Los políticos han saltado indignados y reaccionado como fieras heridas ante las palabras de Cayetano de Alba, que ha denunciado que en Andalucía existe escaso interés por el trabajo y el esfuerzo. Algunos han pedido que se le declare "persona no grata" y otros abogan por retirar a su madre, la duquesa de Alba, la condición de hija predilecta de Andalucía. La reacción parece indignada y, desde la pasión, justificada, pero desde la frialdad y el análisis se descubre que se debe únicamente a que las verdades duelen.
La reacción de los partidos políticos ha sido casi unánime y se ha basado, como suele ser habitual, en el victimismo nacionalista. ¡Han ofendido a los andaluces! gritan, pero la realidad es que el "señorito" Cayetano ha dicho verdades como puños y a quien únicamente acusa es a la cultura implantada en Andalucía por la izquierda, empeñada en subsidiarlo todo, en que toda la sociedad dependa de los fondos públicos, una política impulsada en Andalucía por el PSOE durante casi cuatro décadas, sin que haya logrado sacar a la región del subdesarrollo y de la cola de España y de Europa.
Cualquiera que conozca el mundo rural andaluz tiene que estar de acuerdo con Cayetano de Alba. Pero lo grave es que la cultura del subsidio y de las subvenciones ha minado la moral no sólo del campo andaluz, donde la aspiración no es ya producir, ni ser rentable, sino recibir subvenciones y ayudas suficientes para seguir tirando, sino también de la escasa industria existente y hasta el más vigoroso mundo de los servicios.
La cultura de la subvención y el predominio absoluto de lo público sobre lo privado son los fenómenos que explican incógnitas difíciles de responder: ¿Cómo es posible que siendo Ándalucía la región que más ayudas al desarrollo estatales y europeas recibe no haya avanzado casi nada en 30 años? ¿Cómo es posible que, después de haber recibido tantos miles de millones de euros, sigamos en la cola de la pobreza, del atraso, del desempleo, del fracaso escolar y de otras muchas lacras? ¿Por qué no dar ayudas al desarrollo, pero en forma de disminución de impuestos y de cotizaciones sociales, en lugar de dinero en efectivo? ¿No está archidemostrado que las subvenciones quitan las ganas de trabajar y de emprender, narcotizando el tejido productivo y restando musculatura a la sociedad y a las empresas?.
Cientos de miles de andaluces, como consecuencia de la sociedad subvencionada instaurada por el socialismo andaluz en el poder, piensan que no tiene sentido trabajar cuando se reciben ayudas que permiten vivir bien.
Con su política radical de subsidios los jerifaltes de la Junta de Andalucía se han convertido en casi dioses, al ejercer como dueños del dinero y en seres que deciden quien lo recibe y quien permanece al margen de la riqueza, pero con esa política han condenado a Andalucía a ser una tierra cada día más condenada a la limosna.
La reacción de los partidos políticos ha sido casi unánime y se ha basado, como suele ser habitual, en el victimismo nacionalista. ¡Han ofendido a los andaluces! gritan, pero la realidad es que el "señorito" Cayetano ha dicho verdades como puños y a quien únicamente acusa es a la cultura implantada en Andalucía por la izquierda, empeñada en subsidiarlo todo, en que toda la sociedad dependa de los fondos públicos, una política impulsada en Andalucía por el PSOE durante casi cuatro décadas, sin que haya logrado sacar a la región del subdesarrollo y de la cola de España y de Europa.
Cualquiera que conozca el mundo rural andaluz tiene que estar de acuerdo con Cayetano de Alba. Pero lo grave es que la cultura del subsidio y de las subvenciones ha minado la moral no sólo del campo andaluz, donde la aspiración no es ya producir, ni ser rentable, sino recibir subvenciones y ayudas suficientes para seguir tirando, sino también de la escasa industria existente y hasta el más vigoroso mundo de los servicios.
La cultura de la subvención y el predominio absoluto de lo público sobre lo privado son los fenómenos que explican incógnitas difíciles de responder: ¿Cómo es posible que siendo Ándalucía la región que más ayudas al desarrollo estatales y europeas recibe no haya avanzado casi nada en 30 años? ¿Cómo es posible que, después de haber recibido tantos miles de millones de euros, sigamos en la cola de la pobreza, del atraso, del desempleo, del fracaso escolar y de otras muchas lacras? ¿Por qué no dar ayudas al desarrollo, pero en forma de disminución de impuestos y de cotizaciones sociales, en lugar de dinero en efectivo? ¿No está archidemostrado que las subvenciones quitan las ganas de trabajar y de emprender, narcotizando el tejido productivo y restando musculatura a la sociedad y a las empresas?.
Cientos de miles de andaluces, como consecuencia de la sociedad subvencionada instaurada por el socialismo andaluz en el poder, piensan que no tiene sentido trabajar cuando se reciben ayudas que permiten vivir bien.
Con su política radical de subsidios los jerifaltes de la Junta de Andalucía se han convertido en casi dioses, al ejercer como dueños del dinero y en seres que deciden quien lo recibe y quien permanece al margen de la riqueza, pero con esa política han condenado a Andalucía a ser una tierra cada día más condenada a la limosna.