Información y Opinión

Daniel Ortega, el revolucionario beato





El laicismo es para la moderna izquierda una gran conquista. Dirigentes de izquierda como el español Zapatero aseguran que el laicismo relanza la libertad de conciencia, los derechos humanos, la tolerancia y la democracia. Realizan grandes esfuerzos por convencer a sus seguidores de que donde prevalece el fundamentalismo religioso están ausentes la democracia y los derechos humanos, en especial los de las mujeres.

Los ideologos de la izquierda sostienen que el laicismo aparece en la historia cuando la comunidad humana adquiere la capacidad de asumir la búsqueda de un mundo mejor y de su propia felicidad, aquí en la tierra, con independencia del plan de Dios para la humanidad, que le ofrecían las religiones. De ese modo, las religiones quedan relegadas al plano de la intimidad de los individuos.

Pero hay una curiosa excepción entre los izquierdistas, una especie de "dirigente beato" que, siendo un seguidor de las doctrinas de la izquierda y, personalmente, un agnóstico, se está saltando el laicismo a la torera y convirtiendo la religión en la punta de lanza de su programa político. Se trata de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, un país donde el laicismo sólo se mantiene en la Constitución porque Ortega, demostrando que para él lo único importante es el poder, lo ha relegado porque quiere arrebatar a la derecha su alianza histórica con la religión católica.

Ortega, seguidor de Fidel Castro y aliado de la revolución cubana, de Hugo Chávez y de Evo Morales, practica un sospechoso culto a lo religioso en su país, Nicaragua.

Aunque Nicaragua no tiene religión oficial, según establece la Constitución en su artículo 14,, el catolicismo, por ser la religión mayoritaria, ha sido tratado con respeto y consideración por todos los gobiernos, pero ninguno ha igualado al gobierno de Daniel Ortega, a pesar de su caracter revolucionario e izquierdista. La única razón que explica el fenómeno es una política cínica y maquiavélica cuyo único objetivo es conservar el poder por todos los medios y caminos.

Ortega cree que la clave para desplazar definitivamente a la derecha del poder es establecer una alianza con la jerarquía religiosa para arrebatar a la derecha la bandera de la religión y la preeminencia que históricamente ha tenido en lo religioso.

La obsesión de Ortega por utilizar a la Iglesia Católica en beneficio de su proyecto de poder viene de lejos. Cuando la revolución sandinista triunfó, hace ya tres décadas, nombró ministros a los hermanos Errnesto y Fernando Cardenal, ambos religiosos católicos. En la actualidad, esa obsesión continúa viva y ahora pretende arrebatarle a la derecha la religión, que ha sido su mejor arma ideológica tradicional, lo que pone de manifiesto el cinismo y la falta de escrúpulos de cierta hornada de políticos que se dicen de izquierda, que han renunciado a los viejos principios y que son capaces de todo con tal de conservar el poder, la única ideología en la que creen.

Me consta que Ortega es marxista leninista, o al menos lo era hasta no hace mucho. Lo conocí en la Habana, entre los años 1975 y 1977, cuando el sandinismo estaba derrotado y él era un refugiado mantenido y amparado por Fidel. Lo volví a entrevistar y a seguir cuando el sandinismo resucitó, después del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, y alcanzó el poder por las armas. Entonces era un idealista, pero hoy es sólo un político que, como muchos otros, ha tirado por la borda los principios y los valores para aferrarse únicamente al poder y a sus privilegios.


   
Sábado, 24 de Mayo 2008
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