Ministros sanchistas crispados
Algunos de sus ministros reflejan en sus rostros la crispación y, en ocasiones, hasta exhiben violencia y odio sin la menor prudencia, reflejando así el espíritu real del sanchismo: dictador, incapaz de dialogar, corrompido y creyéndose con derecho a gobernar, a pactar con gentuza para controlar el poder y a acorralar y debilitar a la oposición.
Alzar un muro para separar a buenos y malos y alimentar la hoguera del enfrentamiento y la discordia, como hacen Sánchez y su banda, es un comportamiento antidemocrático, malvado y quizás demencial al que hay que poner freno con urgencia.
Sin embargo, a pesar del peligro que el sanchismo conlleva, nadie en España parece dispuesto a frenar la locura, ni la Monarquía, ni la Justicia, ni los partidos políticos, ni los medios de comunicación, ni la sociedad civil.
La política del gobierno demuestra que detrás de Sánchez no hay otra cosa que rencor, arrogancia, ambición personal y quizás una espeluznante carencia de valores humanos.
El sanchismo no soporta la verdad, ni la hemeroteca, que demuestra sus mentiras y estafas a los ciudadanos, ni que le lleven la contraria, ni que le derroten en las urnas. Contra todo eso reacciona con fuerza y rencor, acusando a los disidentes de fascistas y demostrando que no gobierna para todos los españoles, sino sólo para los suyos.
Sánchez es un perdedor nato que no sabe ganar elecciones, pero que es experto en imponer su poder con trucos y maldades. A su partido sólo le va aceptablemente bien en los territorios que odian a España, en el País Vasco y Cataluña, porque gobierna a favor de los antiespañoles, no de los leales y decentes.
El MURO de Pedro Sánchez es lo más insensato y peligroso que se ha hecho en la política española desde la orgía de odio, pronunciamientos y enfrentamientos de la España del siglo XIX, un proceso que envileció la convivencia, acabó con la concordia, llenó el país de odio y lo preparó para que se destrozara ya en el siglo XX, en la peor y más cruel guerra civil de la Europa Moderna.
Francisco Rubiales
Alzar un muro para separar a buenos y malos y alimentar la hoguera del enfrentamiento y la discordia, como hacen Sánchez y su banda, es un comportamiento antidemocrático, malvado y quizás demencial al que hay que poner freno con urgencia.
Sin embargo, a pesar del peligro que el sanchismo conlleva, nadie en España parece dispuesto a frenar la locura, ni la Monarquía, ni la Justicia, ni los partidos políticos, ni los medios de comunicación, ni la sociedad civil.
La política del gobierno demuestra que detrás de Sánchez no hay otra cosa que rencor, arrogancia, ambición personal y quizás una espeluznante carencia de valores humanos.
El sanchismo no soporta la verdad, ni la hemeroteca, que demuestra sus mentiras y estafas a los ciudadanos, ni que le lleven la contraria, ni que le derroten en las urnas. Contra todo eso reacciona con fuerza y rencor, acusando a los disidentes de fascistas y demostrando que no gobierna para todos los españoles, sino sólo para los suyos.
Sánchez es un perdedor nato que no sabe ganar elecciones, pero que es experto en imponer su poder con trucos y maldades. A su partido sólo le va aceptablemente bien en los territorios que odian a España, en el País Vasco y Cataluña, porque gobierna a favor de los antiespañoles, no de los leales y decentes.
El MURO de Pedro Sánchez es lo más insensato y peligroso que se ha hecho en la política española desde la orgía de odio, pronunciamientos y enfrentamientos de la España del siglo XIX, un proceso que envileció la convivencia, acabó con la concordia, llenó el país de odio y lo preparó para que se destrozara ya en el siglo XX, en la peor y más cruel guerra civil de la Europa Moderna.
Francisco Rubiales