La pregunta correcta no es tanto si Aznar debe o no volver al Partido Popular, sino qué necesita el Partido Popular para solucionar su actual crisis.
Ante la evidente incapacidad de Rajoy, que está permitiendo que la crisis se pudra y el partido se desmorone, una de las posibles soluciones sería que Aznar regresara, pero ¿que puede aportar Aznar hoy a la derecha española?:
El PP tiene dos graves problemas: el primero es el escaso liderazgo de Rajoy y el segundo, el más importante, es su incapacidad para renovarse y presentar a los españoles un proyecto político democrático y creíble.
Nadie duda que Aznar es actualmente el personaje con mayor autoridad dentro del Partido Popular. Esa autoridad, basada en sus victorias electorales y en la capacidad que demostró para unir al partido y someterlo a una disciplina eficaz, es hoy reconocida en el propio partido en pleno.
Pero Aznar ya no es ya un icono infalible en el PP. Tiene autoridad, pero arrastra también la mancha de haber cometido grandes fallos durante la segunda mitad de su mandato: sus errores de cálculo en la guerra de Irak, su arrogancia, el destello de mala imagen proyectado con la boda de su hija, su imprevisión en el ámbito de la Justicia; su tardanza en solucionar el tema de la educación, su falta de democracia interna, su error al designar a su sucesor sin proceso democrático alguno, etc.
Esa autoridad, unida a su escasa infalibilidad, hacen útil a Aznar como la pieza decisiva para poner orden en el partido y para imponer las tendencias centrípetas a las centrífugas, pero no para ser nuevamente cartel electoral, opción a la que ya renunció en 2004 cuando designó a dedo a un Mariano Rajoy que ha demostrado su escaso liderazgo al perder dos veces las elecciones y al tener hoy el partido dividido, desmoralizado y desorientado.
En conclusión: Aznar podría ser la solución para para imponer orden y ser elegido presidente del partido en el próximo congreso, pero comprometiéndose a impulsar dos grandes líneas: la primera es democratizar el partido y la segunda es democratizar el país.
La primera implica elegir al próximo candidato de la derecha por el sistema de primarias y la segunda implica plantear una oposición que convierta en prioritaria la reforma de la ley electoral y de la Constitución con el fin de erradicar la corrupción, la ineficiencia del poder y convertir la actual partitocracia degradada española en una verdadera y ejemplar democracia.
Si hace esas dos cosas, arreglará su partido, ganará las próximas elecciones y tal vez solucione, al menos en parte, los graves problemas de una España que, con demasiados frentes abiertos, se desvertebra, se desintegra y retrocede en todos los escenario:, en economía, en prestigio internacional, en cohesión y en la ilusión colectiva que es siempre el alma de toda nación.
El gran problema de la "solución Aznar", en la que muchos sueñan dentro del PP, es que encierra la terrible paradoja de que es difícil creer que el personaje más autoritario y arrogante de la derecha pueda ser el que impulse la democracia que necesita su partido.
FRM
Ante la evidente incapacidad de Rajoy, que está permitiendo que la crisis se pudra y el partido se desmorone, una de las posibles soluciones sería que Aznar regresara, pero ¿que puede aportar Aznar hoy a la derecha española?:
El PP tiene dos graves problemas: el primero es el escaso liderazgo de Rajoy y el segundo, el más importante, es su incapacidad para renovarse y presentar a los españoles un proyecto político democrático y creíble.
Nadie duda que Aznar es actualmente el personaje con mayor autoridad dentro del Partido Popular. Esa autoridad, basada en sus victorias electorales y en la capacidad que demostró para unir al partido y someterlo a una disciplina eficaz, es hoy reconocida en el propio partido en pleno.
Pero Aznar ya no es ya un icono infalible en el PP. Tiene autoridad, pero arrastra también la mancha de haber cometido grandes fallos durante la segunda mitad de su mandato: sus errores de cálculo en la guerra de Irak, su arrogancia, el destello de mala imagen proyectado con la boda de su hija, su imprevisión en el ámbito de la Justicia; su tardanza en solucionar el tema de la educación, su falta de democracia interna, su error al designar a su sucesor sin proceso democrático alguno, etc.
Esa autoridad, unida a su escasa infalibilidad, hacen útil a Aznar como la pieza decisiva para poner orden en el partido y para imponer las tendencias centrípetas a las centrífugas, pero no para ser nuevamente cartel electoral, opción a la que ya renunció en 2004 cuando designó a dedo a un Mariano Rajoy que ha demostrado su escaso liderazgo al perder dos veces las elecciones y al tener hoy el partido dividido, desmoralizado y desorientado.
En conclusión: Aznar podría ser la solución para para imponer orden y ser elegido presidente del partido en el próximo congreso, pero comprometiéndose a impulsar dos grandes líneas: la primera es democratizar el partido y la segunda es democratizar el país.
La primera implica elegir al próximo candidato de la derecha por el sistema de primarias y la segunda implica plantear una oposición que convierta en prioritaria la reforma de la ley electoral y de la Constitución con el fin de erradicar la corrupción, la ineficiencia del poder y convertir la actual partitocracia degradada española en una verdadera y ejemplar democracia.
Si hace esas dos cosas, arreglará su partido, ganará las próximas elecciones y tal vez solucione, al menos en parte, los graves problemas de una España que, con demasiados frentes abiertos, se desvertebra, se desintegra y retrocede en todos los escenario:, en economía, en prestigio internacional, en cohesión y en la ilusión colectiva que es siempre el alma de toda nación.
El gran problema de la "solución Aznar", en la que muchos sueñan dentro del PP, es que encierra la terrible paradoja de que es difícil creer que el personaje más autoritario y arrogante de la derecha pueda ser el que impulse la democracia que necesita su partido.
FRM
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