Estamos sufriendo ya los estragos de la dichosa LOGSE, que tanto daño ha causado y del consiguiente derribo de los valiosos valores tradicionales y religiosos en esta Europa de orígenes cristianos que han sustentado la formación y comportamiento de nuestra sociedad. No se había tenido antes un periodismo tan ramplón y raquítico como el que venimos soportando; presenciamos hoy ligereza, escasa formación y prudencia, falta de conocimiento y de ética; se atreven a publicar la noticia sin haber comprobado su veracidad y después hacen las preguntas y la confirmación, como han hecho en el caso de Bertín; publicaron que estaba implicado en los papeles de Panamá y luego le pidieron la explicación, que, en cuanto lo llamaron, lo aclaró todo y les mandó fotocopia de la documentación con la corroboración de que todo estaba declarado y en perfectas condiciones legales. La presunción de inocencia parece que ha quedado en las estepas heladas del olvido, pero la de culpabilidad, se declara al momento, sin que luego se rectifique y lave la fama dañada con la misma rapidez.
Estamos ante el deterioro de principios y valores en este mundo moderno; los partidos políticos cambian con gran facilidad, son acomodaticios, no se ocupan, como deben, del interés general, sólo del suyo y personal; incluso alguno construye una estrategia excéntrica sobre el prurito de amistad o de enemistad; no se puede permitir que los asuntos de ámbito nacional, como el bienestar de los ciudadanos, dependan de los condicionamientos del político de turno; es algo de todo punto desechable y despreciable. La Historia se hace presente y se recuerda aquello de la vieja y la nueva política. Ya Ortega hablaba de que en la Restauración el bipartidismo estaba superado, el reformismo, anquilosado y había gran ansia de moralidad en la política, se pedía renovación y regeneración.
Hoy vivimos una situación inestable, tal vez, una interrogante de decadencia; la mediocridad ha ido invadiendo la política y el pensamiento; necesitamos diagnósticos rigurosos y recetas sensatas, para salir de esta situación aceleradamente irredenta. Esta España atribulada, con síntomas de envilecimientos y desganas, parece deslizarse por la pendiente de su propia negación y merece un aldabonazo que la despierte; se ha introducido la extrema tendencia al viejo leninismo en el debate nacional con un cierto aire estético, nocivo, cínico e impostor, pero fiel a viejas teorías letales ya superadas en el fracaso pertinente.
Tras la fallida investidura de P. Sánchez y del atasco de su negociación a muy variadas bandas, para formar Gobierno a cualquier precio, el PSOE declaró ayer sus intención de ampararse de nuevo en su "NO" al PP, que tanto perjuicio reporta a España; le beneficiará a él, pero es evidente el deterioro a nuestra economía, al crecimiento, a la recuperación del empleo y demás problemas, que acucian y están pendientes. Este hombre ya desde el principio nos ha mostrado su poca talla política y su desprecio por los intereses nacionales, sólo privan los personales. Los socialistas han birlado a España la ocasión de estabilidad, al negarse a formar el pacto necesario con el PP; puede ser legítima tal decisión, pero no beneficiosa para los españoles, que desean un acuerdo lo más amplio posible, la gran coalición, en especial, por respeto a los votantes de cada partido. El político que no lleva innata la preocupación y la prioridad de ocuparse fundamentalmente del bien común, no debe dedicarse a este menester. En definitiva, esa postura negativa indica que no ven factible esta solución y se resignan a la disolución forzada del Parlamento y marchar a los otros comicios. Tal negativa a la negociación con el PP, les pedirá cuentas en las elecciones venideras.
C. Mudarra
Estamos ante el deterioro de principios y valores en este mundo moderno; los partidos políticos cambian con gran facilidad, son acomodaticios, no se ocupan, como deben, del interés general, sólo del suyo y personal; incluso alguno construye una estrategia excéntrica sobre el prurito de amistad o de enemistad; no se puede permitir que los asuntos de ámbito nacional, como el bienestar de los ciudadanos, dependan de los condicionamientos del político de turno; es algo de todo punto desechable y despreciable. La Historia se hace presente y se recuerda aquello de la vieja y la nueva política. Ya Ortega hablaba de que en la Restauración el bipartidismo estaba superado, el reformismo, anquilosado y había gran ansia de moralidad en la política, se pedía renovación y regeneración.
Hoy vivimos una situación inestable, tal vez, una interrogante de decadencia; la mediocridad ha ido invadiendo la política y el pensamiento; necesitamos diagnósticos rigurosos y recetas sensatas, para salir de esta situación aceleradamente irredenta. Esta España atribulada, con síntomas de envilecimientos y desganas, parece deslizarse por la pendiente de su propia negación y merece un aldabonazo que la despierte; se ha introducido la extrema tendencia al viejo leninismo en el debate nacional con un cierto aire estético, nocivo, cínico e impostor, pero fiel a viejas teorías letales ya superadas en el fracaso pertinente.
Tras la fallida investidura de P. Sánchez y del atasco de su negociación a muy variadas bandas, para formar Gobierno a cualquier precio, el PSOE declaró ayer sus intención de ampararse de nuevo en su "NO" al PP, que tanto perjuicio reporta a España; le beneficiará a él, pero es evidente el deterioro a nuestra economía, al crecimiento, a la recuperación del empleo y demás problemas, que acucian y están pendientes. Este hombre ya desde el principio nos ha mostrado su poca talla política y su desprecio por los intereses nacionales, sólo privan los personales. Los socialistas han birlado a España la ocasión de estabilidad, al negarse a formar el pacto necesario con el PP; puede ser legítima tal decisión, pero no beneficiosa para los españoles, que desean un acuerdo lo más amplio posible, la gran coalición, en especial, por respeto a los votantes de cada partido. El político que no lleva innata la preocupación y la prioridad de ocuparse fundamentalmente del bien común, no debe dedicarse a este menester. En definitiva, esa postura negativa indica que no ven factible esta solución y se resignan a la disolución forzada del Parlamento y marchar a los otros comicios. Tal negativa a la negociación con el PP, les pedirá cuentas en las elecciones venideras.
C. Mudarra