Información y Opinión

EUSKALDUNIZAR, GALLEGUIZAR, CATALANIZAR (y 3)



Luchar contra la lengua española es la batalla más desesperada de los nacionalismos, su última línea de defensa frente al progreso y la cultura universal
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El nacionalismo extremista e independentista ya no puede recurrir a odios, conspiraciones judeo masónicas, historias manipuladas o fantasmagóricos Rh particulares porque ya no se sostienen. Como dijo Jordi Pujol ante la oscura situación: "Si se salva la lengua, se salvará todo".

Los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos saben muy bien que la lengua española representa una riqueza para España del 15% del PIB, tanto como el turismo. Conocen muy bien que el idioma español es uno de los tres idiomas más importantes del mundo, que el español es el idioma que los universitarios de EE.UU. eligen como segunda lengua, antes que el francés o el alemán, que en pocos años el español tendrá igual fuerza o superará al inglés en usuarios de internet. No quieren reconocer que el español es una lengua que, por su fuerza, dinamismo y amplitud, une y no es de las que producen guetos culturales con lacras de endogamia.

El nacionalismo necesita dominar a sus súbditos controlando el nivel de su instrucción, impidiendo el desarrollo de sus facultades y produciendo ¿ciudadanos? aptos para el redil. Les privan de la herramienta principal para su contacto con el exterior, la poderosa lengua común, y se la sustituyen por una limitada lengua local, algunas en vía de confección.

Luchar contra la lengua española es la batalla más desesperada de los nacionalismos, su última línea de defensa frente al progreso y la cultura universal. Por eso la frenética actividad de decretos de inmersión lingüística, inversiones masivas, represión, teléfonos de denuncias, oficinas de delación, comisarios en centros de enseñanza, participación de estudiantes en el control lingüístico (chivatos), escuelas como las Icastolas y las Galescolas donde los padres no pueden opinar sobre la enseñanza, la exigencia de que hasta en los recreos se hable el idioma del quimérico taifa. Esa es la razón de barbaridades como que la lengua vasca puntúe 24 puntos y un master solo 4 en la Sanidad Vasca, que el las escuelas gallegas se cambie hasta el nombre a los ríos de otras regiones, que el Júcar se llame Xúcare y que hasta se exija cambiar el nombre de las lápidas al gallego.

Los dirigentes nacionalistas saben muy bien que el imponer lenguas como el catalán, vasco o gallego, en detrimento o sustitución de la lengua española, atrasará a sus regiones, tanto económica como culturalmente. Pero no les importa porque lo que está en juego es su poder y su dominio sobre sus súbditos. Galicia ya tiene dificultades para captar directivos en sus empresas por la enseñanza en gallego. Cataluña ha sido considerada recientemente como el farolillo rojo en la educación en España.

Por todo esto, las CC:AA afectadas por los nacionalismos obsoletos, amarillentos y folclóricos invierten cantidades desmesuradas en promocionar lenguas que, sin restar ni menospreciar su valor cultural, no pueden ni deberían sustituir a la lengua española como vehículo de comunicación.

Quienes pagarán un precio altísimo por esa locura de sus políticos serán los jóvenes, cuya capacidad intelectual y profesional ha sido sacrificada sin misericordia por el nacionalismo.

El gobierno de Ibarretxe ha invertido 41 millones de euros en liberar al personal sanitario para que estudie vascuence, 15,39 millones en la formación del personal de su administración para aprender vasco en ikastolas y 25,77 millones en la sustitución de ese personal.

Alzar barreras lingüísticas es cuestión de supervivencia para los reyezuelos catalanes, vascos y gallegos. Nada les importa que sus súbditos, sin conocimientos de español, sean unos minusválidos cuando tengan que competir en el mercado por un puesto de trabajo. Tampoco les importa que sus universidades e industrias cierren las puertas al fenómeno de la globalización y se vean obligadas a abastecerse únicamente de personal local. Obsesionados por el poder, no quieren ver que esa política es suicida, que empobrece a la población y espanta a las industrias e inversiones.

Para apoyar sus débiles argumentos, reinventan la historia de sus pueblos, creando separaciones, diferencias e independencias que jamás existieron. La mentira se torna así en argumento para el sometimiento y el control de las masas.

La persecución y el acoso a la lengua española ya les está pasando una factura terrible a las tres comunidades en manos del nacionalismo extremo: Cataluña ha perdido el liderazgo económico y cultural que, durante muchas décadas, tuvo en la España moderna; el País Vasco se desangra y retrocede con más de 200.000 de sus ciudadanos en el exilio, casi todos ellos bien formados y con alta calidad técnica y profesional; Galicia, la última en llegar a la locura, ya experimenta los primeros síntomas del retroceso y la pobreza en sus industrias, cultura y servicios.

FIN

Ligur

   
Sábado, 17 de Mayo 2008
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