Colaboraciones

ETA, TEA DEL (T)ERROR





(ERGO, EL/LA ¿ARTERO/A? ETARRA, QUIEN ATERRA, OTRA ERRATA)

“El buen juicio es la cosa mejor repartida del mundo, pues no hay nadie que se queje, moleste, enoje o muestre disconforme con la porción que le ha tocado en suerte”.

René Descartes


Hay quienes en cuanto estrenan cargo (el de formar parte de un supuesto comando de ETA, verbigracia), aunque no lo hayan obtenido por sus propios méritos y capacidades, sino por cualquiera de los variopintos procedimientos del clásico, típico y tópico tráfico de influencias (llámese éste amiguismo, enchufismo, gamberrismo, nepotismo, “ka(le borro)kismo” u otro “ismo”), se creen investidos por arte de encanto, hechizo o magia negra, aún más, nigérrima (con las ínfulas idiotas, botarates), de la ciencia infusa, la conciencia ingénita y la autoridad ínsita, soberana y sobrante para impartir horrendas lecciones magistrales de matonismo o terrorismo donde sea.

Tras agradecer a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que hayan cumplido con sus cometidos y tareas, quiero decir, que hayan estado alerta y atentos a los movimientos de los etarras de viejo y nuevo cuño y les hayan echado el guante antes de que cometieran algún atentado devastador, irreparable, o “chandrío” morrocotudo, de tomo y lomo, me gustaría volver a recordarle a nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (y van muchas, tantas como ene veces) hasta que quede totalmente persuadido, el párrafo final de “La peste”, de Albert Camus:

“Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa”.

E. S. O., un andoba de Cornago

   
Viernes, 30 de Marzo 2007
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