La izquierda, que se ha quedado sin ideas y utopias, se siente tan a disgusto en su vacío ideológico y ético que necesita aferrarse a mitos y a santos laicos como Ernesto “Che” Guevara, Mao Zedog, Stalin, Fidel y algunos otros. Sin embargo, esos mitos, venerados por una izquierda que se siente culpable por haber arrojado por la borda demasiada carga ideológica y ética, esconden realmente a asesinos y alimañas que no merecen sino el desprecio de los humanos.
Los redactores izquierdosos del diario español “El País” se sienten indignados por el reciente editorial en el que su diario, órgano casi oficial de la "progresía" española, cuestionaba la figura del Che Guevara.
Pero la escritora Rosa Montero ha intervenido en la polémica para poner las cosas en su sitio al afirmar que “la realidad es tozuda y feroz y no entiende de mitos; y en la realidad el Che fue cruel y violento".
La escritora recuerda algunas de las aberraciones del "Che" que la izquierda oculta cuidadosamente: Tenía la boca llena de grandes palabras, pero se diría que despreciaba a esa gente humilde que tanto se jactaba de defender: "La dictadura del proletariado se ejerce sobre el proletariado mismo", proclamó, totalmente en serio, en un texto político. Hubo cosas peores: "Tenemos que crear la pedagogía de los paredones de fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un hombre", dijo en 1959 a los Tribunales Revolucionarios.
El “Che”, que escribió también que “Un revolucionario tiene que convertirse en una fría máquina de matar" y que durante los seis meses que estuvo al mando de la fortaleza de La Cabaña mandó fusilar, tras juicios de opereta, a centenares de víctimas, no es el único ídolo de la izquierda que merece el titulo de asesino.
Mao Zedong, otro "santo" de la izquierda, ocupa el primer lugar en el ranking mundial de los criminales. Durante su mandato, el Estado comunista chino asesinó a más de medio centenar de millones de personas. Durante la famosa Revolución Cultural, en algunas provincias, entre ellas la de Guangxi, se desató el canibalismo y los enemigos del pueblo no sólo eran asesinados por los ardorosos militantes del partido comunista chino, sino también comidos. Un maestro chino acusado de revisionista y reaccionario fue devorado vivo por sus alumnos.
¿Qué decir de José Stalin, segundo en el ranking mundial del crimen de Estado, por delante de Adolf Hitler y del camboyano Pol Pot, tercero y cuarto, respectivamente, al que la izquierda, a pesar de sus horrendas matanzas y desprecio al ser humano, no se atreve a condenar y mantiene todavía en los altares del mal llamado "progreso"? Quizas baste con conocer lo que un día dijo el cruel amo del comunismo soviético, adorado en su día por Simone de Beuvoir, Sartre, la Pasionaria, Santiago Carrillo y decenas de miles de intelectuales, periodistas y dirigentes de izquierda: “La muerte resuelve todos los prblemas. Si no hay hombres, no hay problemas”.
El siglo XX fue duro y cruel, probablemente el más sangriento y desalmado de la historia. De los tres grandes estados criminales del siglo, sólo el nazi tuvo un juicio universal y una condena pública, en Nüremberg, tal vez porque perdió la guerra. Los otros grandes estados asesinos, China y la URSS, con Mao y Stalin como genuinos representantes, todavía no han sido condenados y, lo que es peor, siguen siendo venerados por una izquierda esquizofrénica que se dice demócrata y defensora de los valores, pero que coloca en el altar a personajes que asesinaron a sus semejantes con saña y que sólo merecen pudrirse eternamente en el infierno de la Historia.
Algo muy grave debe ocurrirle a la izquierda, antaño portadora de utopías y defensora de derechos humanos, cuando ahora se empeña en colocar en sus altares a vulgares criminales.
Los redactores izquierdosos del diario español “El País” se sienten indignados por el reciente editorial en el que su diario, órgano casi oficial de la "progresía" española, cuestionaba la figura del Che Guevara.
Pero la escritora Rosa Montero ha intervenido en la polémica para poner las cosas en su sitio al afirmar que “la realidad es tozuda y feroz y no entiende de mitos; y en la realidad el Che fue cruel y violento".
La escritora recuerda algunas de las aberraciones del "Che" que la izquierda oculta cuidadosamente: Tenía la boca llena de grandes palabras, pero se diría que despreciaba a esa gente humilde que tanto se jactaba de defender: "La dictadura del proletariado se ejerce sobre el proletariado mismo", proclamó, totalmente en serio, en un texto político. Hubo cosas peores: "Tenemos que crear la pedagogía de los paredones de fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un hombre", dijo en 1959 a los Tribunales Revolucionarios.
El “Che”, que escribió también que “Un revolucionario tiene que convertirse en una fría máquina de matar" y que durante los seis meses que estuvo al mando de la fortaleza de La Cabaña mandó fusilar, tras juicios de opereta, a centenares de víctimas, no es el único ídolo de la izquierda que merece el titulo de asesino.
Mao Zedong, otro "santo" de la izquierda, ocupa el primer lugar en el ranking mundial de los criminales. Durante su mandato, el Estado comunista chino asesinó a más de medio centenar de millones de personas. Durante la famosa Revolución Cultural, en algunas provincias, entre ellas la de Guangxi, se desató el canibalismo y los enemigos del pueblo no sólo eran asesinados por los ardorosos militantes del partido comunista chino, sino también comidos. Un maestro chino acusado de revisionista y reaccionario fue devorado vivo por sus alumnos.
¿Qué decir de José Stalin, segundo en el ranking mundial del crimen de Estado, por delante de Adolf Hitler y del camboyano Pol Pot, tercero y cuarto, respectivamente, al que la izquierda, a pesar de sus horrendas matanzas y desprecio al ser humano, no se atreve a condenar y mantiene todavía en los altares del mal llamado "progreso"? Quizas baste con conocer lo que un día dijo el cruel amo del comunismo soviético, adorado en su día por Simone de Beuvoir, Sartre, la Pasionaria, Santiago Carrillo y decenas de miles de intelectuales, periodistas y dirigentes de izquierda: “La muerte resuelve todos los prblemas. Si no hay hombres, no hay problemas”.
El siglo XX fue duro y cruel, probablemente el más sangriento y desalmado de la historia. De los tres grandes estados criminales del siglo, sólo el nazi tuvo un juicio universal y una condena pública, en Nüremberg, tal vez porque perdió la guerra. Los otros grandes estados asesinos, China y la URSS, con Mao y Stalin como genuinos representantes, todavía no han sido condenados y, lo que es peor, siguen siendo venerados por una izquierda esquizofrénica que se dice demócrata y defensora de los valores, pero que coloca en el altar a personajes que asesinaron a sus semejantes con saña y que sólo merecen pudrirse eternamente en el infierno de la Historia.
Algo muy grave debe ocurrirle a la izquierda, antaño portadora de utopías y defensora de derechos humanos, cuando ahora se empeña en colocar en sus altares a vulgares criminales.