El Partido Andalucista, el nacionalismo "light" made in Andalucía, ha sido el gran derrotado en las elecciones municipales andaluzas del 27 de mayo. Ha desaparecido de Sevilla, su cuna histórica, y ha retrocedido en casi todos los frentes, penetrando en una nueva y dura travesía del desierto de la que, probablemente, no pueda salir vivo.
La clave de su derrota no es, como ellos dicen, la tendencia irresistible al bipartidismo, sino la falta de credibilidad de su propuesta. Aunque cientos de miles de andaluces demócratas y honrados, cansados del clientelismo y la partitocracia insaciable representada por el PP y, sobre todo, por el PSOE, están buscando una nueva opción en la que confiar, no se fian de un Partido Andalucista que ha cambiado demasiadas veces de bando, cuyos líderes se pelean con frecuencia callejera y cuyo verdadero poder la gente cree que sigue en manos del viejo político profesional Alejandro Rojas Marcos, al que el electorado andaluz ha rechazado de manera reiterada y con claridad meridiana.
Para renacer, el Partido Andalucista sólo tiene una receta: una refundación drástica que implica romper con su pasado de manera visible y hasta ostentosa, divociarse del fundador Rojas Marcos y cambiar de imagen visual, de estilo e incluso de dirigentes, hasta lograr conectar con los demócratas andaluces y con la gente joven que busca limpieza y regeneración política y democrática, así como un nuevo rumbo esperanzador para una Andalucía prisionera política del todopoderosos PSOE y de un PP abonado a la derrota.
La clave de su derrota no es, como ellos dicen, la tendencia irresistible al bipartidismo, sino la falta de credibilidad de su propuesta. Aunque cientos de miles de andaluces demócratas y honrados, cansados del clientelismo y la partitocracia insaciable representada por el PP y, sobre todo, por el PSOE, están buscando una nueva opción en la que confiar, no se fian de un Partido Andalucista que ha cambiado demasiadas veces de bando, cuyos líderes se pelean con frecuencia callejera y cuyo verdadero poder la gente cree que sigue en manos del viejo político profesional Alejandro Rojas Marcos, al que el electorado andaluz ha rechazado de manera reiterada y con claridad meridiana.
Para renacer, el Partido Andalucista sólo tiene una receta: una refundación drástica que implica romper con su pasado de manera visible y hasta ostentosa, divociarse del fundador Rojas Marcos y cambiar de imagen visual, de estilo e incluso de dirigentes, hasta lograr conectar con los demócratas andaluces y con la gente joven que busca limpieza y regeneración política y democrática, así como un nuevo rumbo esperanzador para una Andalucía prisionera política del todopoderosos PSOE y de un PP abonado a la derrota.