" Una democracia no está segura si el pueblo tolera el crecimiento de un poder privado hasta tal punto que se convierte en más potente que el propio Estado democrático. En esencia, eso es el fascismo ".
Franklin Delano Roosevelt
Parece que queda aprobada la comercialización y uso de un artilugio para cazar a violadores. El artilugio es una especie de caperuza similar a un preservativo, que la mujer se introduce en la vagina, con la abertura hacia fuera, de forma que el pene del eventual violador se introduciría en su interior y, mediante una especie de clips con bordes a “contra-pelo”, que produce un fuerte dolor, se queda acoplado y aprisionado de tal forma que solo es posible deshacerse de él en una clínica, por personal sanitario, con lo que se descubre su incursión amorosa nada romántica.
Ojalá se erradiquen totalmente ese tipo de individuos, entre otros.
No obstante, al asunto hay que ponerle sus “peros”. Tal vez sea un artefacto eficaz para cazar a violadores, pero también para aparentar evidencias que imputen a hombres que no lo son. Puede ser utilizado para venganzas y ajustes de cuenta –contra el ex marido, el jefe, el vecino, el cuñado, el policía...- con relativa facilidad. Con lo que el invento puede ser utilizado como arma agresiva para resolver cuentas muy distintas a la defensa personal.
Se sigue abriendo la brecha. Se aumenta la distancia que permite la convivencia lógica y distendida entre personas normales. Nuevamente el delito contra la mujer se utiliza para aumentar la indefensión del varón, generando dependencia de los instintos de las féminas, que, igual que ocurre con los varones, no todas son tan víctimas ni tan cándidas. Especialmente las feministas dispuestas a explotar el filón del “talante” hasta que podamos ser fritos en manojillos, como los boquerones vitorianos. Nuevamente el estado elude el deber y la responsabilidad de proteger a la sociedad mediante la erradicación del delito. Esta vez no criminaliza a la sociedad. Esta vez la mitad de la sociedad somos varones. Como es “lógico”se recargan las ansias de poder femenino con más discriminación “positiva”.
Franklin Delano Roosevelt
Parece que queda aprobada la comercialización y uso de un artilugio para cazar a violadores. El artilugio es una especie de caperuza similar a un preservativo, que la mujer se introduce en la vagina, con la abertura hacia fuera, de forma que el pene del eventual violador se introduciría en su interior y, mediante una especie de clips con bordes a “contra-pelo”, que produce un fuerte dolor, se queda acoplado y aprisionado de tal forma que solo es posible deshacerse de él en una clínica, por personal sanitario, con lo que se descubre su incursión amorosa nada romántica.
Ojalá se erradiquen totalmente ese tipo de individuos, entre otros.
No obstante, al asunto hay que ponerle sus “peros”. Tal vez sea un artefacto eficaz para cazar a violadores, pero también para aparentar evidencias que imputen a hombres que no lo son. Puede ser utilizado para venganzas y ajustes de cuenta –contra el ex marido, el jefe, el vecino, el cuñado, el policía...- con relativa facilidad. Con lo que el invento puede ser utilizado como arma agresiva para resolver cuentas muy distintas a la defensa personal.
Se sigue abriendo la brecha. Se aumenta la distancia que permite la convivencia lógica y distendida entre personas normales. Nuevamente el delito contra la mujer se utiliza para aumentar la indefensión del varón, generando dependencia de los instintos de las féminas, que, igual que ocurre con los varones, no todas son tan víctimas ni tan cándidas. Especialmente las feministas dispuestas a explotar el filón del “talante” hasta que podamos ser fritos en manojillos, como los boquerones vitorianos. Nuevamente el estado elude el deber y la responsabilidad de proteger a la sociedad mediante la erradicación del delito. Esta vez no criminaliza a la sociedad. Esta vez la mitad de la sociedad somos varones. Como es “lógico”se recargan las ansias de poder femenino con más discriminación “positiva”.