Muchos españoles se sorprenden en estos días y se indignan ante los escándalos que emergen de algunas cajas de ahorro españolas radicadas en Castilla la Mancha, Galicia y Valencia, entre otras. No entienden como los directivos de cajas arruinadas, a las que les faltan cientos de millones en sus fondos, se repartan decenas de millones de euros como indemnización por despido o por prejubilación, ni comprenden cómo no intervino, para impedir ese expolio, el Banco de España, que es el organismo regulador del Estado. Sin embargo, si existe una explicación, aunque es lamentable y cargada de ignominia: los directivos conocen los oscuros secretos de las cajas y se sienten tan fuertes que se reparten el botín sin miedo a represalias porque saben que si hablaran y revelaran lo que saben los partidos políticos quedarían desacreditados ante sus electores y miles de cargos políticos quizás tuvieran que ir a la cárcel. Esa es la sucia razón por la que se les permite el expolio y ni siquiera se les obliga a devolver el dinero que se han llevado, una práctica que no es nueva y que viene sangrando a las cajas españolas desde hace un par de décadas.
Las cajas de ahorro españolas son el capítulo donde la delincuencia política y la ineficacia de los partidos es más visible y escandalosa. Las cajas ya han desaparecido prácticamente, todas ellas víctimas de la ruina, del mal gobierno de los políticos y del abuso y el expolio al que, en mayor o menor grado, han sido sometidas por una casta política que, tras sentarse en sus consejos, al lado de sindicalistas insaciables, han gestionado mal y a veces han expoliado unas instituciones que eran una de las piezas más hermosas, justas y equilibradas del sistema financiero mundial.
Los organizadores de la Expo 92 que se celebró en Sevilla investigaron sobre los valores genuinos de España que convenía exhibir en el recinto de la sevillana Isla de la Cartuja, ante la comunidad mundial. El resultado reveló que las cajas de ahorro españolas, junto con el trato que recibían los ciegos españoles, gracias a la ONCE, eran dos tesoros genuinos y de gran valor, dignos de ser exhibidos.
Hoy, aquellas cajas, creadas para hacer llegar a los más humildes las ventajas del sistema financiero, sin ánimo de lucro y dedicando sus beneficios a obras sociales y culturales, han sido destruidas, después de que la clase política y los sindicatos se sentaran en sus consejos, desplazaran a los profesionales, sustituyeran la ética por la indecencia y entraran a saco en los fondos disponibles.
El asesinato de las cajas de ahorro y las grandes canalladas que se han realizado en ese sector financiero no ha sido obra de un solo partido, sino de todos los que han gobernado, sin excepción, con especial culpabilidad de los dos grandes partidos, el PSOE y el PP. A las cajas las han expoliado y hundido los socialistas, la derecha, los nacionaloistas y todo político local, provincial, regional o nacional que las haya tenido a tiro.
Hay una inmensa mayoría de ciudadanos españoles que piensa que lo que han hecho los políticos con las cajas merece cárcel, sin duda alguna.
El socialista Moltó y su "tropa" se van a librar del castigo que merecen tras haber exprimido y hundido la caja de Castilla la Mancha, convertida por ellos en un guiñapo intervenido por el Banco de España con dinero de todos. Lo mismo puede decirse de los directivos del PP que convirtieron la CAM valenciana en un pozo sin fondo donde robar y repartirse dinero.
Tanto el PSOE como el PP son plenamente conscientes de que han abusado del poder en las cajas y que han practicado el robo y el expolio con una vileza ilimitada, pero ambos callan y de ese asunto no se habla en la actual campaña electoral, quizás porque ni a Rubalcaba ni a Rajoy les conviene que la inmensa cantidad de excrementos que tienen bajo sus respectivas alfombras salga a la luz e inunde la política española con su hedor insorportable. Si se hablara con libertad y verdad de lo que ha ocurrido en las cajas, millones de ciudadanos no acudirían a las urnas para votar a partidos desacreditados por su pasado o tal vez, indignados de verdad, saldrían a las calles para demandar justicia y el ingreso en prisión de los ladrones.
De los sindicatos puede decirse lo mismo porque han participado en la comilona siniestra de las cajas con toda crudeza y desvergüenza, con el agravante de que sus representantes, muchas veces, han sido árbitros del poder en los consejos y pudieron evitar el expolio en el que participaron, envileciendose con la misma suciedad que sus colegas de la política española.
El sucio y delictivo festín de las cajas de ahorro ha costado a los españoles muchos miles de millones de euros, los que había en las reservas, más los que han sido producto del endeudamiento. El expolio de las cajas y la delincuencia política que la ha protagonizado tienen gran parte de culpa en la actual crisis española, donde el pozo sin fondo que representan las cajas de ahorro, casi todas arruinadas y todas expoliadas en mayor o menor grado, constituyen un inmenso lastre que, tarde o temprano, los ciudadanos tendremos que pagar con nuestros impuestos y privaciones.
Las cajas de ahorro españolas son el capítulo donde la delincuencia política y la ineficacia de los partidos es más visible y escandalosa. Las cajas ya han desaparecido prácticamente, todas ellas víctimas de la ruina, del mal gobierno de los políticos y del abuso y el expolio al que, en mayor o menor grado, han sido sometidas por una casta política que, tras sentarse en sus consejos, al lado de sindicalistas insaciables, han gestionado mal y a veces han expoliado unas instituciones que eran una de las piezas más hermosas, justas y equilibradas del sistema financiero mundial.
Los organizadores de la Expo 92 que se celebró en Sevilla investigaron sobre los valores genuinos de España que convenía exhibir en el recinto de la sevillana Isla de la Cartuja, ante la comunidad mundial. El resultado reveló que las cajas de ahorro españolas, junto con el trato que recibían los ciegos españoles, gracias a la ONCE, eran dos tesoros genuinos y de gran valor, dignos de ser exhibidos.
Hoy, aquellas cajas, creadas para hacer llegar a los más humildes las ventajas del sistema financiero, sin ánimo de lucro y dedicando sus beneficios a obras sociales y culturales, han sido destruidas, después de que la clase política y los sindicatos se sentaran en sus consejos, desplazaran a los profesionales, sustituyeran la ética por la indecencia y entraran a saco en los fondos disponibles.
El asesinato de las cajas de ahorro y las grandes canalladas que se han realizado en ese sector financiero no ha sido obra de un solo partido, sino de todos los que han gobernado, sin excepción, con especial culpabilidad de los dos grandes partidos, el PSOE y el PP. A las cajas las han expoliado y hundido los socialistas, la derecha, los nacionaloistas y todo político local, provincial, regional o nacional que las haya tenido a tiro.
Hay una inmensa mayoría de ciudadanos españoles que piensa que lo que han hecho los políticos con las cajas merece cárcel, sin duda alguna.
El socialista Moltó y su "tropa" se van a librar del castigo que merecen tras haber exprimido y hundido la caja de Castilla la Mancha, convertida por ellos en un guiñapo intervenido por el Banco de España con dinero de todos. Lo mismo puede decirse de los directivos del PP que convirtieron la CAM valenciana en un pozo sin fondo donde robar y repartirse dinero.
Tanto el PSOE como el PP son plenamente conscientes de que han abusado del poder en las cajas y que han practicado el robo y el expolio con una vileza ilimitada, pero ambos callan y de ese asunto no se habla en la actual campaña electoral, quizás porque ni a Rubalcaba ni a Rajoy les conviene que la inmensa cantidad de excrementos que tienen bajo sus respectivas alfombras salga a la luz e inunde la política española con su hedor insorportable. Si se hablara con libertad y verdad de lo que ha ocurrido en las cajas, millones de ciudadanos no acudirían a las urnas para votar a partidos desacreditados por su pasado o tal vez, indignados de verdad, saldrían a las calles para demandar justicia y el ingreso en prisión de los ladrones.
De los sindicatos puede decirse lo mismo porque han participado en la comilona siniestra de las cajas con toda crudeza y desvergüenza, con el agravante de que sus representantes, muchas veces, han sido árbitros del poder en los consejos y pudieron evitar el expolio en el que participaron, envileciendose con la misma suciedad que sus colegas de la política española.
El sucio y delictivo festín de las cajas de ahorro ha costado a los españoles muchos miles de millones de euros, los que había en las reservas, más los que han sido producto del endeudamiento. El expolio de las cajas y la delincuencia política que la ha protagonizado tienen gran parte de culpa en la actual crisis española, donde el pozo sin fondo que representan las cajas de ahorro, casi todas arruinadas y todas expoliadas en mayor o menor grado, constituyen un inmenso lastre que, tarde o temprano, los ciudadanos tendremos que pagar con nuestros impuestos y privaciones.