El discurso de investidura de Mariano Rajoy ha sido sensato, coherente y prudente, pero ha tenido rasgos y omisiones preocupantes e inquietantes. Estuvo razonable, anunció las medidas oportunas para una España que los socialistas han dejado tullida y empleó un tono amable y conciliador, pero se enfrentó como un energúmeno con Rosa Diíez, líder de UPyD y guardó un silencio inesperado en torno a los dos principales problemas de la España actual: la corrupción y la regeneración de la democracia.
Tras haber sido exquisito y conciliador con todos, incluso con Cayo Lara, un claro adversario político, y Gurán y Lleida, un enemigo de España, Mariano Rajoy perdió los papeles con Rosa Díez, a la que respondió con nervios y sin tacto, rechazando la amistad y la cooperación que UPyD le había ofrecido. Algunos analistas creen que la clave de ese comportamiento quizás sea el que la líder de UPyD se perfila ya como su verdadera alternativa, ya que el PSOE es un partido cadáver en proceso de descomposición. Otros pensamos que la reacción de Mariano Rajoy se debió a que Rosa Díez centró su discurso sobre los puntos que más le duelen a Rajoy, consciente de que representan las dos grandes carencias del Partido Popular y de su futuro gobierno: la regeneración de la deteriorada y podrida democracia española y la corrupción, dos asuntos ce extrema importancia que ni siquiera afrontó en su discurso de investidura.
Personalmente, el momento más triste y decepcionante del discurso de Rajoy fue cuando anunció que se pondría pronto de acuerdo con el PSOE para realizar los nombramientos de nuevos magistrados en los altos tribunales españoles, dando por bueno el antidemocratico sistema de controlar, desde los partidos políticos, una justicia que en democracia debe ser libre, independiente y capaz de vigilar el sistema, purificarlo y de servir de sólido contrapeso a los poderes ejecutivo y legislativo.
Por lo demás, las medidas perfiladas y anunciadas por Rajoy en la lucha de España contra su ruina económica fueron las razonables y coherentes que se esperaban del análisis correcto y lúcido que el Partido Popular ha hecho de la realidad española, un análisis que le ha conducido hasta la victoria electoral del 20 de noviembre pasado.
El discurso de investidura anticipa una lucha generalizada contra el déficit, basada en la austeridad de las administraciones, y un estímulo a la creación de empleo y riqueza basada en estímulo del consumo y facilidades para las mismas empresas a las que el PSOE crucificó durante su mandato, en el que se destruyó casi un tercio del tejido productivo español. Las reforma de la enseñanza fue una buena noticia para un país que está en la cola de Europa por la baja calidad de su sistema educativo.
Tras haber sido exquisito y conciliador con todos, incluso con Cayo Lara, un claro adversario político, y Gurán y Lleida, un enemigo de España, Mariano Rajoy perdió los papeles con Rosa Díez, a la que respondió con nervios y sin tacto, rechazando la amistad y la cooperación que UPyD le había ofrecido. Algunos analistas creen que la clave de ese comportamiento quizás sea el que la líder de UPyD se perfila ya como su verdadera alternativa, ya que el PSOE es un partido cadáver en proceso de descomposición. Otros pensamos que la reacción de Mariano Rajoy se debió a que Rosa Díez centró su discurso sobre los puntos que más le duelen a Rajoy, consciente de que representan las dos grandes carencias del Partido Popular y de su futuro gobierno: la regeneración de la deteriorada y podrida democracia española y la corrupción, dos asuntos ce extrema importancia que ni siquiera afrontó en su discurso de investidura.
Personalmente, el momento más triste y decepcionante del discurso de Rajoy fue cuando anunció que se pondría pronto de acuerdo con el PSOE para realizar los nombramientos de nuevos magistrados en los altos tribunales españoles, dando por bueno el antidemocratico sistema de controlar, desde los partidos políticos, una justicia que en democracia debe ser libre, independiente y capaz de vigilar el sistema, purificarlo y de servir de sólido contrapeso a los poderes ejecutivo y legislativo.
Por lo demás, las medidas perfiladas y anunciadas por Rajoy en la lucha de España contra su ruina económica fueron las razonables y coherentes que se esperaban del análisis correcto y lúcido que el Partido Popular ha hecho de la realidad española, un análisis que le ha conducido hasta la victoria electoral del 20 de noviembre pasado.
El discurso de investidura anticipa una lucha generalizada contra el déficit, basada en la austeridad de las administraciones, y un estímulo a la creación de empleo y riqueza basada en estímulo del consumo y facilidades para las mismas empresas a las que el PSOE crucificó durante su mandato, en el que se destruyó casi un tercio del tejido productivo español. Las reforma de la enseñanza fue una buena noticia para un país que está en la cola de Europa por la baja calidad de su sistema educativo.