Información y Opinión

EL CAC, ¿ÓRGANO U ONAGRO?





La autoridad sin sabiduría es como un pesado cincel sin filo; sólo sirve para abollar, no para esculpir ”.

Anne Dudley Brandstreet


El amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector del menda lerenda, que suele leer cuanto el estro tiene a bien dictarle a ese amanuense suyo que es “Otramotro”, conoce al dedillo el parecer que aquél, álter ego asimismo de “Metomentodo”, ha vertido en varios de sus urdiduras o “urdiblandas”; grosso modo, que la existencia del Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC) y de otras Comunidades Autónomas (CC. AA.) le parecen sendos anacronismos, apodícticas antiguallas.

Sin embargo, esa mala prensa pronto ha empeorado, deviniendo y/o degenerando en pésima, al trascender que el órgano (mejor, al revés, onagro), del que si algún día sale alguna nota musical limpia, impecable, será, como le ocurriera al burro flautista de la fábula, por casualidad, tiene la pretensión de agavillar un ramillete de directrices, envueltas en papel de regalo o consejo, a propósito de un despropósito, el tratamiento informativo dirigido que las diferentes cadenas de radio y televisión deberán tomar en consideración y seguir a rajatabla, a fin de que la campaña del referéndum sea un éxito rotundo, esto es, que el proyecto de reforma del Estatut sea apoyado en masa.

¿Acaso no les entra en la mollera a su presidente, Josep Maria Carbonell (tal vez merezca carbón él), y al adjunto a la presidencia, Joan Botella i Corral (... -por si las moscas-), que con tales iniciativas o medidas de control están atentando gravemente contra la libertad y la pluralidad y tratando a la ciudadanía catalana de aborrecible, por aborregable o aborregada?

Los mandamases del CAC, como todo quisque o cualesquiera hijos de vecino, falibles, parecen no apearse del burro, pues insisten en querer meter las narices en casa ajena, donde no han sido invitados ni llamados y no serán bien recibidos. Porque cada quien, en su casa, es un rey y allí, si al tal le peta y apetece, puede hacer con su capa un sayo (o dos, si son chiquitos).

Algunos, entre quienes me cuento, no queremos para nadie el “orbe desdichado” que pintó Aldous Huxley en “Un mundo feliz”; y es que, como dejó escrito en letras de molde el narrador, dramaturgo y poeta catalán Salvador Espriu, “los hombres no pueden ser si no son libres”.


Ángel Sáez García


Franky  
Viernes, 3 de Febrero 2006
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