Sánchez quiere ocultar en la campaña, por todos los medios, verdades inconfesables y vergonzosas que deberán salir a la luz en los debates, entre ellas que piensa indultar a los políticos presos catalanes, que piensa compensar con más dinero y competencias a los independentistas y la peor de todas, que pretende volver a formar gobierno con la escoria de los que odian a España, los proetarras, los golpistas y los totalitarios comunistas.
Si eso sale a la luz, junto con otras realidades angustiosas que amenazan a los españoles si Sánchez gobierna, como la ruina de la economía, la amenaza de recesión y que nos piensa freír a impuestos, es casi imposible que los españoles le voten, por muy masoquistas que sean.
Sánchez ha intentado evitar esos debates, pero no ha podido. Ahora tendrá que asumir el riesgo de que los españoles descubran, en vivo y en directo, las verdades que él pretendía ocultar en su campaña plana y de sonrisas, sin contenidos ni programa.
Los dos debates se convierten, de ese modo, en el corazón de la campaña y en sus dos momentos cruciales. Muchos de los indecisos, que son todavía uno de cada cuatro españoles, tomarán su decisión a la luz de los debates y esa responsabilidad agobia a Sánchez y le ha puesto histérico.
Si las cosas salen como Es lógico, la campaña quedará reducida a los debates y a unos cuantos paseos sin trascendencia.
Pero que nadie olvide que el débete tiene doble filo y si Sánchez logra imponer su habilidad y ocultar sus miserias, ganará y reforzará su valor como candidato.
El gran perjudicado por los debates, junto con Sánchez, será VOX, que perderá protagonismo, aunque debería intentar recuperarlo con una entrevista de Abascal, en horario estelar y en un medio televisivo de gran alcance, posterior al debate.
Francisco Rubiales
Si eso sale a la luz, junto con otras realidades angustiosas que amenazan a los españoles si Sánchez gobierna, como la ruina de la economía, la amenaza de recesión y que nos piensa freír a impuestos, es casi imposible que los españoles le voten, por muy masoquistas que sean.
Sánchez ha intentado evitar esos debates, pero no ha podido. Ahora tendrá que asumir el riesgo de que los españoles descubran, en vivo y en directo, las verdades que él pretendía ocultar en su campaña plana y de sonrisas, sin contenidos ni programa.
Los dos debates se convierten, de ese modo, en el corazón de la campaña y en sus dos momentos cruciales. Muchos de los indecisos, que son todavía uno de cada cuatro españoles, tomarán su decisión a la luz de los debates y esa responsabilidad agobia a Sánchez y le ha puesto histérico.
Si las cosas salen como Es lógico, la campaña quedará reducida a los debates y a unos cuantos paseos sin trascendencia.
Pero que nadie olvide que el débete tiene doble filo y si Sánchez logra imponer su habilidad y ocultar sus miserias, ganará y reforzará su valor como candidato.
El gran perjudicado por los debates, junto con Sánchez, será VOX, que perderá protagonismo, aunque debería intentar recuperarlo con una entrevista de Abascal, en horario estelar y en un medio televisivo de gran alcance, posterior al debate.
Francisco Rubiales