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Defensor del Pueblo, símbolo de la corrupción del sistema político español



Nombrar a un socialista como Ángel Gabilondo defensor del pueblo español es un absurdo grotesco que demuestra hasta que punto la democracia española es una falacia pervertida y una basura repugnante. Designar a un político que milita en el partido que gobierna para que defienda a los ciudadanos de ese mismo partido gobernante es una estupidez y un atentado contra la decencia.

La figura del "Defensor del Pueblo" es una de las pruebas más solventes de que el sistema político español está podrido y es ajeno a la democracia. Es también una prueba de que nuestra Constitución tiene defectos y fisuras que permiten la tiranía de los partidos.

El "defensor" es nombrado por los políticos y sólo rinde cuenta ante ellos, que son precisamente el grupo que más daña al pueblo que ellos tienen que defender. Es una contradicción pervertida que pone de manifiesto que el sistema político español es una basura trucada, ajeno a la democracia, donde el zorro cuida a las gallinas y donde los depredadores tienen el campo libre para cazar ciudadanos desamparados.
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El Defensor del Pueblo es una de las instituciones más desvergonzadas y corruptas del sistema político español. Ninguna otra institución o chiringuito político es tan ajeno a la verdadera democracia y a la decencia política como el Defensor del Pueblo.

Es una figura cargada de descaro y constituye una provocación al ciudadano y a la democracia que en cualquier país realmente democrático seria intolerable. Creados para defender a los ciudadanos de los políticos, dependen absurdamente de los políticos, que son los que lo eligen y controlan. Los defensores del pueblo son fantoches creados para engañar a los ciudadanos, que en lugar de defender al ciudadano de los políticos defienden a los políticos de los ciudadanos, que miles de veces son maltratados con impunidad y sadismo.

Los defensores del pueblo más complacientes con los políticos son reelegidos una y otra vez, mientras que los combativos son rápidamente reemplazados. Si alguien lo duda, que le pregunte a Chamizo, antiguo defensor del pueblo de Andalucía, reelegido una y otra vez hasta que un día tuvo la osadía de criticar a sus amos.

Todas las Autonomías tienen su propio Defensor del Pueblo, aunque sus decisiones no son vinculantes. Se trata de otro derroche porque con un único defensor que fuera independiente y justo sería suficiente.

Los defensores del pueblo son inútiles y constituyen otro gasto innecesario para los ciudadanos y contribuyentes, ya abrumados por los impuestos más abusivos e injusto de Europa. Ningún defensor del pueblo ha aportado nada positivo a la democracia en España. Operan con opacidad y falta de transparencias, lo que agrava su estafa a los ciudadanos. Son tan marginales, que ni siquiera los dictámenes que emiten tienen fuerza jurídica ni autoridad moral alguna y mucho menos pueden ser determinantes en las decisiones políticas.

El actual defensor del pueblo en España, el socialista Ángel Gabilondo, sustituye a otro socialista, Francisco Fernández Marugán, de lealtad indiscutible a su partido. El andaluz es Jesús Maeztu, un antiguo sacerdote muy cercano al PSOE, pero su labor ha gustado tanto a la derecha, que ahora gobierna Andalucía, que lo ha reelegido. He preguntado a varios miembros del PP, en el gobierno, sobre por qué no se cambiaba al defensor del pueblo andaluz y la respuesta siempre fue la misma ¿Para qué cambiarlo si funciona?. Por supuesto nadie preguntó nunca al pueblo andaluz si su defensor funciona o no. Los políticos son los únicos amos del defensor.

Jesús Chamizo llevaba casi dos décadas como Defensor del Pueblo Andaluz, demasiado tiempo en el cargo en democracia. Fue reelegido una y otra vez por la anterior administración socialista hasta que un día cometió el error de criticar a sus amos. Entonces, a pesar de que ese fue quizás el único día que cumplió con su deber, fue fulminantemente destituido. Si hubiera defendido de verdad a un pueblo como el andaluz, oprimido como pocos, atrasado y vejado por el clientelismo, la dependencia excesiva del poder y los abusos corruptos de gente que se llevó casi décadas mandando en Andalucía, los políticos le habrían echado del cargo muchos años antes. El dato es incuestionable.

El sistema es perverso, corrupto y está viciado en su origen porque el Defensor del Pueblo debería ser elegido por ese pueblo al que debe defender. Sin embargo, en España, un país sin ciudadanos donde la democracia fue asesinada cuando nació, son los políticos los que le eligen y destituyen. Es una aberración intolerable del sistema que permite que los defensores del pueblo, que deberían ser "fieras" incómodas en su defensa de los mil veces violados derechos ciudadanos, sean gente cómoda que en realidad defiende el poder. Todo un esperpento en democracia.

¿Qué defensor del pueblo ha alzado la voz para defender a los millones de vascos y catalanes que viven asustados y acosados por el nacionalismo feroz sólo porque quieren ser españoles? ¿Qué defensor del pueblo ha denunciado el robo de herencias que practican los gobiernos de izquierda en España y la vigencia de impuestos confiscatorios e indecentes, como el del Patrimonio y el de plusvalías?

El defensor del pueblo en Andalucía reconoció hace algunos años que la mayor parte de las denuncias que recibía se refieren a impuestos injustos, sobre todo al que robaba las herencias (sucesiones), hoy suprimido en parte por el nuevo gobierno de derechas, pero esa lluvia de quejas no produjo dictamen alguno, lo que demostraba que el defensor del pueblo es una mordaza puesta al ciudadano para que no moleste a los políticos.

España es un país puntero en abuso de poder y corrupción, pero los defensores del pueblo son reelegidos una y otra vez por los mismos políticos a los que debe vigilar y fustigar por sus abusos. La lógica dice que si son reelegidos es porque su labor satisface a los políticos, que son los que les eligen y pagan. Su figura se utiliza generalmente para engañar a los ciudadanos haciéndoles creer que alguien les defiende, toda una aberración que clama al cielo. La falsa democracia española está llena de timos, pero quizás el de los defensores del pueblo sea el más hiriente y doloroso

Con los defensores de su parte, la Justicia sometida, la prensa comprada y los escudos policiales defendiendo su impunidad, los políticos en España son depredadores sin control que pueden actuar como fieras dedicadas a la caza de desgraciados sin protección.

Francisco Rubiales

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Martes, 7 de Diciembre 2021
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