Messi 'ens roba': su contrato pone en evidencia al jugador, al club y a la Cataluña del ‘procés’.
Las cifras del contrato del futbolista, muy por encima de Cristiano, no admiten siquiera comparación con las de otros multimillonarios españoles.
En la comunidad más endeudada de España (79.060 millones de euros) el club de fútbol más endeudado del mundo (1.174 millones de euros) negocia en el momento culminante del procés separatista (otoño de 2017) el contrato más lucrativo jamás firmado por deportista alguno a cambio de una cantidad que más parece un número de teléfono que un salario al uso (555.237.169 €).
El cuento podría acabar aquí porque la moraleja se decanta por sí sola: España nos roba y nosotros mientras tanto nos lo gastamos en Messi.
En realidad, si se evita añadir artificialmente a la ecuación la fantasía del supuesto expolio de Cataluña por parte de una España que aquí ni pincha ni corta, la frase queda así: Messi ens roba.
Pero ningún socio o simpatizante del Barça, por no decir separatista alguno, lo admitirá jamás.
Las cifras del contrato de Lionel Messi, el único catalán universal de los últimos 20 años y el deportista mejor pagado de la historia, muy por encima de su eterno rival Cristiano Ronaldo, no admiten siquiera comparación con las de otros multimillonarios españoles.
Como cuenta hoy INVERTIA, Messi gana tanto como los 23 ejecutivos mejor pagados del IBEX 35 juntos. Pablo Isla, mejor CEO de 2019 según Forbes y líder de una empresa que da trabajo a 180.000 personas, apenas gana el 5% de lo que gana el argentino. Ni siquiera Ignacio Galán y Ana Botín, cuyos sueldos anuales rondan los diez millones de euros, o Andrea Orcel, el Messi de la banca, se acercan a lo que gana el futbolista.
En 2017, cuando se firmó el contrato de Messi, 555 millones de euros eran una cifra muy superior al presupuesto de ese año de Presidencia de la Generalidad (411 millones de euros), dos veces superior al de Cultura (238 millones) y aproximadamente 240 millones superior al de Agricultura y Pesca (316).
El contrato de Messi equivale a 139 Rubius anuales y cinco Zendales. Equivale también al PIB de una nación pequeña, como Santo Tomé o Dominica.
Es la primera vez que se filtra a la prensa un contrato deportivo de esta magnitud en España. Ningún otro deportista de ningún otro club español ha visto sus emolumentos expuestos a la luz de esta manera. La operación parece tener un objetivo claro, crucificar a Lionel Messi. La palabra venganza no es, en este caso, gratuita.
Pero las derivadas de la exclusiva del diario El Mundo van mucho más allá de la estricta barbaridad financiera del club y del jugador, y alcanzan, indirectamente, a esa Generalidad que siempre utilizó al club (con la complicidad de este) como brazo armado propagandístico de Cataluña en su onerosa batalla por la independencia.
Dice la cadena de radio RAC1 que Messi emprenderá acciones legales contra el diario El Mundo. La cadena de radio catalana, generalmente bien informada acerca de las interioridades culés, también ha revelado que los abogados del jugador buscan la manera de "involucrar" a las personas del club "con acceso a su contrato".
Descartada la posibilidad de que la filtración provenga del propio jugador o de sus abogados, la lista de sospechosos es corta y se limita a las personas con acceso al contrato de Messi.
El primero de esos sospechosos es el expresidente Josep Maria Bartomeu, que dimitió el 27 de octubre del año pasado por la moción de censura presentada contra él. Moción que la Generalidad se negó a aplazar con la excusa de que la pandemia no era motivo suficiente para retrasar la votación.
En realidad, el gobierno regional quería acelerar el relevo de un presidente al que nunca consideró 100% afín al procés.
La segunda sospechosa es la comisión gestora que se hizo cargo del club hasta la celebración de las próximas elecciones presidenciales. Comisión encabezada por el economista y empresario Carles Tusquets.
Como en las novelas de Agatha Christie, ambos tienen motivos sobrados para filtrar el contrato de Messi. Bartomeu, porque atribuye (probablemente con razón) buena parte de la responsabilidad de su caída en desgracia a las continúas quejas, exigencias y caprichos de la diva del balón Lionel Messi.
La gestora, por su obvia afinidad con Bartomeu. Pero también porque demostrar que el 50% de la cantidad adeudada por el club lleva el nombre de Messi le permitiría esquivar, al menos de cara a la galería, cualquier posible responsabilidad en la situación de quiebra técnica que se encontrará el próximo presidente que llegue al club.
La gestora del club se ha negado de hecho a firmar "algunas facturas de la anterior junta" que no ve "claras". "Son cosas que no están bien formuladas ni creemos que se ajusten al precio de mercado" dijo Tusquets durante una entrevista el pasado diciembre.
El expresidente de la comisión económica del club durante el mandato de Bertomeu también ha afirmado que él habría vendido a Messi en verano de 2020. No es el único que sostiene esa tesis en Cataluña.
Porque en Barcelona era de dominio público, desde hace años, que el contrato del argentino era insostenible y que estaba conduciendo al club a la quiebra. Cada mes que Messi permanecía en el club, la deuda de este aumentaba exponencialmente.
La pandemia sólo fue un clavo más en el ataúd de las finanzas de un F. C. Barcelona que ha visto como las cifras del contrato de Messi también han empujado al alza, hasta cotas estratosféricas y fuera de mercado, las de jugadores de nivel muy inferior como Antoine Griezmann (por el que se pagó una cláusula de rescisión de 120 millones de euros), Philippe Coutinho (160 millones) u Ousmane Dembélé (105 millones).
El problema para Bartomeu es que Messi es intocable, un mesías para los socios y los seguidores del F. C. Barcelona, incluso durante su evidente decadencia como jugador. Los contratos de patrocinio dependen de él, los contratos publicitarios dependen de él y la venta de entradas depende de él.
Messi es, además, la imagen de Cataluña en el extranjero. Porque sin Messi, Cataluña es ilocalizable en un mapamundi.
Incluso el patrocinio de la japonesa Rakuten estaba condicionado, de forma tácita, a la permanencia de Messi en el club. Cuando el club y Rakuten firmaron su primer contrato en 2016, la delantera del Barça estaba formada por Messi, Luis Suárez y Neymar. Hoy faltan dos de ellos y Messi está a punto de abandonar el club.
Las consecuencias son obvias. El primer contrato de Rakuten era de 55 millones de euros anuales. El de ahora, sólo de 30. Muy pocos creen que el Barça, sin Messi, los valga. El contrato de Messi equivale al 50% de la deuda del club, pero el Barça sin Messi vale un 50% menos. El 30% de los ingresos del club llevan su nombre.
En el fútbol moderno, además, los seguidores suelen ser seguidores del jugador más que del club. Cuando el argentino se vaya del F. C. Barcelona, muchos de ellos se harán seguidores del PSG. O del equipo por el que fiche el de Rosario.
Tan imprescindible es Messi en el club que hasta Joan Laporta, probable ganador de las futuras elecciones presidenciales del F. C. Barcelona, ha fingido estar dispuesto a echar la casa por la ventana para retener al argentino.
Obviamente, Laporta sabe que la permanencia de Messi es inviable e inasumible, pero cualquier otra declaración de intenciones que no fuera esa le costaría la presidencia. Muy pocos socios barcelonistas están dispuestos a situarse en el plano de lo real y reconocer que Messi puede habérselo dado todo, pero que también es capaz de quitárselo todo.
La ruinosa situación del club no es sólo metafórica y alcanza hasta los detalles más pequeños. Según Tusquets, "hay una parte de la estructura del Camp Nou que se está cayendo; en alguna puerta de entrada al estadio han caído trozos del techo".
A la sequía financiera, el club suma además la deportiva. Durante los años del macrocontrato de Messi, el club apenas ha ganado dos Ligas, una Copa del Rey y una Supercopa. Magro botín para el deportista mejor pagado de la historia y un palmarés claramente insuficiente para compensar con ingresos extra el descalabro financiero provocado en el club por el contrato de Lionel Messi.
En circunstancias normales, el contrato de un deportista y su club sería un asunto privado de cuyas consecuencias sólo deberían preocuparse las partes firmantes.
Allá la entidad si decide arriesgar la quiebra para retener a un jugador en sus últimos años de vida útil.
Allá el jugador capaz de sorber hasta la última gota de sangre de ese club al que tantas veces ha dicho llevar en el corazón.
Pero el F. C. Barcelona nunca ha sido sólo un club de fútbol convencional ni las circunstancias del contrato de Messi pueden ser consideradas normales. Lo demuestra esa cláusula en la que el club se compromete a dejar marchar al jugador libremente, sin derecho a indemnización alguna, si Cataluña declara la independencia.
La incomodidad de Messi en la Cataluña del nacionalismo y del procés era evidente. Fue la imposibilidad de encontrar un colegio que diera clases en español el que obligó a la familia de Messi a volver a Argentina y dejar al astro solo en Cataluña.
"Cuando mi hermanita iba a la escuela hablaban en catalán, lloraba y no le gustaba. Entonces, mi vieja decidió volver a Rosario con ella y mis hermanos, Matías y Rodrigo, para que siguiera la escuela allá" explicó Messi por aquel entonces a la prensa de su país.
Como ocurrió también con Maradona, la integración de Messi en la Cataluña del nacionalismo ha resultado imposible. Si el argentino se ha quedado durante tanto tiempo en el club ha sido sólo porque este le ha garantizado unas condiciones desorbitadas.
Para retenerle, el Barça compensó a Messi pagándole más de lo que ningún otro club le habría pagado jamás. El coste añadido del nacionalismo (y del procés) en el contrato de Messi puede ser medido en cientos de millones de euros. Millones de euros que han lastrado la viabilidad futura del club y su permanencia en la elite del fútbol mundial.
A pesar de ese perjuicio obvio que el nacionalismo ha provocado en el F. C. Barcelona, como también lo ha hecho en el resto de empresas e instituciones catalanas con proyección internacional, el público del Barça continuaba gritando independencia en todos los partidos del equipo llegado el minuto 17:14 del mismo.
El ritual, convertido en actuación para turistas, era aplaudido por la Generalidad, a la que nada convenía más desde el punto de vista propagandístico que la identificación del club con la causa separatista. Hasta cierto punto, la empresa ha tenido éxito. Aunque está por ver cuál será el impacto internacional de un F. C. Barcelona sin Lionel Messi.
Es muy probable que la ruina financiera provocada por Messi en el F. C. Barcelona, y su futura salida del club, provoque la súbita reconversión de cientos de miles de seguidores de Messi en furibundos antimessistas. Un proceso habitual en Cataluña, región poblada hoy por cientos de miles de furibundos antifranquistas cuya fortuna familiar procede de la complicidad de sus mayores con el franquismo.
Nadie en Cataluña considera al F. C. Barcelona sólo un club. El Barça es el verdadero Ministerio de Asuntos Exteriores catalán y la imagen de la región en el extranjero. Messi no sólo vende camisetas del club, sino también vuelos de avión y noches de hotel en Barcelona. Los ejemplos de esa imbricación han abundado durante los últimos años.
El 30 de julio del año pasado, el club, la Generalidad y el Ayuntamiento de Barcelona acordaron llevar a cabo "acciones de promoción internacional de Cataluña de forma conjunta". Uno de los objetivos del acuerdo era "atraer inversiones extranjeras".
En 2017, la Agencia Catalana de Turismo se alió con el club para lanzar un polémico vídeo destinado a promocionar las marcas Cataluña y Barça internacionalmente y "proyectar" la región en todo el mundo. El lema de la campaña era If you feel Barça, you feel Catalunya ("si sientes el Barça, sientes Cataluña"). La Generalidad pidió disculpas después de que el R.C.D. Español protestara por la campaña.
En 2013 se conoció que la Fundación del F. C. Barcelona había copado el 60% de las ayudas de la Agencia Catalana de Consumo, casi 230.000 euros sólo en 2012.
Pero esos ejemplos menores son sólo la punta del iceberg de unas relaciones entre club y Generalidad que siempre han ido más allá de lo institucional. Relaciones que han alcanzado los negocios personales de muchos miembros de la junta directiva del F. C. Barcelona, los derechos televisivos del equipo y recalificaciones como la de la Ciudad Deportiva del club en Sant Joan Despí del año 2000, o la del Miniestadi en 2010, con Laporta de presidente.
Sobre el alcance de esas relaciones se sabe poco oficialmente y algo más extraoficialmente, pero ningún medio de prensa catalán arriesgaría su supervivencia publicando los detalles. En lo relativo a las relaciones entre elites políticas, elites empresariales y elites futbolísticas rige una omertà tácita en Cataluña.
Es imposible además no relacionar la coincidencia de la filtración del contrato de Messi con las elecciones catalanas. Porque ambos hechos suponen el certificado de defunción de dos realidades más conexas de lo que parece: el Barça de Johan Cruyff, por un lado, y la Cataluña del procés, por el otro.
Ambos fallecen este febrero de 2020. Visto con perspectiva, era inevitable y 100% previsible que la decadencia del F. C. Barcelona arrastrara consigo la de la Cataluña de los últimos 20 años. O viceversa. La filtración del contrato de Messi es, así, la metáfora perfecta del despilfarro de la Cataluña nacionalista y de la ruina y el vacío que el procés, y Lionel Messi, dejan a sus espaldas.
Cristian Campos @crpandemonium
Las cifras del contrato del futbolista, muy por encima de Cristiano, no admiten siquiera comparación con las de otros multimillonarios españoles.
En la comunidad más endeudada de España (79.060 millones de euros) el club de fútbol más endeudado del mundo (1.174 millones de euros) negocia en el momento culminante del procés separatista (otoño de 2017) el contrato más lucrativo jamás firmado por deportista alguno a cambio de una cantidad que más parece un número de teléfono que un salario al uso (555.237.169 €).
El cuento podría acabar aquí porque la moraleja se decanta por sí sola: España nos roba y nosotros mientras tanto nos lo gastamos en Messi.
En realidad, si se evita añadir artificialmente a la ecuación la fantasía del supuesto expolio de Cataluña por parte de una España que aquí ni pincha ni corta, la frase queda así: Messi ens roba.
Pero ningún socio o simpatizante del Barça, por no decir separatista alguno, lo admitirá jamás.
Las cifras del contrato de Lionel Messi, el único catalán universal de los últimos 20 años y el deportista mejor pagado de la historia, muy por encima de su eterno rival Cristiano Ronaldo, no admiten siquiera comparación con las de otros multimillonarios españoles.
Como cuenta hoy INVERTIA, Messi gana tanto como los 23 ejecutivos mejor pagados del IBEX 35 juntos. Pablo Isla, mejor CEO de 2019 según Forbes y líder de una empresa que da trabajo a 180.000 personas, apenas gana el 5% de lo que gana el argentino. Ni siquiera Ignacio Galán y Ana Botín, cuyos sueldos anuales rondan los diez millones de euros, o Andrea Orcel, el Messi de la banca, se acercan a lo que gana el futbolista.
En 2017, cuando se firmó el contrato de Messi, 555 millones de euros eran una cifra muy superior al presupuesto de ese año de Presidencia de la Generalidad (411 millones de euros), dos veces superior al de Cultura (238 millones) y aproximadamente 240 millones superior al de Agricultura y Pesca (316).
El contrato de Messi equivale a 139 Rubius anuales y cinco Zendales. Equivale también al PIB de una nación pequeña, como Santo Tomé o Dominica.
Es la primera vez que se filtra a la prensa un contrato deportivo de esta magnitud en España. Ningún otro deportista de ningún otro club español ha visto sus emolumentos expuestos a la luz de esta manera. La operación parece tener un objetivo claro, crucificar a Lionel Messi. La palabra venganza no es, en este caso, gratuita.
Pero las derivadas de la exclusiva del diario El Mundo van mucho más allá de la estricta barbaridad financiera del club y del jugador, y alcanzan, indirectamente, a esa Generalidad que siempre utilizó al club (con la complicidad de este) como brazo armado propagandístico de Cataluña en su onerosa batalla por la independencia.
Dice la cadena de radio RAC1 que Messi emprenderá acciones legales contra el diario El Mundo. La cadena de radio catalana, generalmente bien informada acerca de las interioridades culés, también ha revelado que los abogados del jugador buscan la manera de "involucrar" a las personas del club "con acceso a su contrato".
Descartada la posibilidad de que la filtración provenga del propio jugador o de sus abogados, la lista de sospechosos es corta y se limita a las personas con acceso al contrato de Messi.
El primero de esos sospechosos es el expresidente Josep Maria Bartomeu, que dimitió el 27 de octubre del año pasado por la moción de censura presentada contra él. Moción que la Generalidad se negó a aplazar con la excusa de que la pandemia no era motivo suficiente para retrasar la votación.
En realidad, el gobierno regional quería acelerar el relevo de un presidente al que nunca consideró 100% afín al procés.
La segunda sospechosa es la comisión gestora que se hizo cargo del club hasta la celebración de las próximas elecciones presidenciales. Comisión encabezada por el economista y empresario Carles Tusquets.
Como en las novelas de Agatha Christie, ambos tienen motivos sobrados para filtrar el contrato de Messi. Bartomeu, porque atribuye (probablemente con razón) buena parte de la responsabilidad de su caída en desgracia a las continúas quejas, exigencias y caprichos de la diva del balón Lionel Messi.
La gestora, por su obvia afinidad con Bartomeu. Pero también porque demostrar que el 50% de la cantidad adeudada por el club lleva el nombre de Messi le permitiría esquivar, al menos de cara a la galería, cualquier posible responsabilidad en la situación de quiebra técnica que se encontrará el próximo presidente que llegue al club.
La gestora del club se ha negado de hecho a firmar "algunas facturas de la anterior junta" que no ve "claras". "Son cosas que no están bien formuladas ni creemos que se ajusten al precio de mercado" dijo Tusquets durante una entrevista el pasado diciembre.
El expresidente de la comisión económica del club durante el mandato de Bertomeu también ha afirmado que él habría vendido a Messi en verano de 2020. No es el único que sostiene esa tesis en Cataluña.
Porque en Barcelona era de dominio público, desde hace años, que el contrato del argentino era insostenible y que estaba conduciendo al club a la quiebra. Cada mes que Messi permanecía en el club, la deuda de este aumentaba exponencialmente.
La pandemia sólo fue un clavo más en el ataúd de las finanzas de un F. C. Barcelona que ha visto como las cifras del contrato de Messi también han empujado al alza, hasta cotas estratosféricas y fuera de mercado, las de jugadores de nivel muy inferior como Antoine Griezmann (por el que se pagó una cláusula de rescisión de 120 millones de euros), Philippe Coutinho (160 millones) u Ousmane Dembélé (105 millones).
El problema para Bartomeu es que Messi es intocable, un mesías para los socios y los seguidores del F. C. Barcelona, incluso durante su evidente decadencia como jugador. Los contratos de patrocinio dependen de él, los contratos publicitarios dependen de él y la venta de entradas depende de él.
Messi es, además, la imagen de Cataluña en el extranjero. Porque sin Messi, Cataluña es ilocalizable en un mapamundi.
Incluso el patrocinio de la japonesa Rakuten estaba condicionado, de forma tácita, a la permanencia de Messi en el club. Cuando el club y Rakuten firmaron su primer contrato en 2016, la delantera del Barça estaba formada por Messi, Luis Suárez y Neymar. Hoy faltan dos de ellos y Messi está a punto de abandonar el club.
Las consecuencias son obvias. El primer contrato de Rakuten era de 55 millones de euros anuales. El de ahora, sólo de 30. Muy pocos creen que el Barça, sin Messi, los valga. El contrato de Messi equivale al 50% de la deuda del club, pero el Barça sin Messi vale un 50% menos. El 30% de los ingresos del club llevan su nombre.
En el fútbol moderno, además, los seguidores suelen ser seguidores del jugador más que del club. Cuando el argentino se vaya del F. C. Barcelona, muchos de ellos se harán seguidores del PSG. O del equipo por el que fiche el de Rosario.
Tan imprescindible es Messi en el club que hasta Joan Laporta, probable ganador de las futuras elecciones presidenciales del F. C. Barcelona, ha fingido estar dispuesto a echar la casa por la ventana para retener al argentino.
Obviamente, Laporta sabe que la permanencia de Messi es inviable e inasumible, pero cualquier otra declaración de intenciones que no fuera esa le costaría la presidencia. Muy pocos socios barcelonistas están dispuestos a situarse en el plano de lo real y reconocer que Messi puede habérselo dado todo, pero que también es capaz de quitárselo todo.
La ruinosa situación del club no es sólo metafórica y alcanza hasta los detalles más pequeños. Según Tusquets, "hay una parte de la estructura del Camp Nou que se está cayendo; en alguna puerta de entrada al estadio han caído trozos del techo".
A la sequía financiera, el club suma además la deportiva. Durante los años del macrocontrato de Messi, el club apenas ha ganado dos Ligas, una Copa del Rey y una Supercopa. Magro botín para el deportista mejor pagado de la historia y un palmarés claramente insuficiente para compensar con ingresos extra el descalabro financiero provocado en el club por el contrato de Lionel Messi.
En circunstancias normales, el contrato de un deportista y su club sería un asunto privado de cuyas consecuencias sólo deberían preocuparse las partes firmantes.
Allá la entidad si decide arriesgar la quiebra para retener a un jugador en sus últimos años de vida útil.
Allá el jugador capaz de sorber hasta la última gota de sangre de ese club al que tantas veces ha dicho llevar en el corazón.
Pero el F. C. Barcelona nunca ha sido sólo un club de fútbol convencional ni las circunstancias del contrato de Messi pueden ser consideradas normales. Lo demuestra esa cláusula en la que el club se compromete a dejar marchar al jugador libremente, sin derecho a indemnización alguna, si Cataluña declara la independencia.
La incomodidad de Messi en la Cataluña del nacionalismo y del procés era evidente. Fue la imposibilidad de encontrar un colegio que diera clases en español el que obligó a la familia de Messi a volver a Argentina y dejar al astro solo en Cataluña.
"Cuando mi hermanita iba a la escuela hablaban en catalán, lloraba y no le gustaba. Entonces, mi vieja decidió volver a Rosario con ella y mis hermanos, Matías y Rodrigo, para que siguiera la escuela allá" explicó Messi por aquel entonces a la prensa de su país.
Como ocurrió también con Maradona, la integración de Messi en la Cataluña del nacionalismo ha resultado imposible. Si el argentino se ha quedado durante tanto tiempo en el club ha sido sólo porque este le ha garantizado unas condiciones desorbitadas.
Para retenerle, el Barça compensó a Messi pagándole más de lo que ningún otro club le habría pagado jamás. El coste añadido del nacionalismo (y del procés) en el contrato de Messi puede ser medido en cientos de millones de euros. Millones de euros que han lastrado la viabilidad futura del club y su permanencia en la elite del fútbol mundial.
A pesar de ese perjuicio obvio que el nacionalismo ha provocado en el F. C. Barcelona, como también lo ha hecho en el resto de empresas e instituciones catalanas con proyección internacional, el público del Barça continuaba gritando independencia en todos los partidos del equipo llegado el minuto 17:14 del mismo.
El ritual, convertido en actuación para turistas, era aplaudido por la Generalidad, a la que nada convenía más desde el punto de vista propagandístico que la identificación del club con la causa separatista. Hasta cierto punto, la empresa ha tenido éxito. Aunque está por ver cuál será el impacto internacional de un F. C. Barcelona sin Lionel Messi.
Es muy probable que la ruina financiera provocada por Messi en el F. C. Barcelona, y su futura salida del club, provoque la súbita reconversión de cientos de miles de seguidores de Messi en furibundos antimessistas. Un proceso habitual en Cataluña, región poblada hoy por cientos de miles de furibundos antifranquistas cuya fortuna familiar procede de la complicidad de sus mayores con el franquismo.
Nadie en Cataluña considera al F. C. Barcelona sólo un club. El Barça es el verdadero Ministerio de Asuntos Exteriores catalán y la imagen de la región en el extranjero. Messi no sólo vende camisetas del club, sino también vuelos de avión y noches de hotel en Barcelona. Los ejemplos de esa imbricación han abundado durante los últimos años.
El 30 de julio del año pasado, el club, la Generalidad y el Ayuntamiento de Barcelona acordaron llevar a cabo "acciones de promoción internacional de Cataluña de forma conjunta". Uno de los objetivos del acuerdo era "atraer inversiones extranjeras".
En 2017, la Agencia Catalana de Turismo se alió con el club para lanzar un polémico vídeo destinado a promocionar las marcas Cataluña y Barça internacionalmente y "proyectar" la región en todo el mundo. El lema de la campaña era If you feel Barça, you feel Catalunya ("si sientes el Barça, sientes Cataluña"). La Generalidad pidió disculpas después de que el R.C.D. Español protestara por la campaña.
En 2013 se conoció que la Fundación del F. C. Barcelona había copado el 60% de las ayudas de la Agencia Catalana de Consumo, casi 230.000 euros sólo en 2012.
Pero esos ejemplos menores son sólo la punta del iceberg de unas relaciones entre club y Generalidad que siempre han ido más allá de lo institucional. Relaciones que han alcanzado los negocios personales de muchos miembros de la junta directiva del F. C. Barcelona, los derechos televisivos del equipo y recalificaciones como la de la Ciudad Deportiva del club en Sant Joan Despí del año 2000, o la del Miniestadi en 2010, con Laporta de presidente.
Sobre el alcance de esas relaciones se sabe poco oficialmente y algo más extraoficialmente, pero ningún medio de prensa catalán arriesgaría su supervivencia publicando los detalles. En lo relativo a las relaciones entre elites políticas, elites empresariales y elites futbolísticas rige una omertà tácita en Cataluña.
Es imposible además no relacionar la coincidencia de la filtración del contrato de Messi con las elecciones catalanas. Porque ambos hechos suponen el certificado de defunción de dos realidades más conexas de lo que parece: el Barça de Johan Cruyff, por un lado, y la Cataluña del procés, por el otro.
Ambos fallecen este febrero de 2020. Visto con perspectiva, era inevitable y 100% previsible que la decadencia del F. C. Barcelona arrastrara consigo la de la Cataluña de los últimos 20 años. O viceversa. La filtración del contrato de Messi es, así, la metáfora perfecta del despilfarro de la Cataluña nacionalista y de la ruina y el vacío que el procés, y Lionel Messi, dejan a sus espaldas.
Cristian Campos @crpandemonium