Imaginemos a Sarkozy y a Zapatero sentados en una cumbre bilateral. Conversan y acuerdan que Iberdrola, la principal electrica española, sea controlada por la francesa EDF, una empresa de capital público acostumbrada a jugar con ventaja en el mercado. La escena no es fruto de la imaginación, ni forma parte del argumento de una novela de ciencia ficción. Hay indicios más que suficientes para pensar que puede ser tan real como la vida misma. Ni Zapatero ni Sarkozy son dueños de esas dos empresas, ni tienen autoridad legítima alguna para cerrar ese acuerdo, pero, como muchos otros, son dirgentes atiborrados de poder, capaces de traspasar las fronteras que les marca la democracia. Uno es de derecha y el otro es de izquierda, pero la ambición y la degeneración democrática les iguala y les sitúa en el mismo bando, el del poder desatado y abusivo. Creen que su derecho a mandar, tras haber ganado unas elecciones, es prácticamente ilimitado. Son dos productos peligrosos para la ciudadanía emanados de esa absurda e indecente partitocracia que ha acabado con la democracia en nuestro mundo y que genera despotismo.
El que dos jefes de Estado o de gobierno decidan que una empresa privada, que según la ley pertenece a sus accionistas, pase de unas manos a otras es por lo menos una desvergüenza totalitaria. Es como si acordasen vender o comprar el pequeño taller de reparaciones de un ciudadano anónimo, la pequeña empresa o la vivienda de cualquiera de nosotros, sin poseer escrituras ni derecho alguno. Es un acto tan ilégitimo como si ambos dirigentes decidieran que un ciudadano cambie de trabajo o de esposa. Una locura bastarda, se mire por donde se mire.
Y, sin embargo, esta sociedad de cobardes guarda silencio ante el despojo. Y, sin embargo, esos actos despóticos son hoy posibles en nuestras democracias degeneradas.
¿Quien pondrá limites a estos abusos? ¿Quien les dirá a estos políticos de poder insaciable que haber sido elegidos por el pueblo no les permite convertirse en dictadores?
Por lo pronto, la empresa Iberdrola, cargada de indignación y de dignidad, ha iniciado una línea de defensa jurídica prometedora al acusar de abuso de poder al gobierno de Francia. No se ha atrevido a acusar a Zapatero, el otro cómplice, quizás por miedo, porque conoce la osadía del dirigente español, porque vió como los mensajeros de su gobierno penetraron, no hace mucho, en las entrañas de ENDESA para despedazarla.
Un juez acaba de dar la razón a Iberdrola, pero quedan todavía otras instancias más altas y los déspotas no parecen dispuestos a dar su brazo a torcer.
¿Por qué razón el gobierno español que preside Zapatero está empeñado en que las empresas energéticas españolas pasen a manos extranjeras? ¿Responde eso a una estrategia pactada con otros países? Si así fuera, el delito sería todavía mayor porque nadie puede decidir sobre la propiedad ajena, ni siquiera el gobierno. El gobierno menos que nadie.
Nos acercamos a grandes zancadas hacia una época siniestra en la que los ciudadanos mirarán al poder político que les representa con desconfianza y recelo, con miedo y zozobra, como si en vez de la gran institución creada para garantizar la armonía y la convivencia el gobierno se hubiera convertido en una bestia insaciable, cuyo poder crece sin límites e invade los sagrados recintos privados de la ciudadanía, amenazando libertades, derechos y decencias. El mundo siniestro vanticipado por Orwell se acerca y el peor enemigo del ciudadano pronto será su propio gobierno.
¿Hara el gobierno español con Iberdrola lo mismo que hizo con ENDESA,, hoy controlada por la italiana ENEL?
¿Quien es Zapatero para vender Iberdrola a Francia?
¿Hasta donde va a llegar el despotirmo de estos falsos demócratas?
El que dos jefes de Estado o de gobierno decidan que una empresa privada, que según la ley pertenece a sus accionistas, pase de unas manos a otras es por lo menos una desvergüenza totalitaria. Es como si acordasen vender o comprar el pequeño taller de reparaciones de un ciudadano anónimo, la pequeña empresa o la vivienda de cualquiera de nosotros, sin poseer escrituras ni derecho alguno. Es un acto tan ilégitimo como si ambos dirigentes decidieran que un ciudadano cambie de trabajo o de esposa. Una locura bastarda, se mire por donde se mire.
Y, sin embargo, esta sociedad de cobardes guarda silencio ante el despojo. Y, sin embargo, esos actos despóticos son hoy posibles en nuestras democracias degeneradas.
¿Quien pondrá limites a estos abusos? ¿Quien les dirá a estos políticos de poder insaciable que haber sido elegidos por el pueblo no les permite convertirse en dictadores?
Por lo pronto, la empresa Iberdrola, cargada de indignación y de dignidad, ha iniciado una línea de defensa jurídica prometedora al acusar de abuso de poder al gobierno de Francia. No se ha atrevido a acusar a Zapatero, el otro cómplice, quizás por miedo, porque conoce la osadía del dirigente español, porque vió como los mensajeros de su gobierno penetraron, no hace mucho, en las entrañas de ENDESA para despedazarla.
Un juez acaba de dar la razón a Iberdrola, pero quedan todavía otras instancias más altas y los déspotas no parecen dispuestos a dar su brazo a torcer.
¿Por qué razón el gobierno español que preside Zapatero está empeñado en que las empresas energéticas españolas pasen a manos extranjeras? ¿Responde eso a una estrategia pactada con otros países? Si así fuera, el delito sería todavía mayor porque nadie puede decidir sobre la propiedad ajena, ni siquiera el gobierno. El gobierno menos que nadie.
Nos acercamos a grandes zancadas hacia una época siniestra en la que los ciudadanos mirarán al poder político que les representa con desconfianza y recelo, con miedo y zozobra, como si en vez de la gran institución creada para garantizar la armonía y la convivencia el gobierno se hubiera convertido en una bestia insaciable, cuyo poder crece sin límites e invade los sagrados recintos privados de la ciudadanía, amenazando libertades, derechos y decencias. El mundo siniestro vanticipado por Orwell se acerca y el peor enemigo del ciudadano pronto será su propio gobierno.
¿Hara el gobierno español con Iberdrola lo mismo que hizo con ENDESA,, hoy controlada por la italiana ENEL?
¿Quien es Zapatero para vender Iberdrola a Francia?
¿Hasta donde va a llegar el despotirmo de estos falsos demócratas?