Colaboraciones

EL HABLA ANDALUZA





Me indigna el tópico circulante de la gracia andaluza: ¡Olé la grasia!. Me sulfura la chistosa caricatura establecida del habla andaluza. Que se comen los sonidos, dicen, se cortaban las palabras, en definitiva, que en Anda­lucía se habla mal. En el fondo del ridículo, hacen suponer que aquí no se trabaja, se canta y se baila, y se está en continua fiesta y “juerga”.

Estos ingenuos de la mofa sólo lucen su ignorancia. La expresión andaluza carece de uniformidad, no hay un habla, son diversas hablas, según las zonas que atraigan la observación. En esta parte meridional de la Península se producen realizaciones lingüísticas curiosísimas y extraordinarias, que no se dan en Castellano, y previenen directamente del indoeuropeo, de las lenguas clásicas y del sustrato idiomático; a la vez que otras de tipo avanzado y progresista en aras de una mayor economía y fluidez del habla.

De las variantes dialectales del español, el andaluz es la más importante. Circunstancias geográficas e históricas han hecho que el castellano manifieste, en el Sur de España, unos rasgos lingüísticos diferenciadores de carácter propio y muy singular. Al ser el andaluz el dialecto de mayor personalidad, con él coinciden, en lo fundamental, los otros dialectos meridionales: extremeño, murciano, canario y, en la lista, se incluye también el español de América.

El andaluz es el resultado de la evolución del castellano llevado al territorio meridional por los colonizadores y repobladores que, desde el s. XIII y, hasta el XVI, iban ocupando las tierras reconquistadas a los árabes.

Las características más sobresalientes del dialecto residen en el seseo-ceceo y en el vocalismo. El seseo y ceceo es el rasgo más significativo en el conciencia lingüística peninsular; sin embargo, el seseo se extiende por todo el alrededor de la Península y se oye en la zona valenciana, catalana, vasca y gallega y en Iberoamérica. La modalidad articulatoria de la –s- andaluza se realiza en dos variantes: -s- coronal, la más frecuente, que se articula entre los incisivos superiores y los alvéolos, con la lengua plana; y la –s- predorsal, la más extrema y característica, que se articula con el ápice en los incisivos inferiores y con la lengua convexa. Hay núcleos que mantienen la –s- castellana: ápico-alveolar cóncava.

El sistema vocálico es muy peculiar. En andaluz, existen ocho vocales, quizás diez, tres más que en castellano, hecho que recuerda la existencia de la cantidad indoeuropea en las lenguas clásicas. La razón fundamental se halla en la pérdida de la –s- final, signo fonológico del plural; para marcar la diferencia de número, singular-plural, el dialecto recurre a un nuevo signo que consiste en modificar el timbre de la vocal final, con lo que, creando la serie vocálica cerrada y la serie abierta, se provee del elemento propio para trasmitir la idea de la pluralidad: poko, poko. Es tan enormemente significativo, que la transformación del timbre de la vocal final ha transmitido su grado de abertura a la vocal tónica y de ahí a las demás vocales de la palabra: sing. [pOcO], pl. [pQcQ] (la cerrazón se marca con un punto bajo la vocal y la abertura, con una comita). La cerrazón de las vocales, en singular, es más obstensible cuando las vocales pertenecen todas a la misma serie: efe, efe; monótono, monótono. Destaca especialmente el extraordinario alargamiento de la vocal tónica

Rasgo esencial del andaluz es su respeto por la cons­trucción gramatical, base de toda lengua, frente al deterioro que sufre la morfosintaxis en el resto de España. Aun cuando hoy se resiente del efecto nocivo de la televisión, mantiene su solidez y facundia en la elocución del discurso.



Camilo Valverde Mudarra

Franky  
Viernes, 7 de Abril 2006
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