Información y Opinión

Dictaduras legalizadas





Creiamos que vivíamos en democracias y resulta que vivimos en dictaduras legalizadas por las urnas. Lo dicen nueve de cada díez politólogos y pensadores políticos: cuando son los partidos y no los ciudadanos los que dominan y eligen a los dirigentes, eso no es democracia.

El último en afirmarlo ha sido Stanley Renshon, profesor de ciencias Políticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), uno de los grandes expertos mundiales en la psicología de los políticos y autor de media docena de libros convertidos en grandes éxitos internacionales, entre ellos "La presidencia de Bill Clinton y la ambición política".

Renshon, como nueve de cada diez de sus colegas, opina que "Los líderes políticos deben ser designados por los ciudadanos y no a dedo por los aparatos de los partidos".

Pero el meollo de la cuestión está en dilucidar quien está eligiendo hoy a los líderes, si el pueblo o los partidos. Renshon, como la mayoría de los pensadores, cree que quien elige son los aparatos porque el ciudadano se limita a elegir entre dos o tres candidatos que, previamente, han sido elegidos por sus propios partidos, lo que introduce una perversión en el sistema electoral.

El problema es que los partidos han sustituido al ciudadano y a la voluntad popular, lo que acaba con la democracia y la transforma en una partitocracia.

Otra vez hay casi unanimidad plena al considerar que la solución del problema es muy difícil porque los partidos tienen demasiado poder y no hay fuerza en la democracia capaz de parales los pies, lo que convierte a nuestros sistemas en rehenes secuestrados por las élites de los partidos políticos.

El análisis se torna todavía más sombrío cuando se analizan desde las ciencias políticas y el derecho otros rasgos de las actuales democracias, en las que no se repeta la división de poderes, no se tiene en cuenta la voluntad de los ciudadanos, se manipula la opinión pública, se oculta la verdad, se controlan y esclavizan a los Parlamentos, los Ejecutivos son rehénes de los partidos políticos, se estrangula a la sociedad civil y se amordaza sutilmente a la prensa, evitando que sea crítica y fiscalizadora, como prescribe la verdadera democracia.

El resultado: regímenes que se autotitulan demócratas pero que son, en realidad, distaduras de partidos camufladas.


   
Miércoles, 21 de Mayo 2008
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