España es la viva imagen del fracaso político, un país sin liderazgo, un país sin valores, un país sin rumbo y un país sin alternativa política. Los políticos no dan soluciones a los problemas económicos, sólo parchean los problemas del déficit público, y sólo han demostrado ser hábiles y eficaces incrementando su propio poder, su dominio y sus privilegios.
Los problemas económicos pasan a un segundo plano cuando el papel del estado pasa a ser aliado de los nacionalistas, y cuando debe ejercer sus funciones diplomáticas y promesas ilógicas para sostener el poder confiado por los ciudadanos.
El abuso de nuestros políticos dentro de un marco llamado democrático, ha condenado a los ciudadanos a ser víctimas de su propio sistema democrático y mansos ante el abuso de poder. Como consecuencia, nadie sabe donde está la verdad y los poderes campean por el abuso y la corrupción sin que nadie pueda ponerles freno.
Los ciudadanos anteponemos el miedo y el conformismo a la libertad, al deber de exigir y a la rebeldía. Soportamos como esclavos demasiadas lacras y dominaciones, demostrando que hemos perdido el orgullo por la libertad. Nos domina el miedo y hemos permitido, con una cobardía digna de piedad, que nuestra democracia haya sido asesinada por los partidos políticos y suplantada por una oligarquía donde el que manda ya no es el pueblo, sino las cabezas visibles de los partidos.
Sabemos que nuestros políticos anteponen sus propios intereses al bien común de los ciudadanos y no hacemos nada. Conocemos el alcance de la corrupción y haciendo oídos sordos no hacemos nada.
Nos mienten, nos endeudan, nos suben injustamente los impuestos, nos bajan los sueldos y ni siquiera tenemos la osadía de exigir a nuestros políticos que también ellos practiquen la austeridad y sean ejemplares.
La sociedad civil española, desunida, desarmada y desmantelada, está casi en estado de coma.
La confusión y la sensación de desgobierno afectan a todos los aspectos de la vida, desde la educación a la convivencia, sin olvidar las relaciones sociales y la vida laboral. La sociedad está cambiando y no precisamente en el sentido que marca la democracia. Los poderosos son cada día más poderosos, al igual que los ricos son cada vez más ricos, mientras que los humildes y los pobres descienden cada día varios escalones, hacia la miseria, en la escala de la dignidad. La igualdad, columna vertebral de la democracia, es hoy una ilusión, al igual que la justicia, la fraternidad y otros valores trascendentales.
El Estado, controlado de manera dura y eficaz, por políticos profesionales, ha olvidado su razón de existir y ya no quiere o no puede cumplir con sus obligaciones evidentes. No es capaz de garantizar la convivencia, ni la seguridad, ni la igualdad de oportunidades, ni la justicia, ni se atreve a luchar contra la extendida corrupción, ni puede ya suprimir las diferencias humillantes entre unos y otros.
El Estado español es hoy la viva imagen del viejo monstruo Leviatán, que esclaviza y somete. Lo peor de todo... seguimos sin hacer nada y no somos conscientes del tipo de herencia que vamos a dejar a nuestros hijos.
Roberto Montoliu Guilla
Los problemas económicos pasan a un segundo plano cuando el papel del estado pasa a ser aliado de los nacionalistas, y cuando debe ejercer sus funciones diplomáticas y promesas ilógicas para sostener el poder confiado por los ciudadanos.
El abuso de nuestros políticos dentro de un marco llamado democrático, ha condenado a los ciudadanos a ser víctimas de su propio sistema democrático y mansos ante el abuso de poder. Como consecuencia, nadie sabe donde está la verdad y los poderes campean por el abuso y la corrupción sin que nadie pueda ponerles freno.
Los ciudadanos anteponemos el miedo y el conformismo a la libertad, al deber de exigir y a la rebeldía. Soportamos como esclavos demasiadas lacras y dominaciones, demostrando que hemos perdido el orgullo por la libertad. Nos domina el miedo y hemos permitido, con una cobardía digna de piedad, que nuestra democracia haya sido asesinada por los partidos políticos y suplantada por una oligarquía donde el que manda ya no es el pueblo, sino las cabezas visibles de los partidos.
Sabemos que nuestros políticos anteponen sus propios intereses al bien común de los ciudadanos y no hacemos nada. Conocemos el alcance de la corrupción y haciendo oídos sordos no hacemos nada.
Nos mienten, nos endeudan, nos suben injustamente los impuestos, nos bajan los sueldos y ni siquiera tenemos la osadía de exigir a nuestros políticos que también ellos practiquen la austeridad y sean ejemplares.
La sociedad civil española, desunida, desarmada y desmantelada, está casi en estado de coma.
La confusión y la sensación de desgobierno afectan a todos los aspectos de la vida, desde la educación a la convivencia, sin olvidar las relaciones sociales y la vida laboral. La sociedad está cambiando y no precisamente en el sentido que marca la democracia. Los poderosos son cada día más poderosos, al igual que los ricos son cada vez más ricos, mientras que los humildes y los pobres descienden cada día varios escalones, hacia la miseria, en la escala de la dignidad. La igualdad, columna vertebral de la democracia, es hoy una ilusión, al igual que la justicia, la fraternidad y otros valores trascendentales.
El Estado, controlado de manera dura y eficaz, por políticos profesionales, ha olvidado su razón de existir y ya no quiere o no puede cumplir con sus obligaciones evidentes. No es capaz de garantizar la convivencia, ni la seguridad, ni la igualdad de oportunidades, ni la justicia, ni se atreve a luchar contra la extendida corrupción, ni puede ya suprimir las diferencias humillantes entre unos y otros.
El Estado español es hoy la viva imagen del viejo monstruo Leviatán, que esclaviza y somete. Lo peor de todo... seguimos sin hacer nada y no somos conscientes del tipo de herencia que vamos a dejar a nuestros hijos.
Roberto Montoliu Guilla