Mas de cinco millones de parados y nuevo revés de España en Europa con la devaluación del 2 por ciento de su deuda, una humillación que nos coloca en el bando de los paises desacreditados e insolventes del planeta, consecuencias del desastre económico generado por el gobierno Zapatero, de su mal gobierno y del nulo prestigio y peso de España en el mundo, donde el presidente de los españoles ha actuado más como payaso pedigüeño que como estadista.
Los socialistas españoles, después de los terribles daños causados por Zapatero a España, deberían estar de rodillas, arrepentidos y pidiendo perdón por habernos empobrecido, desprestigiado y arrebatado la esperanza, pero están compitiendo por el poder, participando en la campaña electoral, como si no fueran los culpables del desastre, como si no hubieran dejado detrás de su gobierno un inmenso reguero de infelicidad y tristeza.
La enorme injusticia que significa contemplar a los socialistas españoles compitiendo en la campaña electoral, de igual a igual con otros partidos que no arrastran la enorme carga de su fracaso como dirigentes de un pueblo al que han arruinado, es fruto de tres factores lamentables: la debilidad de la oposición de derecha, la degradación del PSOE como partido de principios, en el que solo subsisten el ansia de poder y un aparato de propaganda fuerte y eficaz, y la inconsistencia insensata de la sociedad española, que no es consciente todavía de la profundidad del pozo de cieno en el que nos han arrojado y sepultado Zapatero y su gobierno.
La derecha española, desmoralizada y casi inexistente porque su partido representativo, el PP, está fascinado por la izquierda y abraza una ideología híbrida y desnaturalizada, algo similar a una socialdemocracia descafeinada, ha sido incapaz de hacer ver a los españoles las dimensiones horrendas del desastre que ha significado el gobierno de Zapatero, ni ha sabido ofrecer al electorado una alternativa ilusionante, ni ha querido abanderar la regeneración de un sistema bañado en la corrupción, en la degradación de la democracia y el abuso de poder. Obtendrá el triunfo y gobernará España durante los próximos años, no tanto por méritos propios como por el rechazo que Zapatero y sus socialistas han despertado en la España triste y arruinada que dejan como herencia.
El socialismo español ha caído en la más profunda degradación ideológica y ética, tras demostrar, durante la etapa de Zapatero, que su única prioridad destacable es el disfrute del poder y de sus privilegios De su grandeza pasada, de sus principios éticos y de aquella generosidsd proclamada que anteponía siempre la defensa de los débiles a todo lo demás, solo le queda un bien engrasado y eficaz aparato de propaganda, eficaz y casi milagroso. Ha sido capaz de hacer olvidar a millones de españoles que han arruinado al país, que cuando Zapatero llegó al poder España era la septima economía del mundo, mientras que hoy ya es la decimosexta y en caída libre, que hay en las calles cinco millones de desempleados y diez millones de pobres, que han rescatado del olvido la emigración de los españoles para buscar trabajo y que han convertido el país, sobre todo el sector público, en un inmenso vertedero donde se practican todas las facetas y modalidades de la corrupción, la trampa, la mentira y el engaño, justo lo contrario de lo que es la democracia, un sistema basado en la verdad y en la vigencia de los valores.
El tercer gran culpable del drama es el pueblo español, cobarde, sin memoria, envilecido por el sistema, fanatizado hasta la nausea, incapaz de aspirar a la libertad y a la grandeza, mas preocupado del colesterol que de la decencia, con vocación de esclavo y obsesionado siempre por recibir limosnas y migajas de los poderosos, sin asumir que el ciudadano es quien tiene el poder soberano en democracia y que es el único que da y quita la legitimidad a esas castas privilegiadas de políticos que viven en el privilegio y la abundancia sin merecerlo.
Los tres dramas unidos (una oposición débil, degradada por la corrupción y los complejos ante la izquierda y sin capacidad alguna de ilusionar, un socialismo degradado en el que sólo funcionan la propaganda y el ansia de poder y un pueblo con vocación de esclavo que ni siquiera saber discernir entre el bien y el mal, entre la democracia y la dictadura) han hecho de España un guiñapo que se arrastra en el plano internacional y que asiste, inconsciente y casi drogada, al vertiginoso hundimiento de su prosperidad y de lo que le quedaba de su antigua grandeza.
Esa España hundida, incapaz de detectar quienes la han llevado hasta el precipicio, se prepara, alegre y estúpida, a acudir a las urnas para elegir a sus nuevos amos, sin exigir como una fiera la decencia y la regeneración que el país necesita con urgencia, autorizando a una nueva camada de predadores políticos a que sigan esquilmándola y degradandola durante los cuatro próximos años.
Los socialistas españoles, después de los terribles daños causados por Zapatero a España, deberían estar de rodillas, arrepentidos y pidiendo perdón por habernos empobrecido, desprestigiado y arrebatado la esperanza, pero están compitiendo por el poder, participando en la campaña electoral, como si no fueran los culpables del desastre, como si no hubieran dejado detrás de su gobierno un inmenso reguero de infelicidad y tristeza.
La enorme injusticia que significa contemplar a los socialistas españoles compitiendo en la campaña electoral, de igual a igual con otros partidos que no arrastran la enorme carga de su fracaso como dirigentes de un pueblo al que han arruinado, es fruto de tres factores lamentables: la debilidad de la oposición de derecha, la degradación del PSOE como partido de principios, en el que solo subsisten el ansia de poder y un aparato de propaganda fuerte y eficaz, y la inconsistencia insensata de la sociedad española, que no es consciente todavía de la profundidad del pozo de cieno en el que nos han arrojado y sepultado Zapatero y su gobierno.
La derecha española, desmoralizada y casi inexistente porque su partido representativo, el PP, está fascinado por la izquierda y abraza una ideología híbrida y desnaturalizada, algo similar a una socialdemocracia descafeinada, ha sido incapaz de hacer ver a los españoles las dimensiones horrendas del desastre que ha significado el gobierno de Zapatero, ni ha sabido ofrecer al electorado una alternativa ilusionante, ni ha querido abanderar la regeneración de un sistema bañado en la corrupción, en la degradación de la democracia y el abuso de poder. Obtendrá el triunfo y gobernará España durante los próximos años, no tanto por méritos propios como por el rechazo que Zapatero y sus socialistas han despertado en la España triste y arruinada que dejan como herencia.
El socialismo español ha caído en la más profunda degradación ideológica y ética, tras demostrar, durante la etapa de Zapatero, que su única prioridad destacable es el disfrute del poder y de sus privilegios De su grandeza pasada, de sus principios éticos y de aquella generosidsd proclamada que anteponía siempre la defensa de los débiles a todo lo demás, solo le queda un bien engrasado y eficaz aparato de propaganda, eficaz y casi milagroso. Ha sido capaz de hacer olvidar a millones de españoles que han arruinado al país, que cuando Zapatero llegó al poder España era la septima economía del mundo, mientras que hoy ya es la decimosexta y en caída libre, que hay en las calles cinco millones de desempleados y diez millones de pobres, que han rescatado del olvido la emigración de los españoles para buscar trabajo y que han convertido el país, sobre todo el sector público, en un inmenso vertedero donde se practican todas las facetas y modalidades de la corrupción, la trampa, la mentira y el engaño, justo lo contrario de lo que es la democracia, un sistema basado en la verdad y en la vigencia de los valores.
El tercer gran culpable del drama es el pueblo español, cobarde, sin memoria, envilecido por el sistema, fanatizado hasta la nausea, incapaz de aspirar a la libertad y a la grandeza, mas preocupado del colesterol que de la decencia, con vocación de esclavo y obsesionado siempre por recibir limosnas y migajas de los poderosos, sin asumir que el ciudadano es quien tiene el poder soberano en democracia y que es el único que da y quita la legitimidad a esas castas privilegiadas de políticos que viven en el privilegio y la abundancia sin merecerlo.
Los tres dramas unidos (una oposición débil, degradada por la corrupción y los complejos ante la izquierda y sin capacidad alguna de ilusionar, un socialismo degradado en el que sólo funcionan la propaganda y el ansia de poder y un pueblo con vocación de esclavo que ni siquiera saber discernir entre el bien y el mal, entre la democracia y la dictadura) han hecho de España un guiñapo que se arrastra en el plano internacional y que asiste, inconsciente y casi drogada, al vertiginoso hundimiento de su prosperidad y de lo que le quedaba de su antigua grandeza.
Esa España hundida, incapaz de detectar quienes la han llevado hasta el precipicio, se prepara, alegre y estúpida, a acudir a las urnas para elegir a sus nuevos amos, sin exigir como una fiera la decencia y la regeneración que el país necesita con urgencia, autorizando a una nueva camada de predadores políticos a que sigan esquilmándola y degradandola durante los cuatro próximos años.