Hay muchas y muy sólidas razones para afirmar que los políticos, sin excepción, merecen ser despreciados por los ciudadanos. Algunos merecen desprecio por corruptos, otros porque abusan del poder, la mayoría porque se han enriquecido aprovechando sus puestos públicos, casi todos porque han renunciado a ser ejemplares y los que se autoproclaman honrados y limpios por haberse convertido en cómplices de los miserables, a los que nunca han denunciado para preservar como cobardes sus carreras políticas.
Quien no denuncia la corrupción que conoce y observa en su entorno, es, según la ley vigente, otro corrupto. Ese principio los coloca a todos en el lado malo y sucio porque tienen el deber de denunciar la podredumbre que infecta a sus propios partidos y no lo hacen.
La política, cuando es decente y su esencia es el servicio a los demás, es la mas noble actividad del ser humano y los políticos merecedores de reconocimiento y respeto, pero cuando la política es corrupta y ajena al bien común, merece desprecio, rebeldía y castigo en las urnas.
El reproche y el desprecio son dos armas democráticas en manos del ciudadano. Los canallas que abusan del poder tienen que sentir en sus vidas el desprecio ciudadano, un recurso que cobra especial valor en un país como España, en el que la Justicia, dominada por la casta política, no cumple con el deber democrático de castigar a los poderosos que se burlan de la ley.
Los políticos españoles, en especial aquellos que pertenecen a los grandes partidos que han tenido responsabilidades de gobierno en las últimas décadas, han acumulado demasiadas culpas y delitos, algunos tipificados en los códigos vigentes, pero la mayoría delitos morales que les cubren de oprobio y que les hacen merecedores de desprecio cívico. Se han enriquecido ilegalmente, aprovechándose de sus puestos públicos, han abusado del poder, han mentido, han incumplido sus promesas electorales, han cobrado dinero negro sin rendir cuentas ni declararlo, han protegido en sus filas a delincuentes, han sido arbitrarios, han violado la mayoría de las leyes y reglas de la democraica, han despreciado y exilado al ciudadano, expulsándolo de los procesos de toma de decisiones, han traficado con la influencia y con la información privilegiada, han beneficiado a los amigos y castigado al adversario, han mentido, robado, estafado y sembrado el país de tristeza e injusticia, han pervertido la democracia, han construido un estado grueso, baboso, incosteable y plagado de enchufados innecesarios, sin otro mérito que el de poseer un carné de partido.
Han pagado votos con dinero público, han comprado voluntades con fondos del Estado, han sometido a jueces, periodistas e intelectuales, reclutándolos para la mentira y la arbitrariedad. Han prostituido la democracia, transformándola en una dictadura camuflada de partidos. Han envilecido la nación, erradicando y persiguiendo a los auténticos ciudadanos, hasta convertirlos en una especie en extinción. Han degradado la enseñanza para fabricar burros y borregos, mucho mas fáciles de engañar y controlar que los hombres y mujeres libres. Han empobrecido la nación, la han despojado de prestigio, han cobrado impuestos abusivos, no han pagado sus deudas y, por su culpa, el país está lleno de desempleados, pobres y empresas arruinadas. Han abusado del urbanismo, han cobrado comisiones y sueldos clandestinos, han hacho miles de pactos secretos, han sido opacos, han manipulado y desinformado y han hecho otras miles de fechorías, incluyendo la manipulación de oposiciones, subvenciones y contratos públicos. Han endeudado el país hasta la locura, hipotecando el futuro de por lo menos tres generaciones de españoles. Han despilfarrado y han renunciado a ser ejemplares y austeros, convirtiéndose no en modelos sino en auténticas pesadillas para la sociedad española. Han convertido a España en uno de los líderes mundiales de casi todas las inmundicias: desempleo, avance de la pobreza, baja calidad de la enseñanza, tráfico y consumo de drogas, trata de blancas, fracaso escolar, prostitución, blanqueo de dinero, desprotección de los débiles, alcoholismo, turismo sexual degradado, ruido, paraíso para el dinero sucio, privilegios insultantes para los poderosos, etc..
En definitiva, han acabado con casi todos los valores acumulados en la sociedad a lo largo de la Historia y han asesinado la democracia y la decencia, convirtiendo a España en una autentica pocilga.
¿Merecen o no el desprecio y el castigo en las urnas de todo un pueblo que en el pasado fue digno y que hay cabalga sobre la derrota, la pobreza, el desamparo, el miedo y la tristeza?
Quien no denuncia la corrupción que conoce y observa en su entorno, es, según la ley vigente, otro corrupto. Ese principio los coloca a todos en el lado malo y sucio porque tienen el deber de denunciar la podredumbre que infecta a sus propios partidos y no lo hacen.
La política, cuando es decente y su esencia es el servicio a los demás, es la mas noble actividad del ser humano y los políticos merecedores de reconocimiento y respeto, pero cuando la política es corrupta y ajena al bien común, merece desprecio, rebeldía y castigo en las urnas.
El reproche y el desprecio son dos armas democráticas en manos del ciudadano. Los canallas que abusan del poder tienen que sentir en sus vidas el desprecio ciudadano, un recurso que cobra especial valor en un país como España, en el que la Justicia, dominada por la casta política, no cumple con el deber democrático de castigar a los poderosos que se burlan de la ley.
Los políticos españoles, en especial aquellos que pertenecen a los grandes partidos que han tenido responsabilidades de gobierno en las últimas décadas, han acumulado demasiadas culpas y delitos, algunos tipificados en los códigos vigentes, pero la mayoría delitos morales que les cubren de oprobio y que les hacen merecedores de desprecio cívico. Se han enriquecido ilegalmente, aprovechándose de sus puestos públicos, han abusado del poder, han mentido, han incumplido sus promesas electorales, han cobrado dinero negro sin rendir cuentas ni declararlo, han protegido en sus filas a delincuentes, han sido arbitrarios, han violado la mayoría de las leyes y reglas de la democraica, han despreciado y exilado al ciudadano, expulsándolo de los procesos de toma de decisiones, han traficado con la influencia y con la información privilegiada, han beneficiado a los amigos y castigado al adversario, han mentido, robado, estafado y sembrado el país de tristeza e injusticia, han pervertido la democracia, han construido un estado grueso, baboso, incosteable y plagado de enchufados innecesarios, sin otro mérito que el de poseer un carné de partido.
Han pagado votos con dinero público, han comprado voluntades con fondos del Estado, han sometido a jueces, periodistas e intelectuales, reclutándolos para la mentira y la arbitrariedad. Han prostituido la democracia, transformándola en una dictadura camuflada de partidos. Han envilecido la nación, erradicando y persiguiendo a los auténticos ciudadanos, hasta convertirlos en una especie en extinción. Han degradado la enseñanza para fabricar burros y borregos, mucho mas fáciles de engañar y controlar que los hombres y mujeres libres. Han empobrecido la nación, la han despojado de prestigio, han cobrado impuestos abusivos, no han pagado sus deudas y, por su culpa, el país está lleno de desempleados, pobres y empresas arruinadas. Han abusado del urbanismo, han cobrado comisiones y sueldos clandestinos, han hacho miles de pactos secretos, han sido opacos, han manipulado y desinformado y han hecho otras miles de fechorías, incluyendo la manipulación de oposiciones, subvenciones y contratos públicos. Han endeudado el país hasta la locura, hipotecando el futuro de por lo menos tres generaciones de españoles. Han despilfarrado y han renunciado a ser ejemplares y austeros, convirtiéndose no en modelos sino en auténticas pesadillas para la sociedad española. Han convertido a España en uno de los líderes mundiales de casi todas las inmundicias: desempleo, avance de la pobreza, baja calidad de la enseñanza, tráfico y consumo de drogas, trata de blancas, fracaso escolar, prostitución, blanqueo de dinero, desprotección de los débiles, alcoholismo, turismo sexual degradado, ruido, paraíso para el dinero sucio, privilegios insultantes para los poderosos, etc..
En definitiva, han acabado con casi todos los valores acumulados en la sociedad a lo largo de la Historia y han asesinado la democracia y la decencia, convirtiendo a España en una autentica pocilga.
¿Merecen o no el desprecio y el castigo en las urnas de todo un pueblo que en el pasado fue digno y que hay cabalga sobre la derrota, la pobreza, el desamparo, el miedo y la tristeza?