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Democracia y capitalismo son incompatibles





La doctrina dominante se ha esforzado con aceptable éxito en negar cualquier alternativa política al capitalismo, en difundir la tesis de que el capitalismo existió siempre y que sus leyes básicas son parte de la naturaleza humana y una consecuencia inevitable del devenir histórico. Aunque esa afirmación no resiste un análisis serio, buena parte de la humanidad ha aceptado que el capitalismo es el sistema económico propio de la democracia. Algunos, incluso, han llegado al extremo de bautizar la democracia dominante como “democracia capitalista”, convencidos de que el capitalismo no puede desarrollarse sin la democracia, ni la democracia si no va unida a un sistema económico capitalista. Sin embargo, capitalismo y democracia son dos sistemas opuestos e incompatibles, como afirma Miliband. El capitalismo es un sistema económico que exige un grupo relativamente pequeño que acumula capital y monopoliza la actividad industrial, comercial y financiera, mientras que la verdadera democracia es lo opuesto, un sistema en el que el poder es ejercido por el pueblo, que garantiza una igualdad de condiciones y de oportunidades y que no admite elite dominante alguna.

La realidad mundial demuestra precisamente que el capitalismo recela y huye cuando la democracia se hace igualitaria, libre y participativa, y prospera allí donde la democracia está más devaluada o, mejor todavía, donde existen dictaduras implacables que no respetan derechos ni libertades. China, un totalitarismo con escaso respeto a los derechos humanos, salarios bajos, poca protección social y menos democracia, es hoy la meca del capitalismo mundial, mas que Estados Unidos o Gran Bretaña. Parece lógico que capitalismo y democracia sean más bien incompatibles si se tiene presente que el capitalismo no tiene como objetivos el bien común, la cohesión social, la libertad, la igualdad de oportunidades, la libre competencia, ni nada que se le parezca, sino, simplemente, ganar dinero, cuanto más mejor, a costa de lo que sea.

Si capitalismo y democracia son incompatibles, ¿cómo explicar entonces que el matrimonio capitalismo-democracia funcione tan perfectamente en nuestros tiempos? La única explicación lógica es que lo que funciona no es el binomio capitalismo-democracia sino el formado por el capitalismo y la oligocracia, una mutación devaluada de la democracia que desprecia a los ciudadanos, les arrebata su derecho al autogobierno y deposita todo el poder en unas elites políticas.

El economista Robert Basso, de Harvard, en un valioso artículo que publicó en 1996 en Journal of Economic Growth, recogía los resultados de un estudio realizado en un centenar de países entre 1960 y 1990 y llegaba a la sorprendente conclusión de que las tasas de crecimiento en esos países eran inversamente proporcionales a su grado de democracia. La estadística demuestra que cuanto más democrática sea una sociedad, más dificultades tiene para crecer en el capitalismo, algo que dinamita la teoría de que capitalismo y democracia son un matrimonio perfecto.

   FRM
Viernes, 24 de Octubre 2008
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