Le dije que el temido "crack" de España ya había estallado y que España es un protectorado europeo, acosado por los mercados, intervenido y bajo un gobierno no fiable. Pero le expliqué que la explosión del "crack" comenzó mucho antes, el mismo día en que Zapatero empezó a mentir y a gastar dinero como un poseso, mientras maquinaba arrojar injustamente, sobre las espaldas de los funcionarios, de los trabajadores y de las clases medias, todo el peso del futuro drama español, que él ya sabía que, tarde o temprano, tendría que llegar.
Y le expliqué que "algunos ingenuos creen que el crack se produciría cuando estallara la violencia en las calles y las masas, insatisfechas e indignadas, apedrearan los bancos, saquearan los comercios, insultaran a los políticos y se enfrentaran a un Zapatero convertido ya en el blanco del odio popular por su injusticia y mal gobierno. Pero esa modalidad de explosión quizás nunca la veamos en España porque el pueblo, aunque hundido y desmoralizado, todavía conserva respeto por la democracia y la autoridad y no será capaz de salir a las calles para reclamar lo que injustamente le han arrebatado. Probablemente, el español prefiera morir de pobreza antes que rebelarse y recurrir a la violencia".
Y agregué: "¿Que más crack quieres, siendo socialista, que ver como tu partido mantiene en el poder a un inepto que destruye nuestra nación y que ha preferido aplastar a los desposeídos antes que tocar los privilegios de la casta política y de sus padrinos, los dueños de las grandes fortunas de España? ¿Lo que está haciendo tu partido hoy es socialismo o mafia?"
Fue increíble, pero, de nuevo, me concedió la razón y descubrí entonces que el crack era tan grande que hasta había logrado demoler la resistencia de los socialistas más viejos, baluartes de la izquierda y defensores, a toda costa, de su partido, al que le perdonaban durante años sus abusos, traiciones y corrupciones, quizás porque todavía mantenía cierto aliento de política social y de justicia distributiva, orientada a beneficiar a los más débiles.
"Tienes razón -me dijo-, porque si el socialismo español pierde el único valor que le quedaba, su dimensión social, sólo quedará como residuo una peligrosa banda totalitaria con demasiado poder".
Les cuento esta anécdota no tanto para demostrar que el Zapaterismo no sólo ha destruido los pilares de la nación, sino que ha diluido también todo lo bueno que quedaba en el socialismo español, hasta transformarlo en una banda integrada por cobardes que toleran los abusos, por parásitos que cierran los ojos para seguir viviendo del Estado y por una peligrosa élite de totalitarios sin ideología ni principios, demasiado peligrosa para que merezca tocar el poder público.
El crack ha estallado con toda su crudeza en España, aunque los medios de comunicación sometidos al poder lo oculten y la propaganda gubernamental lo silencie. Las empresas se cierran, crece el número de parados, los pobres cada día son más, la corrupción ya ha sembrado de lepra el alma del poder, los valores han sido dinamitados y los canallas y sinvergüenzas son los únicos que se libran del drama, únicamente porque se han atrincherado en el poder público y en las imponentes estructuras de los partidos políticos, transformados en mafias insensibles y antidemocráticas, incapaces de percibir y de reaccionar ante el drama de la sociedad española, sobre todo de los humildes desposeídos.
¿Es posible imaginar un "crack" mayor que el de casi cinco millones de ciudadanos sin trabajo, muchos de ellos, con la dignidad perdida, viviendo de los subsidios públicos, verdaderas limosnas que ahora reparten no los caciques rurales de antaño, sino los nuevos señoritos instalados en el poder? ¿No son todo un "crack" deleznable las colas en los comedores de caridad y el enjambre de los sin techo que cada noche se refugian para dormir en nuestras calles y plazas, envueltos en cartones y plásticos? ¿No es todo un "crack" de dimensiones dramáticas los miles de empresas que cierran y las muchas que todavía tendrán que cerrar, arrojando así por la borda un valioso tejido productivo que fue construído con el esfuerzo de las últimas generaciones de españoles? ¿No es todo un "crack" cargado de indecencia el que un gobierno plagado de sátrapas insensibles obligue a los funcionarios, pensionistas y madres a que soporten todo el peso de la crisis económica, mientras ellos, cual casta reprobable de opresores, mantienen intactos sus ministerios superfluos, sus televisiones autonómicas inútiles y sus miles de empresas públicas, ONGs amigas, fundaciones públicas y otras muchas instituciones inútiles, utilizadas para beneficiar a los amigos, para colocar a los familiares y enchufados del partido y para burlar los controles de los tribunales de cuentas y poder endeudarse al margen de la ley?
El verdadero "crack" de España es su corrupción desenfrenada, no tanto la que se dedica a robar, que es la menos nociva, sino la que gobierna al margen de la democracia, la que legisla en contra de las mayorías, la que compra los votos que necesita para mantenerse en el poder con dinero público y la que se niega a dimitir a pesar de los fracasos y del rechazo del pueblo soberano. El "crack" más maligno es el que permite a los gobernantes catalanes abrir embajadas por medio mundo mientras que el gobierno, sin respeto a la Constitución y a la democracia, ignora y permite ese abuso, El más rastrero crack es el que hace posible que Manuel Chaves entregue a la empresa donde trabaja su hija una subvención de 10 millones de euros, sin otra explicación que la arbitrariedad, sin que le ocurra nada, o que el presidente del Congreso, José Bono, se enriquezca inexplicablemente, mientras la Fiscalía mira para otro lado y persigue con saña a otro presunto chorizo, de menor calado, aunque del partido contrario, que ha aceptado el regalo de nada menos que tres trajes.
En España ya ha estallado el peor de los "crakcs", que es el silencioso, el inmoral, el que mata sin ruido, el que conduce a la ruína mientras que los responsables del desastre conservan sus privilegios y mantienen su nauseabunda impunidad.
Y le expliqué que "algunos ingenuos creen que el crack se produciría cuando estallara la violencia en las calles y las masas, insatisfechas e indignadas, apedrearan los bancos, saquearan los comercios, insultaran a los políticos y se enfrentaran a un Zapatero convertido ya en el blanco del odio popular por su injusticia y mal gobierno. Pero esa modalidad de explosión quizás nunca la veamos en España porque el pueblo, aunque hundido y desmoralizado, todavía conserva respeto por la democracia y la autoridad y no será capaz de salir a las calles para reclamar lo que injustamente le han arrebatado. Probablemente, el español prefiera morir de pobreza antes que rebelarse y recurrir a la violencia".
Y agregué: "¿Que más crack quieres, siendo socialista, que ver como tu partido mantiene en el poder a un inepto que destruye nuestra nación y que ha preferido aplastar a los desposeídos antes que tocar los privilegios de la casta política y de sus padrinos, los dueños de las grandes fortunas de España? ¿Lo que está haciendo tu partido hoy es socialismo o mafia?"
Fue increíble, pero, de nuevo, me concedió la razón y descubrí entonces que el crack era tan grande que hasta había logrado demoler la resistencia de los socialistas más viejos, baluartes de la izquierda y defensores, a toda costa, de su partido, al que le perdonaban durante años sus abusos, traiciones y corrupciones, quizás porque todavía mantenía cierto aliento de política social y de justicia distributiva, orientada a beneficiar a los más débiles.
"Tienes razón -me dijo-, porque si el socialismo español pierde el único valor que le quedaba, su dimensión social, sólo quedará como residuo una peligrosa banda totalitaria con demasiado poder".
Les cuento esta anécdota no tanto para demostrar que el Zapaterismo no sólo ha destruido los pilares de la nación, sino que ha diluido también todo lo bueno que quedaba en el socialismo español, hasta transformarlo en una banda integrada por cobardes que toleran los abusos, por parásitos que cierran los ojos para seguir viviendo del Estado y por una peligrosa élite de totalitarios sin ideología ni principios, demasiado peligrosa para que merezca tocar el poder público.
El crack ha estallado con toda su crudeza en España, aunque los medios de comunicación sometidos al poder lo oculten y la propaganda gubernamental lo silencie. Las empresas se cierran, crece el número de parados, los pobres cada día son más, la corrupción ya ha sembrado de lepra el alma del poder, los valores han sido dinamitados y los canallas y sinvergüenzas son los únicos que se libran del drama, únicamente porque se han atrincherado en el poder público y en las imponentes estructuras de los partidos políticos, transformados en mafias insensibles y antidemocráticas, incapaces de percibir y de reaccionar ante el drama de la sociedad española, sobre todo de los humildes desposeídos.
¿Es posible imaginar un "crack" mayor que el de casi cinco millones de ciudadanos sin trabajo, muchos de ellos, con la dignidad perdida, viviendo de los subsidios públicos, verdaderas limosnas que ahora reparten no los caciques rurales de antaño, sino los nuevos señoritos instalados en el poder? ¿No son todo un "crack" deleznable las colas en los comedores de caridad y el enjambre de los sin techo que cada noche se refugian para dormir en nuestras calles y plazas, envueltos en cartones y plásticos? ¿No es todo un "crack" de dimensiones dramáticas los miles de empresas que cierran y las muchas que todavía tendrán que cerrar, arrojando así por la borda un valioso tejido productivo que fue construído con el esfuerzo de las últimas generaciones de españoles? ¿No es todo un "crack" cargado de indecencia el que un gobierno plagado de sátrapas insensibles obligue a los funcionarios, pensionistas y madres a que soporten todo el peso de la crisis económica, mientras ellos, cual casta reprobable de opresores, mantienen intactos sus ministerios superfluos, sus televisiones autonómicas inútiles y sus miles de empresas públicas, ONGs amigas, fundaciones públicas y otras muchas instituciones inútiles, utilizadas para beneficiar a los amigos, para colocar a los familiares y enchufados del partido y para burlar los controles de los tribunales de cuentas y poder endeudarse al margen de la ley?
El verdadero "crack" de España es su corrupción desenfrenada, no tanto la que se dedica a robar, que es la menos nociva, sino la que gobierna al margen de la democracia, la que legisla en contra de las mayorías, la que compra los votos que necesita para mantenerse en el poder con dinero público y la que se niega a dimitir a pesar de los fracasos y del rechazo del pueblo soberano. El "crack" más maligno es el que permite a los gobernantes catalanes abrir embajadas por medio mundo mientras que el gobierno, sin respeto a la Constitución y a la democracia, ignora y permite ese abuso, El más rastrero crack es el que hace posible que Manuel Chaves entregue a la empresa donde trabaja su hija una subvención de 10 millones de euros, sin otra explicación que la arbitrariedad, sin que le ocurra nada, o que el presidente del Congreso, José Bono, se enriquezca inexplicablemente, mientras la Fiscalía mira para otro lado y persigue con saña a otro presunto chorizo, de menor calado, aunque del partido contrario, que ha aceptado el regalo de nada menos que tres trajes.
En España ya ha estallado el peor de los "crakcs", que es el silencioso, el inmoral, el que mata sin ruido, el que conduce a la ruína mientras que los responsables del desastre conservan sus privilegios y mantienen su nauseabunda impunidad.