Colaboraciones

EL ROBO DE LA CAJA





A la Iglesia le han sustraído la Caja de Ahorros de Córdoba. Y, por si hubiera alguna duda, lo hicieron de noche, cuando las tinieblas ayudan. Dicen que los socialistas de Chaves, desde hace diez años, venían inquietos porque, para ellos, que los curas no saben gestionar una Caja de Ahorros. Y a lo mejor es verdad, porque esa Caja de Ahorros no era un banco clásico para ganar dinero, sino una obra social. Ahora, con la ayuda del Banco de España y Unicaja, han robado Cajasur para que los “pobres accionistas” puedan ganar un poquito más.

La verdad es que a mí no me ha dado mucha pena, porque no veía con entusiasmo que una entidad que se autotitula la “Iglesia de los Pobres” fuera dueña de un banco; es decir, de un templo dedicado al Becerro de Oro. Claro que, para más INRI, la Caja de Córdoba era un remedo de otra entidad que existe en Italia y que se dedica a lo mismo, la Banca Vaticana. Y, en Portugal, otro banco tiene un nombre que suena a sacrílego, “Banco del Espíritu Santo”.

Por supuesto, yo no descarto que estas entidades de la Iglesia, con la mejor voluntad, tengan como fin servir a los pobres. Pero, con el Evangelio en la mano, el hecho no se sostiene, porque “el fin no justifica a los medios” y el Evangelio deja bien claro que “no se puede servir, a la vez, a Dios y al dinero”. La praxis crematística ha demostrado siempre que el dinero es mal consejero y que, por el vil metal, se pueden sacrificar los fines más nobles e incluso las personas. El que la Iglesia tenga que volver una y otra vez a la humildad y a la pobreza responde a un motivo bien sencillo: “Su fundador Jesús, aunque tenía la naturaleza de Dios, dejó a un lado lo que era suyo y tomó la naturaleza de siervo, al nacer y vivir como un pobre.” Por tanto, la perfección de la Iglesia, comunidad visible y espiritual, consiste en saber manifestar, ante los ojos del mundo, la pobreza, la humildad y la modestia de su Salvador.

Eso no impide, ciertamente, que dentro de ella se fomente el buen gusto y broten floraciones artísticas, como hicieron los monjes del Cister, los benedictinos de San Benito, los franciscanos de Asís, los cartujos de San Bruno, los dominicos de Santo Domingo y tantas y tantas comunidades desde el siglo XII hasta hoy. Es más, actualmente, catedrales, monasterios, parroquias y capillas del mundo son depositarias de un patrimonio que se hubiera perdido, si no hubiera sido por el cuidado de estas entidades religiosas. A veces, sólo reciben las críticas de la sociedad, pero esa riqueza artística debe seguir siendo intocable, como las pensiones. La desamortización de Mendizábal no sirvió sino para esquilmar el patrimonio del pueblo y enriquecer más a los ricos.

No cabe duda que la Iglesia es una sociedad compuesta de humanos, muchos de ellos ejemplares, y parte de ellos imperfectos y pecadores. En su caminar por el mundo, estas organizaciones pueden ser tentadas de adquirir prestigio y poder, para competir con otros grupos, como los bancos, y otras entidades, como los Estados. Pero deberíamos tener claro que no es ese el fin que le encomendó su fundador.

JUAN LEIVA


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Lunes, 31 de Mayo 2010
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