Muchos españoles se han autofabricado un cuento simple o quizás una leyenda urbana, que creen fervorosamente, según la cual un grupo minoritario, heterodoxo y pervertido ha tomado el poder en el socialismo español y en el gobierno de España, con José Luis Rodríguez Zapataro al frente, y ha llevado a la izquierda española y a la nación por caminos insólitos, equivocados e indeseables. Según esa leyenda, perturbadora pero menos que la realidad, el drama de esa política gubernamental que consiguió eludir los controles de la Constitución y tensionar hasta límites desconocidos la convivencia y la concordia, es un mal pasajero que terminará cuando Zapatero sea derrotado en las urnas. Entonces --continúa la leyenda—, milagrosamente, el socialismo español se hará democrático, justo, se regirá por principios nobles y tomará el camino correcto, mientras España curará sus heridas y se salvará de todas sus amenazas.
Los que creen esa especie de benévolo cuento de hadas se equivocan en lo esencial y doblemente: en primer lugar porque muchos de los cambios y transformaciones perpetrados por el gobierno Zapatero son irreversibles y, en segundo lugar, porque quien ha tomado el poder en el socialismo español y en la nación no es un grupo pervertido sino toda una izquierda que se ha evolucionado mal, que se ha desprendido de los remilgos y dudas propias de la socialdemocracia y que ha decidido sumergirse en sus fuentes originales, más próximas al totalitarismo que a la democracia.
El cuento o la leyenda cumple una misión terapéutica y narcotizante en una sociedad española que no quiere asumir la cruda realidad de que quien ha tomado el poder en España es simplemente una izquierda distinta a la que creíamos que existía y que esa tragedia es, mas o menos, obra de todos.
Las raíces históricas de la izquierda son totalitarias y parten del principio (genuinamente leninista) de que la sociedad sólo avanza cuando un gobierno consciente y preparado toma el poder y la conduce con mano firme.
Eso es, precisamente, lo que piensan Zapatero, su gobierno, sus asesores y, mientras no se demuestre lo contrario, los socialistas españoles en masa.
La izquierda, que cree menos en la igualdad que la derecha, que tampoco cree en ella, no quiere perder más tiempo y está decidida a transformar la sociedad desde el poder, con mano firme, sin remilgos , "como sea", sin pamplinas igualitarias como la democracia y desde el convencimiento leninista de que sólo un gobierno profesional y preparado puede conducir a la Humanidad hacia el "paraiso"..
La democracia –según esta izquierda que nos gobierna-- no es otra cosa que un obstáculo que hay que soportar en una etapa histórica concreta y del que hay que desprenderse lo antes posible porque la sociedad necesita con urgencia transformaciones eficaces que sólo son posibles si son impulsadas desde el poder por un liderazgo osado y decidido a asumir el cambio.
Sólo desde esta perspectiva pueden entenderse aspectos que el cuento oculta y que la mayoría de la sociedad española se niega a asumir y procesar, como el cambio de las amistades internacionales, sustituyéndose a las democracias por totalitarismos pervertidos como los de Cuba, Venezuela, Irán, Bolivia y otros; las alianzas selladas entre un socialismo que se supone español y democrático con partidos nacionalistas extremos que ni son españoles ni demócratas; el acoso político a la oposición, a la que se le quieren cerrar las vías que conducen al poder, lográndose así, por la vía pacífica y a través de la perversión de las reglas del juego democrático, la misma permanencia perpetua en el poder que impuso Lenin a través del golpe de estado bolchevique; el estilo de gobierno impuesto, donde las decisiones se toman al margen de la los criterios mayoritarios de la ciudadanía; el acoso a las víctimas del terrorismo y a todos los que se opongan al “régimen”; el desprecio que supone a las reglas clásicas de la democracia aprobar leyes fundamentales como los estatutos de Cataluña y Andalucía mediante dos consultas populares fracasadas, en las que triunfó la abstención y la propuesta gubernamental resultó vergonzosamente aprobada por apenas un tercio de los votantes, etc., etc.
La única manera de intentar curar las durísimas heridas causadas por el "Zapaterismo" en España es admitir que su obra es la de una izquierda que ha sido votada y aupada hasta el poder por la mayoría de los españoles y también asumir que algunas de las políticas de esa izquierda, como el haber desenterrado los odios del pasado entre las dos Españas, o haber dado alas al nacionalismo para que se transforme en independentismo, o haber desprestigiado la política y la democracia, difícilmente pueden tener marcha atrás.
Rubén
Los que creen esa especie de benévolo cuento de hadas se equivocan en lo esencial y doblemente: en primer lugar porque muchos de los cambios y transformaciones perpetrados por el gobierno Zapatero son irreversibles y, en segundo lugar, porque quien ha tomado el poder en el socialismo español y en la nación no es un grupo pervertido sino toda una izquierda que se ha evolucionado mal, que se ha desprendido de los remilgos y dudas propias de la socialdemocracia y que ha decidido sumergirse en sus fuentes originales, más próximas al totalitarismo que a la democracia.
El cuento o la leyenda cumple una misión terapéutica y narcotizante en una sociedad española que no quiere asumir la cruda realidad de que quien ha tomado el poder en España es simplemente una izquierda distinta a la que creíamos que existía y que esa tragedia es, mas o menos, obra de todos.
Las raíces históricas de la izquierda son totalitarias y parten del principio (genuinamente leninista) de que la sociedad sólo avanza cuando un gobierno consciente y preparado toma el poder y la conduce con mano firme.
Eso es, precisamente, lo que piensan Zapatero, su gobierno, sus asesores y, mientras no se demuestre lo contrario, los socialistas españoles en masa.
La izquierda, que cree menos en la igualdad que la derecha, que tampoco cree en ella, no quiere perder más tiempo y está decidida a transformar la sociedad desde el poder, con mano firme, sin remilgos , "como sea", sin pamplinas igualitarias como la democracia y desde el convencimiento leninista de que sólo un gobierno profesional y preparado puede conducir a la Humanidad hacia el "paraiso"..
La democracia –según esta izquierda que nos gobierna-- no es otra cosa que un obstáculo que hay que soportar en una etapa histórica concreta y del que hay que desprenderse lo antes posible porque la sociedad necesita con urgencia transformaciones eficaces que sólo son posibles si son impulsadas desde el poder por un liderazgo osado y decidido a asumir el cambio.
Sólo desde esta perspectiva pueden entenderse aspectos que el cuento oculta y que la mayoría de la sociedad española se niega a asumir y procesar, como el cambio de las amistades internacionales, sustituyéndose a las democracias por totalitarismos pervertidos como los de Cuba, Venezuela, Irán, Bolivia y otros; las alianzas selladas entre un socialismo que se supone español y democrático con partidos nacionalistas extremos que ni son españoles ni demócratas; el acoso político a la oposición, a la que se le quieren cerrar las vías que conducen al poder, lográndose así, por la vía pacífica y a través de la perversión de las reglas del juego democrático, la misma permanencia perpetua en el poder que impuso Lenin a través del golpe de estado bolchevique; el estilo de gobierno impuesto, donde las decisiones se toman al margen de la los criterios mayoritarios de la ciudadanía; el acoso a las víctimas del terrorismo y a todos los que se opongan al “régimen”; el desprecio que supone a las reglas clásicas de la democracia aprobar leyes fundamentales como los estatutos de Cataluña y Andalucía mediante dos consultas populares fracasadas, en las que triunfó la abstención y la propuesta gubernamental resultó vergonzosamente aprobada por apenas un tercio de los votantes, etc., etc.
La única manera de intentar curar las durísimas heridas causadas por el "Zapaterismo" en España es admitir que su obra es la de una izquierda que ha sido votada y aupada hasta el poder por la mayoría de los españoles y también asumir que algunas de las políticas de esa izquierda, como el haber desenterrado los odios del pasado entre las dos Españas, o haber dado alas al nacionalismo para que se transforme en independentismo, o haber desprestigiado la política y la democracia, difícilmente pueden tener marcha atrás.
Rubén