" en busca de libertad y respeto a la persona y a la empresa. Por el momento es previsible que el Muro sea transparente y que los que decidan cruzarlo no arriesguen su vida, como ocurría en la República Democrática Alemana.