Colaboraciones

ESPAÑA ES SÓLO MERCANCÍA ELECTORAL.





¿Le sorprende a alguien esta afirmación? Lo dudo. El asunto catalán ha sido la gota que ha colmado el vaso. Al menos, en lo que a muchos españoles respecta. Las tertulias televisivas plagadas de ilustrados y doctores en maquillar la verdad para que esta suene menos dolorosa echan humo y tierra para evitar decir las cosas claras. Que ni el Gobierno ni los partidos políticos, sean del signo que sean, han querido ni quieren poner fin al desafío secesionista. Saben que después del menoscabo de ETA, el Independentismo es la nueva cantera de votos. Un escenario novedoso y dinámico que permite a formaciones que hasta hace poco eran insignificantes creerse que tienen una oportunidad en el tablero político, y a las formaciones tradicionales reciclarse o mostrar su verdadera naturaleza. Según el alcance de entendederas de cada cual.

Los actuales acontecimientos ponen de manifiesto sin paliativos que el pancatalanismo excluyente, xenófobo, totalitario y reaccionario que aumenta sus número en España se escapa de todo control, política de inmersión lingüística mediante. Un monstruo que ya es demasiado grande. Y sería loable el legalismo de las autoridades si este fuera tal y no sólo una cortina de humo para esconder la felonía. A la cobardía y a los cobardes hay que llamarlos por su nombre y exigir su dimisión. Para que sean sustituidos por aquellos que sí tengan el valor de asumir sus responsabilidades. Con todas sus consecuencias. Nadie se lleve a engaño. Estamos aquí por la política de constante cesión al nacionalismo desde incluso antes de la Transición. Se ha confundido tolerancia, armonía, convivencia y respeto con premio al delincuente. Hasta el punto de que hoy en día no puedes sentirte bien contigo mismo si no denostas con todas tus fuerzas todo lo que huela a tu país. Y cuanto más, mejor. Una retorcida fórmula de iniciación para el ingreso en la secta del dogma de lo políticamente correcto. Que poco a poco se convierte en Ley sin que nadie haga nada y ahoga progresivamente los cada vez más escasos márgenes de libertad individual que aún subsisten.

Es nuestra clase política la única responsable de un problema que nunca debió ser tal. Los que deben dar explicaciones a quienes padecen discriminación y son condenados al silencio de las dictaduras nacionalistas que se han impuesto en algunas regiones de España ante las mismas narices del gobierno central, que en vez de haber defendido rauda y contundentemente los derechos de los ciudadanos a los que se deben, han optado vilmente por financiar esas mismas políticas anti-democráticas por miedo a enfadar a los sumos pontífices de lo que está bien y está mal en esta sociedad. ¿Cabe calificar de legítimos unos gobiernos así? Electoralmente sin duda. Pero éticamente jamás. ¿Y qué hacemos nosotros? ¿Castigarles? ¿Exigir responsabilidades? No es nuestro estilo. Preferimos recompensarles con el voto. Algunos dirán que es cuestión de voto útil. Y yo digo que el voto a unos partidos que hacen esto nunca puede ser calificado como útil. Sólo como dañino. Sólo basta con contemplar patidifuso e impotente la autocomplacencia del Gobierno tras poner un simple parche para para una hemorragia que amenaza con provocar la muerte. Los secesionistas, astutos y serpenteantes, se han convencido de que España es débil y acomplejada. El nulo relato antagónico que deberíamos haber fabricado para combatir toda la sarta de mentiras independentistas le ha dejado el camino expedito para ganar una suerte de batalla moral. Hasta el punto de que han convencido a un porcentaje no desdeñable de la población de que tiene todo el derecho del mundo a dividir a una sociedad y que son víctimas de un estado imperialista bárbaro que aplica políticas franquistas contra una Atenas idílica solo deseosa de ser libre. Son aquellos que hablan de respeto los villanos y los que hablan de ruptura unilateral los héroes. Y la prueba de ello es que los criminales se autopromocionan como hastiados luchadores por la libertad en el exilio, hay gente que se lo cree y al Gobierno le da igual. Lo mismo que con los falsos presos políticos, que si han pisado la cárcel ha sido en aplicación de la legislación penal española, y no por la arbitraria sentencia de un tribunal militar.

Lo han dicho alto y claro y a ello van. Los independentistas no van a detenerse. Jamás. Han llegado demasiado lejos. Y si los partidos políticos maquilladores de la realidad creen que van a poder negociar con unos matones, que se lo piensen dos veces. No más Universidades panfletarias, no más guarderías y escuelas fomentadoras del odio, no más televisión pública al servicio de la oligarquía nacionalista, no más políticas lingüísticas inquisitoriales, no más policía política. Y una defensa de los derechos ciudadanos como siempre debió haberse hecho y nunca vendido por votos, contratos, dinero y puestos en las administraciones y en las empresas. A partir de ahí empezaremos a entendernos. Más España es mercancía electoral para sus políticos. Ni mejoras, ni relatos, ni justicia en esto. Nuestro Gobierno no existe. Responde ante otros. No lo olvidemos nunca.

Pablo Gea Congosto

Pablo Gea
Martes, 27 de Febrero 2018
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