Colaboraciones

EL FISCAL GENERAL DEL ESTADO, FALLÓN, COMO RONALDO





El fiscal general del Estado, Cándido (¿hace o no hace honor a su nombre de pila?) Conde-Pumpido, anda fallón (y montando u organizando –no todos los días, sino de cuando en cuando- un follón) y faltón (con lo que en modo alguno tendría que serlo, con los principios de imparcialidad y de legalidad, que deberían regir todos sus dichos y hechos) como Ronaldo. Según mi personalísimo criterio e ¿intransferible? modo de ver las cosas, el fiscal lleva una racha pésima, desastrosa, entreverando o intercalando entre los incontrovertibles aciertos (de y en ese rosario de carne y hueso que es su trayectoria) más yerros de bulto de los imprescindibles o necesarios. Ésta (me refiero a racha), últimamente, es tan heteróclita que, si el fiscal, jurista nato, de altura y envergadura (como la copa de un pino) y de reconocido prestigio, cuestión incontestable, estuviera en parecidas circunstancias o condiciones a las que rodean al futbolista brasileño del Real Madrid, el director del cotarro/catarro o de la cosa/casa, nuestro Estado de Derecho o democracia (tal vez –sin tal vez-, José Luis Rodríguez Zapatero) debería de haberlo sentado ya en el banquillo (de los suplentes, no en el de los acusados).

El problema de ese cuarteto desordenado que sigue al trío del ABC, fiscal general del Estado, FGDE, no está ni estriba en que no meta goles en la meta del rival, sino en que los hace en la portería propia. El más reciente gol lo metió anteayer, de rebote o carambola funesta (un fiasco), al darle sin querer el esférico en una de sus rodillas en el momento en el que se disponía a hacer una genuflexión, quiero decir, en una interviú concedida a EL PAÍS, al comentar que le parecía preocupante que el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska hubiera decretado prisión provisional sin fianza para Juan María Olano y Juan José Petrikorena, cuando el ministerio público no la había solicitado, o sea, sin la anuencia ni avenencia del fiscal del caso.

Tampoco estuvo afortunado el FGDE al hablar de la ley (dura lex, sed lex), metafóricamente, como si se tratara de chicle, que se estira y encoge ad líbitum.

Que el menda lerenda, “Otramotro”, recuerde, todos los fiscales generales de nuestra democracia sirvieron estupendamente al inquilino que ocupaba a la sazón el Palacio de La Moncloa y el ideario defendido y aun el interés sostenido por éste.

En verdad, sine animo iniuriandi nec laedendi, la cojera es mal que acompaña a todo FGDE. En el caso que nos ocupa, Cándido Conde-Pumpido, candado con “c” y con “d” de “he cumplido con mi difícil cometido”.


Ángel Sáez García

Franky  
Martes, 21 de Marzo 2006
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