Colaboraciones

ESPAÑA Y LA IGLESIA





La Iglesia Católica está en desuso. Es muy fácil seguir la corriente y alimentar sin descanso la crítica y la difamación. Pensar y buscar la verdad es más difícil; en todo caso, si ello no interesa, lo propio y correcto es dejarlo vivir y no tocarlo. Claro, pero, así, no se calumnia, ofende y denigra que es el objetivo de las mentes envenenadas.

La Iglesia Católica, no es que viva a expensas del Estado, sino que le «ahorra 36.060 millones de €., dice Monseñor del Río, Obispo de Jerez, y los impuestos de los católicos benefician a creyentes y laicos». Si, por un día la Iglesia dejara de cumplir sus cometidos sociales y caritativos, la Nación se vería en un grave problema. Son muchas las obras que se atienden en sus actividades docentes, sanitarias, culturales, patrimoniales, y en la lucha contra la pobreza y la opresión. Una gran mayoría de los enfermos de SIDA en el mundo reciben el cuidado y salud, casi sin o escaso apoyo estatal, de parte de la Iglesia Católica. Son miles de misioneros católicos que dan su vida en salvar y ayudar, como pueden, a los excluidos y más desechados en regiones remotas y olvidadas.

«No po­demos, dice el prelado, vivir acomplejados, como si nuestra Iglesia fuese una carga para la sociedad». Esta cantidad enorme y consistente de que se libra la Nación supone un gran regalito y un celestial alivio. Desdeñemos ya los «prejuicios, que se derivan de la ignorancia de la realidad eclesial y de su financiación, y, a la vez, las obsesiones ideológicas contra el catolicismo». El Estado, con la célebre desamortiza­ción de Mendizábal, se nutrió del rico patrimonio de la Iglesia Católica; recuerda el obispo que «en el siglo XIX confiscó la mayoría de los bienes con los que se soste­nía la Iglesia y que procedían de las aportaciones de sus fieles». Hoy, «el Estado de­be satisfacer las necesidades de los ciudadanos y una gran ma­yoría de ellos tiene derecho a que sean atendidas sus necesidades espirituales, pues, los católicos contribuimos con nuestros im­puestos y con la herencia históri­ca, social y cultural de nuestra fe». Monseñor in­vita a los «católicos y hombres de buena voluntad a marcar la casilla de la Iglesia, para que pueda seguir haciendo el bien a través de sus diferentes instituciones». «Debemos, añade, poner la señal en el impreso, que no significa pagar más impuestos, incluso en ca­so de que nuestra declaración sal­ga a devolver; precisamente porque nos encontramos en un sistema aconfesional, los católicos tenemos que hacer frente más que nunca al mantenimiento de la Iglesia».

Siguiendo las enseñanzas del Evangelio, la Iglesia realiza en el mundo una ingente labor de salvación y cooperación. Sin duda, está compuesta por hombres y, como toda institución humana, alguna vez, muy pocas, alguno cae en el error; San Pedro negó al Maestro y, arrepintiéndose, lloró amargamente toda su vida. ¡Quién de los que critican, ofenden y denigran, levantando enorme polvareda, porque, un pobre hombre de la Iglesia, en su debilidad humana, cae, está libre de pecado? Esas caídas no restan frescura y grandeza al mensaje evangélico. “¿Dónde están los que te condenaban? Yo tampoco te condeno.Vete en paz”, dijo Jesús a la adultera. Esta es la gran verdad del Evangelio, la paz, la misericordia, el perdón infinitos, el amor: “Amaos los unos a los otros”.


Camilo Valverde Mudarra

   
Sábado, 12 de Mayo 2007
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