Colaboraciones

ESPAÑA, EN MANOS DEL PEOR NACIONALISMO EXCLUYENTE



Dias después de la gran pitada en la final de la Copa del Rey, ningún presidente de club ni político nacionalista ha pedido perdón por la ofensa masiva de sus secuaces a los símbolos que aman millones de españoles. Han hecho todo lo contrario: vanagloriarse de su "victoria". La izquierda, mientras tanto, critica a Esperanza Aguirre, la única que alzó su voz contra el abuso del nacionalismo vasco y catalán, pero nada dice de esos políticos nacionalistas que, cargados de odio hacia España, alentaron la pitada ¡Bochornoso!
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La final de la Copa del Rey fue un festival para el nacionalismo vasco y catalán, un orgasmo para los políticos nacionalistas radicales, que viven del victimismo, la división y el odio, y un vergonzoso y cobarde suplicio para los españoles que creen en el derecho, la ley y la democracia, que se sienten burlados, una vez más, por políticos que se adaptan a todo, incluso a la ignominia, con tal de seguir en el poder.

Vergonzosamente, el himno nacional español fue emitido en su versión corta, una cobarde concesión a los radicales presentes en el estadio, que se sintieron vencedores cuando pitaron y vieron el miedo y la cobardía en el rostro de la casta presente en el palco.

Posteriormente, un tipo que odia a España hasta la médula, como el vasco Iñigo Urkullu, se vanaglorió de los gritos que tachaban de "hija de puta" a Esranza Aguirre y de que la pitada derrotara a los 100.000 watios que TVE empleó para silenciarla.

Lo malo del nacionalismo excluyente no es que quieran la independencia, ni que odien a España, sino su sucio y oscuro intento permanente por debilitar a España y destruirla. Son como termitas impunes porque saben que el cobarde Estado central jamás las fumigará con la reciprocidad, la justicia y la ley.

Una política que se nutre del odio de catalanes y vascos hacia todo lo que huela a español es una política obscena, inhumana y antidemocrática frente a la cual los políticos demócratas, representantes de un peublo que se siente ultrajado por las agresiones nacionalistas, no pueden esconder la cabeza cobardemente bajo el ala, sino que deben plantarle cara y hacerles sentir el peso y los derechos de los ciudadanos, sobre todo de las mayorías.

Los que sentimos asco ante el nacionalismo violento y excluyente no nos oponemos a la independencia, siempre que ese proceso se produzca en condiciones de equilibrio, reciprocidad y justicia. Si algunos dirigentes vascos piden a los suyos que no consuman pruductos en Madrid, los dirigentes madrileños tienen el mismo derecho a pedir a los suyos que dejen de comprar productos vascos. Si los catalanes llevan más de una década boicoteando los productos españoles, que no se lamenten como gallinas cuando los españoles boicotean sus cavas y automóviles. Si ellos se aprovechan de los inaceptables desequilibrios de una Ley Electoral que otorga a los votos nacionalistas más peso y representación que al resto de los votos, ese desequilibrio debe ser corregido para que los nacionalistas tengan el justo poder que corresponde a su exiguo número de votos. Si ellos desprecian y quieren desligarse de España, España debería practicar la reciprocidad y desligarse por completo de una Cataluña y de un País Vasco independientes, cerrando sus fronteras, interrumpiendo cualquier tráfico comercial y vetando su ingreso en la Unión Europea.

La única manera de afrontar el independentismo y el nacionalismo hostin y excluyente es con dignidad, practicando la reciprocidad, que es la mas justa de las normas en derecho internacional. En países tan democráticos como Estados Unidos, líderes nacionalistas como Mas o Urkullo estarían en la cárcel, mientras que en España gobiernan o gobernarán sus regiones, beneficiados por una ley electoral que les ayuda sobreponderando sus escasos votos. Pero España no los tolera por sentido de la libertad o por respeto al a democracia, sino por pura y simple cobardía.

Es probable que entonces, cuando los que viven del victimismo y el odio sepan que enfrente tienen a personas dignas y resueltas, se echen para atrás y descubramos todos que el nacionalismo, más que una fe es una forma de vida, un sistema parasitario de extraer beneficios de un país cuya clase política carece de principios y está dispuesta a ceder siempre ante cualquier chantaje que ponga en peligro su permanencia en el poder.

Sentemos de una vez a catalanes y vascos en una mesa para decidir que es de cada parte y que se llevarán cuando se independicen. Estamos seguros de que si en esa mesa se aplica la paridad, la justicia y la reciprocidad, renunciarían a marcharse porque son tan inmorales y ventajistas que quieren marcharse llevandoselo todo, manteniendo, incluso, lineas de comercio abiertas y hasta recibiendo ayudas y compensaciones. Ellos son así de predadores.

Rubén

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Martes, 29 de Mayo 2012
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