Colaboraciones

EL CRISTIANISMO





Los hombres se mueven entre su ser personal y la sociedad; su pensamiento, su religiosidad y su sentido vienen determinados por el modo de vivir de su gente y de su tiempo. El cristiano ha de mostrar su encendida repulsa contra la corrupción. La fe sin obras está muerta, no sirve de nada; las obras sin fe son fanatismo y pueden llevar al hombre a un desastre. La extrema derecha rechaza el cristianismo, porque él exige solidaridad y la extrema izquierda, porque le demanda el esfuerzo personal. El cristiano está obligado, por su vocación, a alacanzar la perfección y tratar de conformar la sociedad a las exigencias del Evangelio y está llamado a adquirir una conciencia recta, pues es con Cristo un mismo cuerpo,"un solo bautismo, un solo señor y un solo espíritu".

Jesucristo suscitaba el entusiasmo de la multitud y por eso murió clavado en una cruz el 7 de abril del año 30 de Nuestra Era. Lo mataron por cuestionar las leyes y reglas de la institución, que tenía que proteger la pureza étnica y religiosa del pueblo judío; por blasfemo y por hacer lo que está reservado a Dios, perdonar los pecados; por comer con los pecadores, por hacer milagros, por liberar a los hombres de la esclavitud de la ley, por poner el sábado al servicio del hombre y no al revés, por criticar el uso y abuso que los sacerdotes hacían del templo, del ayuno y de los rituales; por hablar con la samaritana, mujer contaminada e impura, y porque su mensaje derribaba las ideas moralistas e interesadas que las instituciones religiosas y políticas tenían y predicaban sobre Dios. No hay ningún poder que tolere el hecho de desvelar la hipocresía y el descubrimiento de las mentiras. Los poderes corrían peligro, si hubieran dejado a Jesús hacer todo lo que se proponía; era mucho más peligroso que aquéllos que llamaban al pueblo a la rebelión y al desorden, porque, aunque declaraba caducos y pasados muchos usos y costumbres, decía que no había venido a derogar la ley sino a darle pleno cumplimiento y respetaba la autoridad de Abraham, Moisés, David y hablaba más de Dios que de él mismo.

Jesús no tenía como meta de su vida sufrir ni buscó la muerte; por el contrario, para Jesús y para su Dios, el sufrimiento de los hombres, especialmente el de los más humildes, era un motivo de escándalo y disgusto. Su proyecto era anunciar lo que él creía y pensaba sobre Dios; el Dios de Jesús, amor y iberador, chocaba con la idea del Dios dominador y opresor de su tiempo; Jesús rechaza la lógica del sometimiento y estimula la acción creadora por encima de toda autoridad política o religiosa.

La doctrina de Cristo hace al individuo responsable de su conducta y lo convierte en miembro de un cuerpo y una comunidad solidaria. Las obras de misericordia son virtudes esenciales del cristiano y las bienaventuranzas, cuestión central del Evangelio, llevan la caridad y el amor como identidad del mandato de Jesucristo. Frente al modo de tratar a la mujer del Antiguo Testamento, Jesús la incluye en su ministerio, la considera en igualdad, la incluye en su séquito, la favorece en muchos aspectos y le concede ciertos privilegios por encima de los hombres. Es verdaderamente revolucionario el tratamiento que recibe en el Evangelio desde el momento en que se escoge a una mujer para ser madre del Salvador. La Iglesia no puede predicar la igualdad y mantener a la mujer alejada de los puestos de responsabilidad, porque va contra el espíritu de los tiempos y, además, el Evangelio no expresa nunca que se prive a la mujer de los peldaños eclesiales; han de hacerse los necesarios cambios estructurales para que la mujer forme parte institucional. El lenguaje de la Iglesia ha de adaptarse a los tiempos, si quiere ser oída y entendida por todos, especialmente por los jóvenes.

C. Mudarra

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Sábado, 2 de Abril 2016
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