Mientras nuestro país se hunde en la pobreza y retrocede, víctima de dos dramas, uno universal, como es la crisis económica, y otro genuinamente español, el de padecer un gobierno inepto y dañino, la sociedad española, idiotizada, debate sobre la compra de Repsol por una empresa rusa o descubre olvidos dolorosos como las fosas comunes de los asesinados en la Guerra Civil o los niños que que fueron arrebatados a sus padres para ser adoptados por los vencedores.
Zapatero parece abrir las puertas a la compra de Repsol por una empresa de magnates rusos controlada por el Kremlin, mientras que su ministro de Industria, Miguel Sebastian, afirma que Repsol seguirá siendo española. ¿Discrepancia en el seno del gobierno o estrategia de confusión para que la gente no piense en lo que realmente es grave, que España se va a pique bajo la dirección de un gobierno inepto?
España está idiotizada y convertida en un país de estúpidos gobernados por ineptos. Las intervenciones de Zapatero y los debates que suscita están diseñados para distraer a los imbéciles y evitar que mediten sobre el gran drama de una nación mal gobernada que despilfarra, cierra empresas, fabrica parados mejor que nadie y se hunde sin remedio. Las palabras de ZP son como la orquesta del Titanic, que amenizaba la fiesta mientras el banco se iba al fondo de los mares.
El espectáculo de un país que discute sobre si abrir o no abrir las fosas de la Guerra Civil mientras el gobierno endeuda a las tres próximas generaciones de españoles, hunde la economía y supera el déficit permitido por la Unión Europea, arriesgando que le expulsen del Euro, es grotesca, pero fiel reflejo del mundo que se avecina: una pocilga indecente en la que los demócratas y los ciudadanos libres no tendrán sitio.
La sociedad, quizás sin que muchos lo perciban, camina hacia una etapa peor, hacia estados poderosos e intervencionistas, gestionados por gente inepta y poco ética cuyos dos únicos méritos serán mantenerse unidos en sus partidos políticos frente a ciudadanos dispersos y desorganizados y manejar con eficacia la propaganda y el engaño.
España es un banco de prueba mundial donde se está demostrando algo terrible: que los ineptos pueden gobernar a los estúpidos y a los cobardes, conduciéndolos a la pobreza y a la destrucción como país, con total impunidad, sin que les ocurra nada, pudiendo, incluso, seguir ganando elecciones, mientras culminan la hecatombe.
Si no lo evitamos con esfuerzo y sufrimiento, conducidos por la peor casta de pastores de la historia moderna, la de los políticos profesionales, los miembros del rebaño español seremos conducimos hacia un mundo poblado de iidiotizados, embrutecidos y manipulados, que será gobernado por una casta de ineptos que controlan la fuerza bruta y el dinero y que únicamente serán expertos en manejar la propaganda y el engaño.
La vieja tesis totalitaria de que el pueblo es un rebaño torpe al que hay que mantener siempre bajo control, sin que tome decisiones, para que no estorbe, vuelve a tener plena vigencia en la ruta hacia ese futuro al que las castas políticas, tanto de la derecha como de la izquierda, nos conducen con paso firme.
Si nadie lo remedia, el mundo se arrastrará hacia un intervencionismo descarado, una especie de dictadura del proletariado soft. Es decir, una oligarquía controlada por políticos ineptos pero sedientos de poder y de privilegios que únicamente serán maestros en el engaño, en hacer creer al pueblo que es el que manda, ayudados por unos medios de comunicación sometidos que nos destacarán a diario la soberanía popular y la importancia de los ciudadanos y de sus votos.
El mundo que se acerca ya se perfila en el horizonte y puede verse naciendo en nuestras ciudades y pueblos. A pesar de sus apariencias populares, será cualquier cosa menos democrático y libre. Iremos a votar, pero tendremos que elegir a los que los poderosos ya han seleccionado previamente y colocado en sus listas cerradas. La oposición disfrutará de privilegios casi iguales a los del partido ganador. Los políticos se harán corporativos y se unirán entre ellos para mantener su dominio y privilegios frente al rebaño de los sometidos. Los medios de comunicación, bajo control del poder, serán cómplices eficaces del embrutecimiento colectivo y de la desculturización general. El miedo reinará en el mundo y los ciudadanos se encerrarán en sus hogares, defendido con rejas y puertas blindadas, por pánico a ser asaltados y apaleados por unos delincuentes a los que el poder apenas persigue o castiga. Los poderosos utilizarán la mentira y el angaño como su gran herramienta de dominio. Los impuestos crecerán y la casta de los poderosos, ya plenamente divorciada de los devaluados ciudadanos, ampliará sus privilegios, gobernará con opulenta ostentación y se convertirá, todavía más de lo que hoy es, en una pesada losa de plomo que oprime a su pueblo.
Será un mundo en el que la gente libre y ética no podrá vivir y tendrá que rebelarse. Los rebeldes serán tratados por la policía y por la prensa peor que los maleantes y serán más numerosos en las cárceles que los criminales.
El panorama del futuro es desolador y en él apenas hay espacio para la esperanza, pero queda un resquicio. El binomio "poderosos-medios de comunicación" parece invencible pero, por fortuna, las cosas no siempre les han salido bien a los dominadores de sus semejantes y aspirante a totalitarios. También Hitler y Stalin parecían invencibles, pero hoy ya no queda nada de sus imperios, ni siquiera el recuerdo nostálgico de sus derrotados partidarios.
Como ha ocurrido otras veces en la Historia, la rebeldía de los demócratas, alimentada por el invencible deseo de libertad, puede frustrar los siniestros planes del poder.
Zapatero parece abrir las puertas a la compra de Repsol por una empresa de magnates rusos controlada por el Kremlin, mientras que su ministro de Industria, Miguel Sebastian, afirma que Repsol seguirá siendo española. ¿Discrepancia en el seno del gobierno o estrategia de confusión para que la gente no piense en lo que realmente es grave, que España se va a pique bajo la dirección de un gobierno inepto?
España está idiotizada y convertida en un país de estúpidos gobernados por ineptos. Las intervenciones de Zapatero y los debates que suscita están diseñados para distraer a los imbéciles y evitar que mediten sobre el gran drama de una nación mal gobernada que despilfarra, cierra empresas, fabrica parados mejor que nadie y se hunde sin remedio. Las palabras de ZP son como la orquesta del Titanic, que amenizaba la fiesta mientras el banco se iba al fondo de los mares.
El espectáculo de un país que discute sobre si abrir o no abrir las fosas de la Guerra Civil mientras el gobierno endeuda a las tres próximas generaciones de españoles, hunde la economía y supera el déficit permitido por la Unión Europea, arriesgando que le expulsen del Euro, es grotesca, pero fiel reflejo del mundo que se avecina: una pocilga indecente en la que los demócratas y los ciudadanos libres no tendrán sitio.
La sociedad, quizás sin que muchos lo perciban, camina hacia una etapa peor, hacia estados poderosos e intervencionistas, gestionados por gente inepta y poco ética cuyos dos únicos méritos serán mantenerse unidos en sus partidos políticos frente a ciudadanos dispersos y desorganizados y manejar con eficacia la propaganda y el engaño.
España es un banco de prueba mundial donde se está demostrando algo terrible: que los ineptos pueden gobernar a los estúpidos y a los cobardes, conduciéndolos a la pobreza y a la destrucción como país, con total impunidad, sin que les ocurra nada, pudiendo, incluso, seguir ganando elecciones, mientras culminan la hecatombe.
Si no lo evitamos con esfuerzo y sufrimiento, conducidos por la peor casta de pastores de la historia moderna, la de los políticos profesionales, los miembros del rebaño español seremos conducimos hacia un mundo poblado de iidiotizados, embrutecidos y manipulados, que será gobernado por una casta de ineptos que controlan la fuerza bruta y el dinero y que únicamente serán expertos en manejar la propaganda y el engaño.
La vieja tesis totalitaria de que el pueblo es un rebaño torpe al que hay que mantener siempre bajo control, sin que tome decisiones, para que no estorbe, vuelve a tener plena vigencia en la ruta hacia ese futuro al que las castas políticas, tanto de la derecha como de la izquierda, nos conducen con paso firme.
Si nadie lo remedia, el mundo se arrastrará hacia un intervencionismo descarado, una especie de dictadura del proletariado soft. Es decir, una oligarquía controlada por políticos ineptos pero sedientos de poder y de privilegios que únicamente serán maestros en el engaño, en hacer creer al pueblo que es el que manda, ayudados por unos medios de comunicación sometidos que nos destacarán a diario la soberanía popular y la importancia de los ciudadanos y de sus votos.
El mundo que se acerca ya se perfila en el horizonte y puede verse naciendo en nuestras ciudades y pueblos. A pesar de sus apariencias populares, será cualquier cosa menos democrático y libre. Iremos a votar, pero tendremos que elegir a los que los poderosos ya han seleccionado previamente y colocado en sus listas cerradas. La oposición disfrutará de privilegios casi iguales a los del partido ganador. Los políticos se harán corporativos y se unirán entre ellos para mantener su dominio y privilegios frente al rebaño de los sometidos. Los medios de comunicación, bajo control del poder, serán cómplices eficaces del embrutecimiento colectivo y de la desculturización general. El miedo reinará en el mundo y los ciudadanos se encerrarán en sus hogares, defendido con rejas y puertas blindadas, por pánico a ser asaltados y apaleados por unos delincuentes a los que el poder apenas persigue o castiga. Los poderosos utilizarán la mentira y el angaño como su gran herramienta de dominio. Los impuestos crecerán y la casta de los poderosos, ya plenamente divorciada de los devaluados ciudadanos, ampliará sus privilegios, gobernará con opulenta ostentación y se convertirá, todavía más de lo que hoy es, en una pesada losa de plomo que oprime a su pueblo.
Será un mundo en el que la gente libre y ética no podrá vivir y tendrá que rebelarse. Los rebeldes serán tratados por la policía y por la prensa peor que los maleantes y serán más numerosos en las cárceles que los criminales.
El panorama del futuro es desolador y en él apenas hay espacio para la esperanza, pero queda un resquicio. El binomio "poderosos-medios de comunicación" parece invencible pero, por fortuna, las cosas no siempre les han salido bien a los dominadores de sus semejantes y aspirante a totalitarios. También Hitler y Stalin parecían invencibles, pero hoy ya no queda nada de sus imperios, ni siquiera el recuerdo nostálgico de sus derrotados partidarios.
Como ha ocurrido otras veces en la Historia, la rebeldía de los demócratas, alimentada por el invencible deseo de libertad, puede frustrar los siniestros planes del poder.
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