Comparados con el terrible mandato del socialista Zapatero, Rajoy y su gobierno salen ganando, pero únicamente porque su política económica es mas acertada y racional. Sin embargo, en casi todas las actitudes y comportamientos como gobernantes, empatan o pierden, sobre todo en dos aspectos que constituyen lo mas sucio y miserable del alma antidemocrática del gobierno de Rajoy: el déficit democrático y el desprecio al ciudadano.
Habría que remontarse casi hasta los tiempos del felón Fernando VII y sus traiciones al ciudadano para encontrar en un equipo de gobernantes españoles semejantes niveles de desprecio a las promesas, a los compromisos, a los deberes y a las normas de la democracia y la decencia política.
Conscientes de que muchos de ellos son miembros de familias que controlan el Estado desde hace siglos, se creen con derecho a gobernar por sangre y estirpe y se permiten el lujo de ignorar la democracia, de mentir, de engañar a los ciudadanos, de incumplir las promesas electorales y de cerrar los ojos y oídos ante sus gritos y clamores, como el de poner fin a la financiación con dinero público, procedente de los impuestos, a partidos políticos y sindicatos. Cuando no les interesa, desprecian los deseos del ciudadano y lo humillan sin piedad, como ha ocurrido al dar su apoyo a los banqueros que han estafado a cientos de miles de ahorradores con las participaciones preferentes, vendiendo un producto tóxico y de alto riesgo sin informar de lo que compraban a ahorradores básicos, muchos de ellos jubilados, sin cultura financiera suficiente.
Los dos principales gritos de los ciudadanos españoles son ignorados por un PP que se considera dueño del Estado y con el derecho a tomar cualquier decisión, sin limite alguno, en su gobierno. Mas del 80 por ciento de los españoles, según las encuestas, exige que se reduzca drásticamente el número de políticos enchufados con cargo público, gente innecesaria que no tiene otro mérito que el de poseer un carné de partido. Todavía mas apoyo tiene la demanda ciudadana masiva de que los corruptos sean perseguidos, castigados y obligados a devolver el dinero que han robado. Ante estas dos reivindicaciones ciudadanas, cargadas de justicia y de razón, el PP solo responde con silencio y desprecio.
Piden perdón a la infanta Cristina y a la Casa Real por el gran "error" de Hacienda al confundir el DNI de la infanta en la venta de un puñado de inmuebles, pero no se lo piden al ciudadano, que también es víctima porque tiene derecho a confiar en una Hacienda decente y segura. Imponen a la ciudadanía recortes en sus derechos, bajadas en sus sueldos, subidas de impuestos, congelaciones en las pensiones y otros dramas, pero no se atreven a imponer a las comunidades autónomas decisiones políticas tan justas y populares como el cierre de las embajadas en el exterior.
El profundo desprecio a la ciudadanía y el terrible déficit democrático del Partido Popular se manifiestan en decisiones tan injustas crueles como haber preferido cerrar cientos de miles de pymes y liquidar en buena parte a la clase media española, victimas de impuestos asfixiantes, antes que reducir el número de asesores, enchufados con carné de partido y empresas e instituciones públicas inútiles, que no sirven para otra cosa que para "colocar" amiguetes del poder y evadir los escasos controles al gasto público que subsisten en el sistema político español.
El mismo espíritu predador y antidemocrático está detrás de decisiones como las de acabar con la justicia gratuita, cobrando tasas judiciales que impiden a los pobres litigar para defenderse de la injusticia del poderoso, o cuando el poder político nombra jueces y magistrados, subyugando un aparato de Justicia que necesita ser libre e independiente en democracia.
Pero el mayor desprecio a la democracia y al papel del ciudadano, que es el de "soberano" del sistema, está en el "origen" mismo del mandato de Rajoy. Su incumplimiento de casi todas sus promesas electorales convierte su llegada al poder en una estafa basada en la mentira, que le deslegitima. Muchos de los que le votaron no lo habrían hecho de haber sabido cual sería su comportamiento en el poder, lo que convierte su mandato en una trampa trilera y antidemocrática.
Miente mas que el mismo Zapatero y lo hace sin necesidad alguna. Durante años han ocultado que recibían dobles sueldos y sólo lo han medio admitido cuando el corrupto Bárcenas lo ha filtrado. Con la misma actitud opaca y antidemocrática, ocultan al pueblo otros muchos privilegios y ventajas que representan nuevos ingresos y triples sueldos para la clase política, como las exenciones fiscales encubiertas, las dietas inmerecidas, el tratamiento laxo de la Hacienda pública, las pensiones regias y vitalicias, los regalos en especie y las exenciones legales que permiten a los políticos electos simultanear varios trabajos e ingresos, cuando para el resto de los ciudadanos y cargos, las leyes de incompatibilidad son agobiantes.
Una de las mentiras mas sangrantes es la que Rajoy y sus ministros repiten hasta la saciedad, afirmando que los recortes y subidas de impuestos ha sido inevitables, un razonamiento falso y engañoso porque antes de subir impuestos y aplastar a las empresas tenían que haber emprendido medidas de ahorro, de adelgazamiento del obeso e injusto Estado español, de expulsión de políticos inútiles, de eliminación de parásitos que viven sin merecerlo del erario público, de cierre de empresas públicas superfluas, de reducción drástica de privilegios y lujos de la "casta" política.
Jamás piden perdón, jamás dimiten, nunca reconecen sus culpas y tienen la desfachatez de hablar de que el pueblo es injusto cuando generaliza y les llama "corruptos", olvidando lo que dice la misma ley que ellos han aprobado y que aplican a los demás: cuando alguien vive al lado de los corruptos y conoce sus fechorías, está obligado a denunciarlas ante la justicia y si no lo hace es culpable de complicidad y colaboración con el crimen. Ese sencillo argumento autoriza a llamarles "corruptos" porque el que no lo ha sido, se ha convertido en cómplice por su silencio cobarde y colaborador, mantenido por miedo a perder los privilegios de la casta o por una mal entendida "lealtad" con el partido, que no es otra cosa que el disfraz de algo mucho peor y sucio: la "omertá" (ley del silencio o código de honor siciliano, típico de ambientes mafiosos, que prohíbe informar sobre los delitos).
Habría que remontarse casi hasta los tiempos del felón Fernando VII y sus traiciones al ciudadano para encontrar en un equipo de gobernantes españoles semejantes niveles de desprecio a las promesas, a los compromisos, a los deberes y a las normas de la democracia y la decencia política.
Conscientes de que muchos de ellos son miembros de familias que controlan el Estado desde hace siglos, se creen con derecho a gobernar por sangre y estirpe y se permiten el lujo de ignorar la democracia, de mentir, de engañar a los ciudadanos, de incumplir las promesas electorales y de cerrar los ojos y oídos ante sus gritos y clamores, como el de poner fin a la financiación con dinero público, procedente de los impuestos, a partidos políticos y sindicatos. Cuando no les interesa, desprecian los deseos del ciudadano y lo humillan sin piedad, como ha ocurrido al dar su apoyo a los banqueros que han estafado a cientos de miles de ahorradores con las participaciones preferentes, vendiendo un producto tóxico y de alto riesgo sin informar de lo que compraban a ahorradores básicos, muchos de ellos jubilados, sin cultura financiera suficiente.
Los dos principales gritos de los ciudadanos españoles son ignorados por un PP que se considera dueño del Estado y con el derecho a tomar cualquier decisión, sin limite alguno, en su gobierno. Mas del 80 por ciento de los españoles, según las encuestas, exige que se reduzca drásticamente el número de políticos enchufados con cargo público, gente innecesaria que no tiene otro mérito que el de poseer un carné de partido. Todavía mas apoyo tiene la demanda ciudadana masiva de que los corruptos sean perseguidos, castigados y obligados a devolver el dinero que han robado. Ante estas dos reivindicaciones ciudadanas, cargadas de justicia y de razón, el PP solo responde con silencio y desprecio.
Piden perdón a la infanta Cristina y a la Casa Real por el gran "error" de Hacienda al confundir el DNI de la infanta en la venta de un puñado de inmuebles, pero no se lo piden al ciudadano, que también es víctima porque tiene derecho a confiar en una Hacienda decente y segura. Imponen a la ciudadanía recortes en sus derechos, bajadas en sus sueldos, subidas de impuestos, congelaciones en las pensiones y otros dramas, pero no se atreven a imponer a las comunidades autónomas decisiones políticas tan justas y populares como el cierre de las embajadas en el exterior.
El profundo desprecio a la ciudadanía y el terrible déficit democrático del Partido Popular se manifiestan en decisiones tan injustas crueles como haber preferido cerrar cientos de miles de pymes y liquidar en buena parte a la clase media española, victimas de impuestos asfixiantes, antes que reducir el número de asesores, enchufados con carné de partido y empresas e instituciones públicas inútiles, que no sirven para otra cosa que para "colocar" amiguetes del poder y evadir los escasos controles al gasto público que subsisten en el sistema político español.
El mismo espíritu predador y antidemocrático está detrás de decisiones como las de acabar con la justicia gratuita, cobrando tasas judiciales que impiden a los pobres litigar para defenderse de la injusticia del poderoso, o cuando el poder político nombra jueces y magistrados, subyugando un aparato de Justicia que necesita ser libre e independiente en democracia.
Pero el mayor desprecio a la democracia y al papel del ciudadano, que es el de "soberano" del sistema, está en el "origen" mismo del mandato de Rajoy. Su incumplimiento de casi todas sus promesas electorales convierte su llegada al poder en una estafa basada en la mentira, que le deslegitima. Muchos de los que le votaron no lo habrían hecho de haber sabido cual sería su comportamiento en el poder, lo que convierte su mandato en una trampa trilera y antidemocrática.
Miente mas que el mismo Zapatero y lo hace sin necesidad alguna. Durante años han ocultado que recibían dobles sueldos y sólo lo han medio admitido cuando el corrupto Bárcenas lo ha filtrado. Con la misma actitud opaca y antidemocrática, ocultan al pueblo otros muchos privilegios y ventajas que representan nuevos ingresos y triples sueldos para la clase política, como las exenciones fiscales encubiertas, las dietas inmerecidas, el tratamiento laxo de la Hacienda pública, las pensiones regias y vitalicias, los regalos en especie y las exenciones legales que permiten a los políticos electos simultanear varios trabajos e ingresos, cuando para el resto de los ciudadanos y cargos, las leyes de incompatibilidad son agobiantes.
Una de las mentiras mas sangrantes es la que Rajoy y sus ministros repiten hasta la saciedad, afirmando que los recortes y subidas de impuestos ha sido inevitables, un razonamiento falso y engañoso porque antes de subir impuestos y aplastar a las empresas tenían que haber emprendido medidas de ahorro, de adelgazamiento del obeso e injusto Estado español, de expulsión de políticos inútiles, de eliminación de parásitos que viven sin merecerlo del erario público, de cierre de empresas públicas superfluas, de reducción drástica de privilegios y lujos de la "casta" política.
Jamás piden perdón, jamás dimiten, nunca reconecen sus culpas y tienen la desfachatez de hablar de que el pueblo es injusto cuando generaliza y les llama "corruptos", olvidando lo que dice la misma ley que ellos han aprobado y que aplican a los demás: cuando alguien vive al lado de los corruptos y conoce sus fechorías, está obligado a denunciarlas ante la justicia y si no lo hace es culpable de complicidad y colaboración con el crimen. Ese sencillo argumento autoriza a llamarles "corruptos" porque el que no lo ha sido, se ha convertido en cómplice por su silencio cobarde y colaborador, mantenido por miedo a perder los privilegios de la casta o por una mal entendida "lealtad" con el partido, que no es otra cosa que el disfraz de algo mucho peor y sucio: la "omertá" (ley del silencio o código de honor siciliano, típico de ambientes mafiosos, que prohíbe informar sobre los delitos).