Nuestro sistema político va dando muestras de su dañino funcionamiento cuando es capaz de crear una deuda superior al 100% del PIB, cuando las pensiones comienzan a peligrar y cuando el desempleo masivo se ha institucionalizado. Ese daño proviene de su estatalización, de no comprender que el Estado no gestiona de manera eficiente los recursos como lo hacen los mercados.
El Estado gestiona el interés general, no el beneficio privado, y visto así no tendría por qué ser un ente perjudicial pero el Estado como el poder tienden a expandirse, cuestión que no sería mala en el segundo caso pero si lo sería de manera incontestable en el primero, pues un Estado que no produce sino que vive del presupuesto en continua expansión, tanto en su dimensión como en su intervención, no sólo es la ruina social de un país sino la tumba de su economía. La sociedad productora no puede destinar sus recursos a un Estado que progresivamente destina esos recursos al mantenimiento de un estructura inservible, duplicada y que constituye una losa para las empresas, autónomos y todo aquel productor que se ve expoliado para contemplar como su esfuerzo va a parar a un agujero sin fondo y sin sentido.
El fin del estatalismo y sus ideologías: conservadurismo, socialismo y comunismo toca a su fin. Es necesario que la democracia diga alto y fuerte que hay otras vías y otras soluciones para salir de un proyecto decadente, extractivo e injusto. Ese proyecto es un paso adelante por el que se pase de la democracia al autogobierno, por el que la sociedad consiga su emancipación del Estado y su mayoría de edad social. Si la sociedad sabe labrarse su camino sin necesidad de un Estado expoliador que se lleva la mitad de nuestro esfuerzo para mantener al gran parásito burocrático ¿Que necesidad tenemos de un megaestado que nos regula, nos interviene y nos conduce como si fuéramos menores de edad? La verdadera revolución no es más Estado, el 15M falló en ese sentido, la única revolución es la de confiar y creer en el individuo como elemento fundamental de todos los cambios y eso sólo se consigue con el Estado mínimo y el autogobierno.
Carlos RH
El Estado gestiona el interés general, no el beneficio privado, y visto así no tendría por qué ser un ente perjudicial pero el Estado como el poder tienden a expandirse, cuestión que no sería mala en el segundo caso pero si lo sería de manera incontestable en el primero, pues un Estado que no produce sino que vive del presupuesto en continua expansión, tanto en su dimensión como en su intervención, no sólo es la ruina social de un país sino la tumba de su economía. La sociedad productora no puede destinar sus recursos a un Estado que progresivamente destina esos recursos al mantenimiento de un estructura inservible, duplicada y que constituye una losa para las empresas, autónomos y todo aquel productor que se ve expoliado para contemplar como su esfuerzo va a parar a un agujero sin fondo y sin sentido.
El fin del estatalismo y sus ideologías: conservadurismo, socialismo y comunismo toca a su fin. Es necesario que la democracia diga alto y fuerte que hay otras vías y otras soluciones para salir de un proyecto decadente, extractivo e injusto. Ese proyecto es un paso adelante por el que se pase de la democracia al autogobierno, por el que la sociedad consiga su emancipación del Estado y su mayoría de edad social. Si la sociedad sabe labrarse su camino sin necesidad de un Estado expoliador que se lleva la mitad de nuestro esfuerzo para mantener al gran parásito burocrático ¿Que necesidad tenemos de un megaestado que nos regula, nos interviene y nos conduce como si fuéramos menores de edad? La verdadera revolución no es más Estado, el 15M falló en ese sentido, la única revolución es la de confiar y creer en el individuo como elemento fundamental de todos los cambios y eso sólo se consigue con el Estado mínimo y el autogobierno.
Carlos RH