Esos líderes mundiales, sobre todo los europeos, que tanto critican a Trump nos han llevado ya a dos guerras mundiales y a muchas masacres, exterminios y tragedias. Siempre quieren mas poder y nos piden que les votemos, pero nunca solucionan los problemas y lo único que hacen es protegerse, rodearse de policías, comprar medios de comunicación, aliarse con las élites multimillonarias y saquear cada día un poco más la riqueza ajena.
Muchos de ellos son tipos endogámicos, egoístas y degradados, obsesos del poder, a los que no les tiembla el pulso ni les remuerde la conciencia cuando, una y otra vez, anteponen sus propios intereses al bien común. Su principal obra quizás ha sido haber pervertido y degradado tanto la democracia que la han convertido en una inservible dictadura camuflada de partidos políticos, políticos profesionales y burócratas, todos al servicio del establishment.
Trump es un empresario, no un político y está haciendo lo que un empresario sabe hacer: tomar medidas para solucionar los problemas y defender a su pueblo. Si el terrorismo amenaza, se le corta la entrada; si las empresas huyen a otros países, se las hace regresar; si los inmigrantes llegan en oleadas y sin control, se construye un muro; si los tratados internacionales benefician a otros, se renegocian para que beneficien también a los norteamericanos.
Pero los hipócritas de la vieja política, los que han construido este mundo injusto y desigual que habitamos, donde la riqueza se transfiere cada día, a chorros, desde las clases medias y trabajadoras a las élites, no pueden soportar que Trump les deje en ridículo ante el mundo y demuestre que muchos de los viejos problemas que ellos jamás solucionan, desde la pobreza y la injusticia al dolor, desde las guerras a la desigualdad, tienen remedio. Por eso lo están criticando y masacrando desde todos los palacios y ministerios, con la valiosa ayuda de unos medios de comunicación a los que tienen sometidos y comprados a través del dinero público.
Desmontar los ataques contra Trump es fácil, pero hay que saber como funciona la propaganda de los políticos falsos demócratas y hacerse preguntas cruciales, como, por ejemplo: ¿Que es peor cerrar temporalmente las fronteras a los inmigrantes de siete países fabricantes de terroristas o inundar Europa de inmigrantes, dejándolos penetrar sin filtros ni controles en ríos humanos sin protección, creando en todas las poblaciones de Europa desasosiego y miedo ante la invasión y las oleadas de violaciones, robos y agresiones desatadas?
La verdad sobre Trump no es la que dicen sus defensores y menos aun la que propagan sus adversarios, sino la que él se labre en el futuro, ejerciendo como presidente.
El gran mensaje de Donald Trump a los viejos políticos derrotados, pronunciado en su discurso de toma de posesión, es una verdad como un templo: "Vuestra política beneficia a las élites, pero no a los ciudadanos".
La acusación es aplicable en cada rincón del mundo donde los políticos intervienen. En España, ¿A quien beneficia la acción de gobierno, a los políticos, que están plagados de privilegios, pensiones de lujo, sueldos elevados y puestos en los consejos de administración de las grandes empresas o a los ciudadanos, a los que se les acribilla a impuestos y cada día se les arrebatan mas servicios básicos, derechos y riqueza?
Lo que los políticos de Europa y de muchos lugares del planeta temen no es que Trump sea un proteccionista, sino que sea de verdad un "protector" de su pueblo y demuestre que lo que la vieja política ha hecho hasta ahora es sembrar el mundo de corrupción, guerras de rapiña, desigualdad, injusticia, dolor, pobreza y privilegios para los poderosos. Los ciudadanos, ante el desafío de Trump, quizás consigan pensar eso que la vieja política les oculta con una insistencia sospechosa: que otro mundo mejor es posible y que la democracia es otra cosa muy diferente a esta basura que nos rodea.
Francisco Rubiales
Muchos de ellos son tipos endogámicos, egoístas y degradados, obsesos del poder, a los que no les tiembla el pulso ni les remuerde la conciencia cuando, una y otra vez, anteponen sus propios intereses al bien común. Su principal obra quizás ha sido haber pervertido y degradado tanto la democracia que la han convertido en una inservible dictadura camuflada de partidos políticos, políticos profesionales y burócratas, todos al servicio del establishment.
Trump es un empresario, no un político y está haciendo lo que un empresario sabe hacer: tomar medidas para solucionar los problemas y defender a su pueblo. Si el terrorismo amenaza, se le corta la entrada; si las empresas huyen a otros países, se las hace regresar; si los inmigrantes llegan en oleadas y sin control, se construye un muro; si los tratados internacionales benefician a otros, se renegocian para que beneficien también a los norteamericanos.
Pero los hipócritas de la vieja política, los que han construido este mundo injusto y desigual que habitamos, donde la riqueza se transfiere cada día, a chorros, desde las clases medias y trabajadoras a las élites, no pueden soportar que Trump les deje en ridículo ante el mundo y demuestre que muchos de los viejos problemas que ellos jamás solucionan, desde la pobreza y la injusticia al dolor, desde las guerras a la desigualdad, tienen remedio. Por eso lo están criticando y masacrando desde todos los palacios y ministerios, con la valiosa ayuda de unos medios de comunicación a los que tienen sometidos y comprados a través del dinero público.
Desmontar los ataques contra Trump es fácil, pero hay que saber como funciona la propaganda de los políticos falsos demócratas y hacerse preguntas cruciales, como, por ejemplo: ¿Que es peor cerrar temporalmente las fronteras a los inmigrantes de siete países fabricantes de terroristas o inundar Europa de inmigrantes, dejándolos penetrar sin filtros ni controles en ríos humanos sin protección, creando en todas las poblaciones de Europa desasosiego y miedo ante la invasión y las oleadas de violaciones, robos y agresiones desatadas?
La verdad sobre Trump no es la que dicen sus defensores y menos aun la que propagan sus adversarios, sino la que él se labre en el futuro, ejerciendo como presidente.
El gran mensaje de Donald Trump a los viejos políticos derrotados, pronunciado en su discurso de toma de posesión, es una verdad como un templo: "Vuestra política beneficia a las élites, pero no a los ciudadanos".
La acusación es aplicable en cada rincón del mundo donde los políticos intervienen. En España, ¿A quien beneficia la acción de gobierno, a los políticos, que están plagados de privilegios, pensiones de lujo, sueldos elevados y puestos en los consejos de administración de las grandes empresas o a los ciudadanos, a los que se les acribilla a impuestos y cada día se les arrebatan mas servicios básicos, derechos y riqueza?
Lo que los políticos de Europa y de muchos lugares del planeta temen no es que Trump sea un proteccionista, sino que sea de verdad un "protector" de su pueblo y demuestre que lo que la vieja política ha hecho hasta ahora es sembrar el mundo de corrupción, guerras de rapiña, desigualdad, injusticia, dolor, pobreza y privilegios para los poderosos. Los ciudadanos, ante el desafío de Trump, quizás consigan pensar eso que la vieja política les oculta con una insistencia sospechosa: que otro mundo mejor es posible y que la democracia es otra cosa muy diferente a esta basura que nos rodea.
Francisco Rubiales