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El Congreso del PP huele a fracaso



El Congreso que el PP ha celebrado este fin de semana en Sevilla para inaugurar la etapa de Feijóo huele a fracaso y decepciona a millones de españoles. Aunque es pronto para extraer conclusiones definitivas, los signos que ofrece la nueva etapa son de continuidad, mas que de renovación y menos aun de regeneración. El PP ha decidido no escuchar los mensajes reiterados que le envía el pueblo español, que exige un partido nuevo y regenerado, no una resurrección del estilo Rajoy, como plantea la nueva dirección.

El pueblo español, cansado de soportar la corrupción y la ineficaz desvergüenza del PSOE y del PP, les ha enviado señales potentes y advertencias que estos partidos han despreciado.

Para que el PP reaccionara, los españoles apoyaron a UPyD y a Ciudadanos, dos nacimientos fallidos, pero claramente dirigidos a pedir al PP una renovación profunda, un partido sin corruptos, mas ejemplar, menos elitista, más combativo y más nutrido de valores.

Para que reaccionara el PSOE, los españoles de izquierda apoyaron a Podemos, pero el PSOE no reaccionó y siguió siendo un modelo de corrupción, de ansia desordenada de poder y privilegios y una tribu de mediocres expertos en mentir, manipular, reparto del botín, avasallar ciudadanos y arruinar a la nación.
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El nuevo poder del PP
Pablo Casado fue un fracaso por muchas razones, pero sobre todo porque acuchilló a VOX y colaboró en su demonización, cuando tenía que haberlo cautivado y convertido en el aliado que su partido necesitaba para conquistar el poder. Con Casado, el PP avanzaba, inexorablemente hacia la derrota. Cuando, lleno de celos, quiso acuchillar también a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, la dirigente del partido más cercana al pueblo, el partido dijo basta y lo expulsó de la presidencia, quizás porque había dejado de golpear desde detrás de las cortinas, que es el estilo eterno y sagrado del PP.

El problema es que a la hora de sustituir a Casado, el partido ha vuelto a mirar al pasado, en lugar de afrontar el futuro con la valentía y las reformas que el pueblo le exige. Al sustituir a Casado por Feijóo, en lugar de una renovación, el PP ha resucitado a Rajoy, un tipo que dejó un profundo aroma de frustración en la derecha española por haber dilapidado la última gran mayoría absoluta otorgada por los españoles, por no haber querido enterrar y borrar la herencia sucia y desgraciada de Zapatero y por haber perdido estúpidamente el poder frente al nefasto Pedro Sánchez.

Basta analizar la biografía y el pensamiento de Feijóo para darse cuenta que el PP se ha equivocado de nuevo. Un tipo que desconoce otra realidad política que no sea la gallega, que ha exaltado a Rajoy en lugar de enterrarlo en el olvido, que se atrevió a decir que "El bilingüismo es la seña de identidad del PP" y que prohibió durante 21 días hablar en español en las aulas de la Xunta gallega, llegando más lejos, incluso, que la Generalitat de Cataluña, no puede ser otra cosa que un gran riesgo para la atribulada España del presente.

El nuevo PP que emerge de Sevilla es viejo y archiconocido por los españoles, un engendro contaminado de progresismo del falso y de marxismo cultural, como lo demuestra la frase de la número dos del partido, Cuca Gamarra: "El feminismo y el ecologismo están en la esencia del PP".

Con Feijóo y Gamarra en el timón del PP, los españoles deben olvidarse de la derogación de las leyes de género, del lenguaje inclusivo y de las políticas de subvenciones orientadas al clientelismo.

Feijóo ha dicho "Somos un partido de Estado y apoyaremos cualquier política de Estado desde la oposición" y su pensamiento básico es no tocar nada de lo que haya hecho el PSOE por muy mal que lo haya hecho, porque lo hecho, hecho está.

Con el viento dominante de Rajoy y Feijóo, el El PP no es un partido moderado, sino conformista, ni un partido de Estado, sino estatalista. Más que defender con valentía los mermados y huérfanos intereses de España, el PP pasará por encima de los problemas y los archivará sin plantarle cara, siempre con tal de evita el conflicto. Es un partido de burócratas y se comportará como tal: escondido tras las cortinas, acariciando y no golpeando, negociando en lugar de rechazar lo que es indigno,

El Congreso de Sevilla ha olvidado que fue provocado porque Ayuso, una dirigente del partido de otro estilo y talante más combativo, puso al descubierto la cobardía y la tracción que con frecuencia se tejen en los despachos de la sede de Génova. El Congreso ni siquiera se ha enterado de que muchos militantes, simpatizantes y votantes salieron a las calles para echar del poder a la cúpula y exigir la regeneración, que ha sido la gran ausente del congreso de Sevilla.

¿Qué se ha regenerado en Sevilla, donde nadie se ha atrevido a mirar hacia adelante y donde todos han vuelto la mirada al pasado? ¿Dónde está la misma Isabel Ayuso, a la que han intentado neutralizar con halagos y gestos, cuando todos saben que el objetivo del partido es eliminarla? ¿Dónde está Cayetana Álvarez de Toledo, la que más apuesta en el partido por la regeneración?

La radiografía del Congreso de Sevilla revela que sólo ha sido una prolongación del pasado, sin una sólo gota de cambio profundo y menos de regeneración.

Y que nadie olvide que en estos tiempo turbulentos y nefastos, cuando España esta siendo deslomada a martillazos por el sanchismo y el comunismo, prolongar el pasado equivale a alimentar la destrucción y apostar por la decadencia y la corrupción que llevan décadas destrozando la nación.

Si quisiéramos resumir en una frase lo que ha sido el Congreso de Sevilla, diríamos que el PP, al igual que el PSOE, siguen apostando por que España siga la ruta de la autoinmolación, la de construir un país nido de mediocres y corruptos, completamente opuesto a toda la grandeza que tuvo en el pasado.

Y habría que agregar con tristeza que los mas estruendosos aplausos al Congreso del PP se han producido en la Moncloa y en las sedes del marxismo español.

Francisco Rubiales

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Lunes, 4 de Abril 2022
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