(UNA DE LAS HOJAS DE LA ALCACHOFA)
Si para Winston Churchill Rusia era una incógnita encerrada en un enigma y éste, a su vez, envuelto en el misterio, o sea, que al tema en cuestión el prócer británico no conseguía adivinarle nunca el centro, meollo o meta, pues el susodicho gozaba de más capas que una cebolla, el menda lerenda se pregunta ahora si no le pasará tres cuartas partes de lo mismo, por lo menos, al hoy más manido que ayer (pero menos incómodo que mañana) asunto de la oferta pública de adquisición de acciones (OPA) de Gas Natural sobre Endesa, donde el misterioso viaje del “Mystère” no es o representa más que una/otra de las numerosas hojas de la alcachofa.
He aquí el hecho, incuestionable. El pasado 6 de noviembre, cumpleaños de mi dilecto hemano Eusebio (de quien, mientras agavillo los renglones que conforman el segundo párrafo de este texto, acabo de recibir la buena nueva -¡enhorabuena!, “Sebi”, sí; pero, ya conoces mi consejo, ¡a dar el callo, a currar!- de que ha sido elegido por sus compañeros, delegados sindicales de la UGT, secretario general de la comarca de Tudela), itero, el pasado 6 de noviembre, el presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero, envió un “Mystère” a Lisboa para que en la susomentada aeronave de las Fuerzas Aéreas Españolas volara a Madrid el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
¿A fin de qué? Porque, si me decanto por cenar, mal (volveríamos por desaforados fueros); pero es que, si me inclino por cercenar, peor. ¿Hablar? ¿Acaso no hay ni se saben los números de teléfonos? ¿Qué tema tan candente y urgente requería la presencia física de ambos dignatarios? En definitiva, ¿a cuento de qué tanto secretismo? Al menda lerenda, un socialista (al que le sobra la sílaba “cia”, abreviatura sin tilde de compañía) solista, el affaire le huele a cuerno quemado, a chamusquina.
Ayer, tras el Consejo de Ministros, la competentísima vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, siguiendo tal vez a Bauchène (“ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se pìensa”), no nos contó todo lo que sabía al respecto en la rueda de prensa; me refiero a la entrevista entre Rodríguez Zapatero y Durao Barroso, secreta, sí, pero cada vez menos borrosa, porque la portavoz oficial de la Comisión Europea, Pia Arhenkilde, reconoció que el tema de la OPA ocupó buena parte del encuentro: “Efectivamente, se habló de las reglas de las fusiones, de las evoluciones técnicas del caso y de los hechos conocidos hasta entonces”, aseveró.
Conozco a varias personas a las que les peta proferir con lenguaje infantil/juvenil que con la dieta de la alcachofa se adelgaza mazo, quiero decir que se pierden muchos kilos. Tal cosa parece estar sucediéndole al jefe del Ejecutivo, a propósito de su credibilidad, si hacemos caso a los datos que arroja el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS):
Ángel Sáez García
Si para Winston Churchill Rusia era una incógnita encerrada en un enigma y éste, a su vez, envuelto en el misterio, o sea, que al tema en cuestión el prócer británico no conseguía adivinarle nunca el centro, meollo o meta, pues el susodicho gozaba de más capas que una cebolla, el menda lerenda se pregunta ahora si no le pasará tres cuartas partes de lo mismo, por lo menos, al hoy más manido que ayer (pero menos incómodo que mañana) asunto de la oferta pública de adquisición de acciones (OPA) de Gas Natural sobre Endesa, donde el misterioso viaje del “Mystère” no es o representa más que una/otra de las numerosas hojas de la alcachofa.
He aquí el hecho, incuestionable. El pasado 6 de noviembre, cumpleaños de mi dilecto hemano Eusebio (de quien, mientras agavillo los renglones que conforman el segundo párrafo de este texto, acabo de recibir la buena nueva -¡enhorabuena!, “Sebi”, sí; pero, ya conoces mi consejo, ¡a dar el callo, a currar!- de que ha sido elegido por sus compañeros, delegados sindicales de la UGT, secretario general de la comarca de Tudela), itero, el pasado 6 de noviembre, el presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero, envió un “Mystère” a Lisboa para que en la susomentada aeronave de las Fuerzas Aéreas Españolas volara a Madrid el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
¿A fin de qué? Porque, si me decanto por cenar, mal (volveríamos por desaforados fueros); pero es que, si me inclino por cercenar, peor. ¿Hablar? ¿Acaso no hay ni se saben los números de teléfonos? ¿Qué tema tan candente y urgente requería la presencia física de ambos dignatarios? En definitiva, ¿a cuento de qué tanto secretismo? Al menda lerenda, un socialista (al que le sobra la sílaba “cia”, abreviatura sin tilde de compañía) solista, el affaire le huele a cuerno quemado, a chamusquina.
Ayer, tras el Consejo de Ministros, la competentísima vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, siguiendo tal vez a Bauchène (“ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se pìensa”), no nos contó todo lo que sabía al respecto en la rueda de prensa; me refiero a la entrevista entre Rodríguez Zapatero y Durao Barroso, secreta, sí, pero cada vez menos borrosa, porque la portavoz oficial de la Comisión Europea, Pia Arhenkilde, reconoció que el tema de la OPA ocupó buena parte del encuentro: “Efectivamente, se habló de las reglas de las fusiones, de las evoluciones técnicas del caso y de los hechos conocidos hasta entonces”, aseveró.
Conozco a varias personas a las que les peta proferir con lenguaje infantil/juvenil que con la dieta de la alcachofa se adelgaza mazo, quiero decir que se pierden muchos kilos. Tal cosa parece estar sucediéndole al jefe del Ejecutivo, a propósito de su credibilidad, si hacemos caso a los datos que arroja el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS):
Ángel Sáez García